La suerte está echada

Por Carlos Gilberto Sandoval

Alea jacta, est, frase pronunciada por Julio César al atravesar el río Rubicón, en el año cien antes de Cristo.

A escasos días de las elecciones generales, para el cambio de autoridades, podríamos decir como el César, “La suerte está echada”.

El respeto a la jerarquización casi sagrada de los preceptos constitucionales, que ordenan el acatamiento que constituye un deber y a la vez un derecho de elegir y ser electo, está próximo.

El pueblo, esa masa amorfa e indeterminada, que produce escozor y hasta anafilaxia en algunos aspirantes a cargos de elección, constituye el único soberano y el único contestatario que dirá la última palabra, sobre el destino de esta patria irredenta, que ha estado sumida no solo en la miseria deleznable, sino también en el terror de las ondas criminales.

De los múltiples candidatos a la Presidencia de la República, tenemos que escoger solo a uno, al mejor, al más probo; al más inteligente; al de honradez acrisolada; al hombre transparente; al trasunto de una vida limpia, sin mácula; al que presente mejores prospectos de desarrollo, los mejores esquemas que conduzcan a la felicidad del pueblo. No al crecido, altanero, al que se considera mayestático como un dios al que deben respetar con ciega obediencia; al que impone servidumbre lacayuna.

En lo personal, considero que el académico Luis Zelaya es el mejor. En sus elocuentes alocuciones deja traslucir su patriotismo sin ambages y su brillante talento imbuido de los mejores deseos para servir a ese pueblo que hoy muere en la indigencia.

Luis es el mejor.

“La suerte está echada”.