Barba-Jacob y su paso por Honduras

Por: Nery Alexis Gaitán

Así se titula el trabajo ensayístico escrito por el analista e historiador Juan Ramón Martínez (Olanchito, 1941) y que fue publicado en 2007; con este estudio hizo su ingreso, como Académico de Número, a la Academia Hondureña de la Lengua en el 2006. Aquí se estudia con propiedad el paso del poeta colombiano por tierras hondureñas. La importancia de este análisis es que nos acerca a una personalidad polifacética de un artista que tuvo trascendencia internacional, tal como se describe en la contraportada: “Ricardo Arenales, que después se auto bautizaría como Porfirio Barba-Jacob, llegó a La Ceiba, Honduras, en el año de 1916. Su vida en la Costa Norte, el ejercicio periodístico, sus parrandas y sus desplantes, son el tema de este libro que es un fresco reportaje periodístico y una franca valoración, sin prejuicio alguno de quien es hoy por hoy, una de las figuras cimeras de la literatura de habla hispana”.

El libro, además, nos remonta a La Ceiba de principios del siglo XIX, a su entorno político, social y su actividad económica determinada por la empresa bananera casi en su totalidad. Está compuesto por 18 capítulos, empezando por describir el segundo viaje del poeta a Honduras, el más significativo. Luego encontramos una descripción inicial de La Ceiba. Seguidamente nos aproximamos a la figura de Barba-Jacob, en un acercamiento desde su lugar y fecha de nacimiento, hasta los diversos seudónimos que utilizó en su vida, así como las diferentes actividades que realizó en varios países, a través de los capítulos: “el poeta que viene del norte”, “el poeta, maestro de la juventud” y “un hombre con virtudes y debilidades”, entre otros.

Juan Ramón Martínez es capaz de describir, con entera capacidad y brevemente, el entorno de La Ceiba, la ciudad puerto, su desarrollo económico y social así como la situación general del país en ese momento histórico. Esto se evidencia en los acápites. “La vida cultural y económica de La Ceiba”, “actividades literarias fuera de La Ceiba”, y “La Honduras de 1916”.

Aquí se describe a Porfirio Barba-Jacob, no sólo como poeta, sino también como hombre y su profunda visión sobre la vida; asimismo su condición de periodista. Se hace una justa apreciación de las actividades culturales y artísticas que el poeta desarrolló en Honduras, para ello Juan Ramón Martínez ha realizado un riguroso trabajo de investigación literaria y biográfica sobre el autor, tal como lo evidencian los capítulos: “En el ejercicio del periodismo”, “con la palabra en la boca”, “una personalidad extravagante”; “un corresponsal de los acontecimientos ceibeños”, “los valores y la fuerza en la poesía de Porfirio Barba-Jacob” y “la sobrevivencia poética de Porfirio Barba-Jacob”, entre otros acápites.

Leamos, de entre diversos análisis sobre la poesía de Porfirio Barba-Jacob, esta valoración final que el estudioso hace de la obra poética y la huella que dejó Honduras en este aeda: “Para nosotros que desde otro tiempo y en otras circunstancias, nos acercamos al fenómeno del poeta errante y vagabundo que se encuentra, por el olor de sus cosas y sus rosas, con Honduras de “pinos imposibles” y de “fusil y caza”, tal hecho es importante y suficiente. Y mucho más, para apreciar que aunque Porfirio Barba Jacob no marca; ni influye en las generaciones contemporáneas suyas, sí fortaleció su espíritu el poeta en los pinares inmensos, en los valles verdes y en las tonalidades del mar furioso, azotando las playas de La Ceiba. Aunque él no nos marcó como hubiéramos deseado, Honduras si dejó en su piel y en su forma de expresar sus dolores, el tímido acento de sus quejidos, para el fin de los tiempos.

Lo segundo es, mucho más importante y significativo, por lo universal y la fijación de su poesía en la memoria colectiva. El que un escritor muerto en 1942, tenga a más de 64 años de distancia quien lo recuerde, lo recite y lo declame, no es algo para menospreciar. Mas bien, por ello, estamos en la obligación de reconocer que en esta fidelidad de los lectores, más allá de la casi inexistencia de discípulos y de investigadores que verifiquen su pertinencia a determinada escuela o circunstancia, hay el reconocimiento que Barba-Jacob hizo poesía desde el espíritu, para los hombres y las mujeres, dotados de una sensibilidad que trasciende las circunstancias históricas y las mismas realidades nacionales. Tocó nervios y volvió sensibles a sus lectores, los de su tiempo y los de ahora, sufriendo y pensando para ellos, un conjunto de palabras con las que se describió; reaccionando a su mundo y a sus circunstancias, descubriendo que ese mundo y esas circunstancias, son iguales para todos.

Escribió para los que sufren; y ahora hay más gentes que sufren. Reaccionó adolorido, tanto por la ingratitud humana, como por su incapacidad para reconocerse y aceptarse, por lo que en su poesía muestra las claves para que los adoloridos puedan aliviar sus cargas, abandonar sus miedos y atisbar a la distancia, la mortecina luz que anuncia el final del túnel. Por ello podemos concluir que, mientras haya dolor, mientras haya ansiedad humana, dudas y dobleces; y resistencia para aceptarse tal como somos las personas humanas, siempre habrá lectores Para Porfirio Barba-Jacob. No sólo en su país, sino que en todo el continente; y en todo el mundo, que habla en español. Y más allá. Seguro que si” (Pags. 123-124).

El libro concluye con los apartados: “Bibliografía de Porfirio Barba-Jacob”, que consta de 65 entradas: y “Bibliografía sobre Porfirio Barba-Jacob publicada en Honduras”, que consta de 24 entradas, información que enriquece notablemente el estudio histórico y literario.

Los lectores encontrarán un deleite en esta lectura, que acerca al hombre a la trascendencia en la comprensión de la vida. A continuación reproducimos dos poemas de Porfirio Barba-Jacob:

FUTURO

Decid cuando yo muera… (¡y el día esté lejano!):
soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era una llama al viento…

Vagó, sensual y triste, por islas de su América;
en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;
la tierra mexicana le dio su rebeldía,
su libertad, su fuerza… Y era una llama al viento.

De simas no sondadas subía a las estrellas;
un gran dolor incógnito vibraba por su acento;
fue sabio en sus abismos –y humilde, humilde, humilde-
porque no es nada una llamita al viento…

Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,
que nunca humana lira jamás esclareció,
y nadie ha comprendido su trágico lamento…

Era una llama al viento y el viento la apagó.

CANCION DE LA VIDA PROFUNDA

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar…
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría…
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar…

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en Abril el campo, que tiembla de pasión;
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de obscuro pedernal;
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el bien y el mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos…
-¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!-
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír…

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer;
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar:
el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡oh Tierra! un día… un día… un día
en que levamos anclas para jamás volver;
un día en que discurren vientos ineluctables…
¡Un día en que ya nadie nos puede retener!