Nueva Poesía hondureña: La visión poética y existencial de J. E. Martínez Midence (*)

Primera Línea

Es la que más te elude y no necesita ovillarse
en la orilla del cauce un niño se inclina
y a la luna le pregunta y se asombra
cuando una voz corta el silencio y le responde:
“En español”, parca la voz, pero solo el niño pudo advertirla.

De su procedencia incierta, noche sin brisa
no quiso preguntar
y sin esperar
“necesitas un mapa, no sabes dónde estás”
se pronunció por el interlocutor, no invitado.

No eres musa porque no te puedo ver
te mueves por mi plano, pero no te dejas notar
no has de tener buenas intenciones
vienes por mi alma o no tienes mejor cosa que hacer.

En el silencio frío de una noche de la bestia
el niño sabe qué hacer:
Callar y esperar que la voz calle
inesperadamente tal y como vino
por su mismo camino se devolverá.

Soñar con ella

No soy libre, incluso en sueños
su imagen vuelve y será porque todavía la amo
extrañas visiones de estar con ella
para pensarla cuando despierto.

Ya hizo una vida con otro
no pude hacerla que me amara
Ya pasaron diez años y creo
que este amor sólo era de uno.

Su rostro simétrico como estampa de virgen
me visita muy a menudo y sin querer soñarla
aparece como deseando siempre recordarla
y me conformo con los tonos, pastel y acuarela

Sueños de un “nosotros” solo posible
en ilusión de noches frías y obscuras.
Noches como la de ayer
recordarla vestida de pulcro blanco
abatido yo, al no poder olvidarla.

Delirio

Prometiste hacerme grotesca mi mente
y las alucinaciones no se hicieron esperar
y de verdad, que me hiciste perder
todo control y cualquier señal de normalidad.

Por ti permanecí recluso y no tuviste piedad,
no bastaba con mantenerme lejos de los míos
y tenías que intentar sorprenderme siete veces siete,
veinticuatro/siete.

Me enseñaste tu fascinación con lo oculto
personajes que estaban en dos lugares a la vez
tu poder de cerrar lo que no tiene cerradura
pero no perdí la cordura en el encierro.

Me presentaste personajes recurrentes
que viven las mismas historias
el que es doctor y el que se cree ser uno
el músico y el marihuanero y sus enamoradas,
las enfermeras y sus pastillas,
el joven y alcohólico y la señora encerrada por el vodka
y yo, repitiendo la misma historia cayendo de nuevo
en la nave exclusiva para el que pueda pagarla que es la clínica San Juan
lugar al que espero nunca regresar.

Rosario y Escapulario

Llegaba mi tía Lupemaría
la que me regaló el Rosario y Escapulario
para demostrarle elevé los puños
a la altura de sus ojos.

De pronto con su voz
aparecieron las siguientes palabras fuera de cualquier contexto.
“Para que hagas el trabajo rápido”
a lo que agregó bendiciones
a lo que respondí
con el correspondiente e inmediato amén.

Hasta el día de hoy sigo preguntándome
qué trabajo será el que tengo qué hacer
sí he de venderlo o regalarlo
sí habrá recompensa o es una obligación
“cada quien cuenta su historia cómo puede”
es lo que me digo y espero hacer.

Nuevo Papa

Negro de fondo, sueño conscientemente
una figura yace, entre escarlata y dorado
debe estar muerto o descansando.

De pronto en una silla de oro
Óscar Andrés sentado está.

Tiempo después con un saxofón toca unas notas
celebrando está y yo también celebro
un nuevo papa para la nueva iglesia ya,
un papa para estos tiempos peligrosos.

Andrés y yo somos uno mismo
la tarea de Juan Pablo II continuará.

Manifestaciones

Expresión de la deidad
increíble por su supuesto contenido
fue cuando un archivo apareció
en el escritorio virtual del computador.

Un texto extraño apareció de la nada
para ser leído, pero no compartido.

Le di una mirada rápida y solo recuerdo
de un desastre cuya ubicación
sería la ciudad de Nueva York,
¿una guerra en ciernes?

Redactado a manera de poesía
nada más como lírica bíblica
para mis ojos de sorprendido espectador.

Lo guardé con el nombre de “manifestaciones”
para recordarlo, sin embargo
cuando quise leerlo con detenimiento
el archivo apareció como un documento en blanco.

Supuse no ser apto para hacer algo
con dicho escrito, cuyos destinatarios
permanecerían siendo un completo misterio.

¿Qué será lo que viene y cuándo?
Únicamente el tiempo lo dirá.

(*) José Ernesto Martínez Midence, Tegucigalpa, Honduras (1973)
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