Agradecimientos sinceros

Por: Segisfredo Infante

Una crisis asmática descuidada; un estrés acumulado; y un bajón de las defensas orgánicas, desembocaron en una neumonía altamente peligrosa. Así que terminé en la sala de emergencias del Seguro Social, para quedar interno durante seis días. Los trámites fueron posibles por sugerencias previas de mi neumóloga la doctora Cecilia Varela; y por iniciativa de la licenciada Reina Amaya Montoya; de mi hijo César Adonis (pediatra); y de mi sobrino político el residente David Jacobo Sánchez Amaya. Recuerdo haber recibido y acompañado al director de la RAE, don Darío Villanueva, casi hasta el último momento de su estadía en Honduras, con altas fiebres y otros malestares. Realmente me descuidé, y ahora he estado pagando las caras consecuencias.

Los seis días en la sala de medicina para hombres en el Seguro Social, fueron intensos. El tratamiento de antibióticos, y de otros medicamentos, fue muy bueno. Los médicos residentes (con el doctor jefe) me visitaron todos los días por la mañana. Especialmente una muchacha llamada Estefany Orellana, de la Universidad Católica. Algunas enfermeras se comportaron atentamente; y “Leticia” me hizo una excelente canalización en la mano derecha. No quiero referirme a las otras canalizaciones, ni tampoco a las cosas dolorosas y negativas, pues con el filósofo Séneca aprendí, en mi ya lejana juventud, a colocar en la balanza de la vida, lo bueno y lo malo, con el fin primordial, deliberado, que predominen y pesen más las acciones buenas de la gente.

Mientras estuve interno en el Seguro Social recibí las llamadas telefónicas constantes de los escritores Wilder Guerrero, Rolando Kattan, Juan Ramón Martínez, Águeda Chávez, Manuel Antonio Rodríguez y Atanasio Herranz. Recibí las visitas de mis hijos César Adonis (y de su pareja); de Iris Sofía; y de Merit Salomé. Y de los jóvenes amigos “Riguito” Erazo, Kevin Guerrero y Mario Salgado López. También la visita de mi vieja amiga Elsa Marina Torres (y de su pareja); y luego del doctor Abraham Pineda. Fue importante la llamada telefónica de Rodrigo Wong Arévalo, ofreciéndome su auxilio numismático inmediato, que lo dejé pendiente para otro momento. También recibí la llamada especial de Zoila Yamileth Mejía, madre de mi querido nieto Eduardito.

Recibí llamadas y mensajitos solidarios reiterados, antes, durante y después del hospital, de Kalton Harold Bruhl; de Dina Ramos Mármol; de doña Delmis Miranda (y de su hija Delmis Emilia). De Oscar Soriano, Rossel Montes, Tito Castellón, Lorena Zaldívar, Rodney Moncada Midence, Ney Edelmira Reyes, Luis Martín Alemán, Rocío Tábora, Maritza Venegas Wai, Mario Arita, “Toñito” Chávez, Ernesto Bondy, Josseelyn García Degrández, Tobías Cruz, Martín R. Mejía, Anita Valladares, Héctor Fortín, Frances Simán, Daniela García Lezcano y del poeta Julio César Pineda. Por otro lado, Atanasio Herranz me informó que el poeta José Antonio Funes, quien reside en París, había preguntado sobre mi paradero. Más tarde, al revisar mis correos electrónicos, me enteré de las preocupaciones por mi salud de don Adán Elvir Flores (director de LA TRIBUNA); de Sandrita García; del embajador mexicano don Víctor Hugo Morales; de Mario Argueta; y de doña Pilar Llull, secretaria de la RAE. José Antonio Funes prometió encontrarse conmigo en Tegucigalpa. Y “el primo” Roger Gutiérrez fue a visitarme al Seguro Social, pero le fue imposible localizar la sala en donde me encontraba confinado. Incluso la señora madre de uno de mis buenos y pocos taxistas, ha puesto mi nombre en oración.

El proceso de mejoramiento de mi salud ha sido lento. Podría decirse que milimétrico. Una neumonía es algo serio. Que ha venido a sumarse a la hipertensión y a mi ya viejo problema renal. Por lo que según el doctor Pineda Corleone la recuperación habrá de durar un año. Espero que solo un mes. “Nunca se sabe”. En todo caso mi más íntimo deseo es el de agradecer, cuanto antes, a todas las personas que finamente han mostrado interés por mi reciente estado de salud. Me refiero a las que me han telefoneado y escrito hasta este momento. Especialmente al Dios Eterno; a mi familia; a mis médicos y a los amigos más cercanos, sin cuyos auxilios yo, literalmente, me hubiese echado a morir.
Soy una persona agradecida. Siempre lo he sido. Desde que era un niño. Sobre todo en mis años de madurez. Así que solicito disculpas en el caso remoto en que se me hayan escapado algunos nombres. Este agradecimiento público es menester en virtud que me resulta difícil contactar a todas las personas que se han ocupado y preocupado. ¡!Que Dios les dé salud a todos los enfermos del mundo, sin excepción alguna!!