Relax

Por Armando Cerrato

Porfirio Lobo Sosa, tras su relax y el de su séquito familiar, gubernamental, judicial, empresarial y periodístico, con todo pagado por el erario nacional en México e Italia, quizá ve ahora con más claridad y mente abierta, los problemas internos a los que un presunto modernismo futurista le tiene metido, por no visualizar la realidad concreta y querer hacer un trasplante de procesos extranjeros, observados a ojo de buen cubero tras recomendaciones de presuntos expertos internacionales que nunca han abandonado las aulas y desconocen la práctica más elemental con que debió probar la teoría.

Honduras y los hondureños ni siquiera presentamos condiciones de desarrollo y trabajo para lograrlo, como Guatemala, El Salvador, Costa Rica, México, Panamá, mucho menos para, en corto, mediano o largo plazo, llegará a alcanzar niveles de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Chile, Argentina, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, República Dominicana, Cuba, Jamaica y otros países de América del Sur y el Caribe, pero queremos parecernos a Taiwan, Corea o Singapur, tigres medianos de Asia  en cuanto a desarrollo industrial y comercial.

Mas si el Presidente de la República regresa de su último periplo con más ínfulas de dictador absolutista, impresionado por la bella arquitectura del antiguo imperio romano y del período renacentista, o la de hoy en día, en donde la estética y la funcionalidad van de la mano gracias a la tecnología y la asimilación cultural en todas las actividades de la vida de siglos de desarrollo bien logrado y mejor aplicado en provecho de la sociedad, querrá, entonces, tratar de implantar aquí lo poco que pudo observar en 24 a 36 horas y hasta menos de plática con otros expertos (¿?).

Quizá ya olvidó que aquí hay en efervescencia múltiples problemas imposibles de obviar, que requieren de mucha paciencia, tiempo y recursos, para que su espuma no llegue al desborde y sus elementos o actores tomen el ejemplo de Egipto, Irán, Yemen, Riad, Siria y Libia, donde las masas están en las calles donde a excepción de Egipto la represión es cruenta y además de mucha sangre se aportan diariamente vidas por decenas, centenas y miles a las ansias de libertad y justicia de esos pueblos oprimidos por clanes familiares que se apoderaron del gobierno hace más de cuarenta años.

No debemos olvidar que Porfirio Lobo Sosa, aunque afirme lo contrario, quisiera quedarse en el poder hasta por catorce y más años, como lo han hecho los dictadores de su partido, el Nacional: Tiburcio Carías Andino y Oswaldo López Arellano, ambos en algún sitio esotérico, que no es el Paraíso que a la gente buena ofrecen varias religiones monoteístas.

Los hondureños no estamos convencidos como los musulmanes del Oriente Medio que iremos al cielo si nos sacudimos de esta vida a quienes nos maltratan, y no nos ofrecen alternativa alguna, pero sí somos partidarios y capaces de ponerlos de patitas en la calle y hasta enviarlos al exilio si ese es el estado de necesidad en el momento mismo en que la espuma efervescente llega al  borde del vaso y crece hasta derramarse.

Maestros de primaria y media, trabajadores del sistema judicial, enfermeras, obreros, campesinos, estudiantes, padres de familia, empresarios, comerciantes, industriales, ganaderos, reclaman todos los días que el gobernante se dedique a buscar soluciones viables a la difícil situación en que se desarrolla la vida en sociedad, que se mejore el nivel de seguridad individual y colectiva de los ciudadanos y sus bienes, que cese la corrupción en todos los rubros de la institucionalidad estatal, que se castigue severamente a quienes transgreden los límites de la ley y que la justicia sea pareja y no se favorezca a un fulano por cuestiones sentimentales de origen oscuro o por conveniencia propia.

Alguien debe hacer reflexionar a Porfirio Lobo Sosa en que el progreso se alcanza cuando la población tiene empleo, comida, salud, vivienda, cosas que se alcanzan con la generación de empleos, aplicando políticas económicas que en vez de agravar la precaria economía familiar la mejore sustancialmente, reduciendo el gobierno, agilizando la burocracia, sin dar bonos ni dádivas paliativas, con seguridad individual y colectiva, con transparencia en la actividad gubernamental, combatiendo la corrupción, sin impunidad para nadie.

Nadie ha descubierto el agua caliente en estas simples recomendaciones, porque todos padecemos esos males que académicamente llaman problemas sociales y estimamos conocer las respuestas. Por ello, y porque creo que Porfirio Lobo Sosa, en el fondo, quiere pasar a la historia como uno de los mejores gobernantes de Honduras, si rectifica sus posturas dictatoriales, alcanza consenso con los gremios inconformes y les cumple, deja de escuchar los cantos de sirena que le dicen con un susurro encantador lo que quiere oír y no lo que debe escuchar, puede tener un juicio histórico leve y salir al galope en caballo blanco del atolladero donde ahora se encuentra lleno del lodo putrefacto de la afrenta pública, que sobre todo le condena su servilismo rastrero ante gobernantes extranjeros y organismos que no sirven para nada.

Licenciado en Periodismo