La paz es el camino

Por Misael Bueso Gómez

La efervescencia política partidista, ha iniciado como siempre. No es de extrañarse ni de lamentarse, por cuanto es un asunto hasta cierto punto necesario y por ahora, inevitable. Tiene sus carencias como proceso de perentoria importancia, dados los variados vuelcos durante su recorrido, unos malos y otros buenos, dependiendo de la moral y las buenas costumbres de sus protagonistas, quienes están obligados a honrar sus merecimientos con responsabilidad y altura.

La política partidista, como dicen en mi pueblo, es como nuestra cabeza, tiene pelos, y si no se peinan a la medida, se revuelven. Los intereses particulares y de grupo, asoman con tanta vehemencia, como si fuese furia de depredadores en cuarentena. O sea que, la esencia de la política, basada en postulados y resultados positivos para el bien común, es manipulada por  intereses sórdidos, y convertida en una lucha de simples buscadores de poder, sin importarles, en lo absoluto, sus deberes patrióticos.

Los aspirantes a la Presidencia de la República, por ejemplo los del Partido Nacional, y sus más cercanos colaboradores, (no todos) tan solo en el inicio, están demostrando lo ruin de sus concepciones políticas. Son, unos más,  otros menos, ejemplos escabrosos de sus deberes, en términos del respeto a la institución política que representan y al país donde viven. Su discurso, prepotente, nada disuasivo, y hasta vulgar algunas veces, deja en precario su conocimiento de la verdad que encierra la política, en un país que justipreciamos de democrático.

Los precandidatos nacionalistas que formaron y forman parte del actual  gobierno, tienen una cuota de responsabilidad, en razón de lo que ahora critican; no tienen el valor moral para hacerlo. Se valen eso sí, del irreflexivo parámetro de sus intereses creados y de sus equivocados intentos para alcanzar el poder. El nacionalismo como partido, siempre ha sido una unidad de criterios, de esfuerzos, basados en la disciplina consciente, en la solidaridad, en la moralidad del dialogo, en la hermandad, en el respeto mutuo. Nada gana, ante el pueblo nacionalista, el que dice frases  conducentes a la gresca camandulera.

El pleito es contra otro candidato, a quien, dicho sea de paso, no le he oído aún  palabras groseras ni acusaciones baladíes, dirigidas a sus correligionarios, seguro tal vez de que, en boca cerrada no entra mosca.

Bien harían al Partido Nacional, si pensaran un poquitito en función del valor  propio, al instituirse como precandidatos, bajo la sombra de su bandera azul y su estrella solitaria, privilegio  este, que deberían sopesar antes de actuar con feas presunciones y engreimientos que no les luce para nada. Gandi dijo, con sabiduría y prudencia, que “no hay camino para la paz; la paz es el camino”.

Sumar y no restar, multiplicar y no dividir.