LA LATA Y EL INCENDIO

ESTO es lo que manda el Artículo 149 de la Ley Electoral y de las Organizaciones Políticas referido al denominado “silencio electoral”: “Suspensión de la campaña y la propaganda electoral. Dentro de los cinco (5) días calendarios anteriores a las elecciones primarias y generales, quedan prohibidas las manifestaciones públicas, toda propaganda política, la divulgación de resultados totales y parciales de encuestas o sondeos de opinión pública, material impreso, audiovisual, electrónico, radiofónico, magnético o de cualquier índole”. Pues bien, eso es para quitarle a los políticos su derecho de libertad de expresión por medio de los medios convencionales de difusión del pensamiento. Pero dudamos que eso vaya a apagar la hoguera candente de ataques furiosos y de ofensas odiosas que se tienen. Los políticos encuentran formas de capear los bultos. Y en este caso no hay que ingeniarse mucho, porque son armas y herramientas que ya han venido utilizando.

Para eso está la nueva tecnología haciendo uso de las redes sociales. De los portales escondidos que disparan artillería pesada contra el enemigo. Los teléfonos celulares para convertir en transmisión viral el video pernicioso, la imagen cruel, el “meme” destructivo, el lenguaje virulento. Quien más tenga de esos mecanismos, más bullicio hará durante el “silencio electoral”. Es como apagar el fuego en un lado –bastante controlado porque la prensa tradicional es calculadamente comedida en lo que transmite al público– pero no poder hacer nada cuando se enciende un voraz incendio en el otro lado. Por más que intenten hacer la ronda para evitar que se propague y encienda toda la pradera. Los pirómanos no escatimarán esfuerzos. Ah, pero no todo está perdido. El segundo párrafo de la norma electoral lee: “En dicho término, los candidatos (as), dirigentes y líderes de los partidos políticos, las alianzas y las candidaturas independientes, solo podrán hacer uso de los medios de comunicación para explicar, divulgar y difundir sus programas de gobierno”. Así que este sería el momento oportuno que se viera y se escuchara de lo que no hubo mucho durante el curso de la campaña proselitista. Presentar al auditorio sus planes originales, prestados, o en todo caso fotocopiados, de lo mismo que sus aliados ya plantearon en otras ocasiones, en fin, lo que sea que asemeje una oferta electoral.

Podría ser que en los últimos cuatro metros que quedan de la kilométrica maratón algunos esconden el cobre y le sacan brillo a la lata. Es lo menos que el amable público esperaría de los protagonistas del espectáculo. Un poco de visión hacia adelante. Lo que siempre se quiso. La sensata discusión de los problemas nacionales con miras a brindar soluciones. Interesarse más por las aflicciones cotidianas de la gente, abordarlas con algún sentido de solidaridad y ofrecer alivio, en vez de la misma monserga sectaria acostumbrada. Enfilada a que la gente no vote a favor de nadie o de nada sino en contra de aquello y de lo otro. Pareciera que los políticos –bien por falta de lectura, de estudio, de conocimiento de los temas, dado su escaso bagaje cultural e intelectual– rayan en lo insustancial. La vaina es que tampoco el abúlico público exige más. La frivolidad encuentra diversión y atractivo –como los niños en el circo– en lo aparatoso, en lo superfluo, en lo ligero, en lo cosmético. Es triste. Esperemos que en las horas que quedan el discurso sea otro. Orientado a lo positivo y a lo propositivo. Los pueblos son más inteligentes que lo que algunos suponen. Esperemos que así sea esta vez.