Sexagenaria se muere más de una hora y “resucita”

Por: Efraín Banegas
Fotos: Amalia Rivera

GUAIMACA, Francisco Morazán. Un caso considerado como “un milagro” ocurrió en la colonia San Juan de este municipio, cuando la señora Ana María Figueroa Ponce (63) prácticamente murió por una hora y media, mientras los parientes lloraban incansablemente, pero de pronto llegaron tres pastores, quienes comenzaron a orar para que la mujer partiera a la paz del Señor.

En tanto, los pastores oraban, algunos familiares y vecinos preparaban la “casita” para velar a la “difunta”, pero se llevaron una gran sorpresa cuando la señora abrió los ojos y luego se sentó en medio de la cama unipersonal sobre la cual ha dormido en los últimos años.

“Enseguida, me preguntó qué pasaba y por qué había tanta gente a su alrededor y acto seguido pidió que le diéramos agua y algo de comer”, relató Bethy Lorena Figueroa, la hija mayor de tres que procreó la “resucitada”.

Bethy Lorena, hija de la señora “resucitada”, contó que su madre, Ana María Figueroa Ponce, al abrir los ojos nuevamente pidió que le dieran agua.

“DIOS ME REGRESÓ”

“Posteriormente mi mamá me dijo: hija, Dios me ha traído de regreso y durante estuve muerta miré que mi papá me tomó del brazo para llevarme por un camino muy derecho y también vio que mis dos hijos pequeños le hablaban y luego se regresaron y de ahí no recuerda más”, contó Bethy Lorena.

El padre de la señora que recobró la vida era Manuel Figueroa, quien hace 19 años falleció a los 73 de insuficiencia renal, la misma enfermedad que está padeciendo ella.

Los presentes no salían del asombro y al unísono comenzaron darle gracias a Dios porque les había enviado de regreso a su ser querido y minutos después el pastor identificado únicamente como Javier, le preguntó a doña Ana María que, si quería reconciliarse con el Señor, a lo cual ella respondió que sí, al tiempo que manifestaba que deseaba seguir viviendo porque no quería dejar solos a sus hijos y nietos.

En esta pequeña sala-cocina iban a velar a la señora Ana María Figueroa Ponce.

SE EMPEORÓ EL 31

El pasado 31 de diciembre, doña Ana María comenzó a sentirse peor de salud y desde entonces nunca tuvo mejoría, hasta que a las 8:05 de la mañana del jueves 10 de enero pasado expiró, pero tras las oraciones de los pastores su madre resucitó alrededor de las 10:35, o sea, que estuvo muerta por espacio de hora y media, detalló su hija.

Los vecinos ya estaban llegando a darles el pésame, al tiempo que arreglaban la pequeña sala de la casa que doña Cándida González les ha prestado para que vivan, en la colonia San Juan de Guaimaca.

Desde hace cinco años, los médicos del Hospital Escuela Universitario (HEU) habían desahuciado a doña Ana María, ya que padece de insuficiencia renal y tiene problemas en el corazón. “Ahora necesita un implante de riñones, ya que uno lo tiene seco y el otro comenzó a perforársele y también ocupa un marcapasos, pues de lo contrario, ahora sí morirá para siempre”, lamentó su hija.

En esta pequeña casa de bahareque y zinc vive la señora que “resucitó” cuando tres pastores se pusieron de acuerdo para orar.

OTRA OPORTUNIDAD

“Ella tiene otra oportunidad de seguir viviendo, pero producto del problema de los riñones y del corazón, está padeciendo de anemia grado 8 y la presión la mantiene alta y por la pobreza en que vivimos, no podemos hacer algo para evitar todo eso que le pasa a mi madre, esto nos frustra y entristece el alma”, contó su pariente.

Doña Ana María nació en el municipio de Campamento, departamento de Olancho, pero a la edad de tres años se fue a vivir con sus padres a Guaimaca.

Cándida González es la dueña de una pequeña casa donde viven doña Ana María, su hija Bethy Lorena y tres nietos, a quienes se las ha cedido la buena samaritana al conocer la calamidad que enfrenta esta familia hondureña.

Doña Cándida manifestó que hace 36 años ella se vino de El Triunfo, departamento de Choluteca, y desde entonces conoce a esta familia, a quienes les tomó aprecio.

“A una de las primeras personas que conocí al llegar aquí fue a doña Ana María y por algún tiempo dejé de verla, pero al reencontrarla me di cuenta de la precaria situación que atraviesa junto a su familia y a pesar que yo también soy pobre, Dios nunca lo deja solo a uno”, apuntó la samaritana.

Las personas de buen corazón que deseen colaborar con esta noble causa, pueden llamar al 3224-5767 o hacer sus depósitos a la cuenta 85620111141054 del Banco Azteca, a nombre de Bethy Lorena Figueroa.

Bethy Lorena Figueroa: “Siempre hay personas de buen corazón que nos pueden ayudar”.
La señora Cándida González le ha prestado la casa a esta familia que vive en la pobreza extrema.
En este cementerio, la familia tenía pensado sepultarla, aunque fuera pidiendo colaboración.