Gaspar Vallecillo Molina

Por Rafael Jerez Moreno
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“Mi querido amigo”. Así me recibía don Gaspar Vallecillo, o como siempre le decía, el doctor. Le conocí en mis primeros años de vida cuando Gasparcito y yo entablamos nuestra amistad en la escuela, luego esa amistad trascendió y nuestras familias, se volvieron familia.

El paso de los años me permitió acercarme más al doctor. Nunca olvidaré los días en los que Gasparcito y yo íbamos al estadio con nuestros padres, era regla general de los domingos; nos sentábamos en el lugar de siempre para alentar a nuestro querido Olimpia, desde aquellas tardes en las que éramos unos pocos en el estadio Nacional, hasta cuando celebrábamos los acostumbrados campeonatos de Liga Nacional. Tampoco olvidaré los días en los que les visitaba y almorzaba con él, no faltaba en la mesa su tradicional salsa picante acompañada de nuestras permanentes pláticas sobre política nacional. Un médico excepcional. Participó en la administración pública como debe ser, denunciando irregularidades y enfrentando con valentía el costo político; además, puedo afirmar con plena seguridad que gran parte de mis conocidos vinieron al mundo en manos del doctor.
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Como dicen, un columnista mordaz. No le temblaba la pluma para decir las cosas y denunciar corruptos. Siempre llevaré conmigo los mensajes de aliento que recibí del doctor cuando inicié mi camino en este espacio de opinión, especialmente cuando publiqué los escritos “más delicados”, o cuando poco a poco iba mejorando. Del doctor aprendí a escribir sin miedo y a tener conciencia de la responsabilidad que implica comunicar una opinión que busque la verdad por sobre todas las cosas.
Fui un privilegiado de presenciar al Gaspar más íntimo, aquel que siempre amó a su familia y a sus amigos, y que siempre estuvo presente en todo momento.

Siempre recordaré al doctor como un ser humano sin igual, un padre amoroso, un profesional ejemplar, y un amigo de verdad. Lo llevaré siempre en mis pensamientos y en mi corazón, sé que lo volveré a ver, nos sentaremos los cuatro y veremos al Olimpia desde arriba. Es difícil, pero seguiremos caminando con la fuerza del doctor, para que cuando lo vuelva a ver le pueda decir que le cumplí al país, como alguna vez le prometí que lo haría. Un abrazo hasta el cielo, mi querido amigo.