Fernando Berríos
Los hondureños al parecer no aprendimos la lección que nos dejó el coronavirus respecto al riesgo de estigmatización a causa de nuevas enfermedades.
La desinformación puede conllevar, inclusive, a actos de violencia. Y si alguien duda de ello, cómo olvidar aquel 18 de febrero de 2020 cuando se reportó el primer caso sospechoso de coronavirus y un enardecido gritaba: “mátenla, mátenla”.
La noticia en cuestión de minutos le dio la vuelta al mundo, exhibiéndonos como un país de salvajes. Estamos conscientes que eran momentos de incertidumbre, había pánico, lo que se observaba en el mundo nos tenía nerviosos y alterados. La mujer de 42 años, conocida como “la paciente cero” vivió en carne propia la pesadilla de la discriminación, no solo por parte del personal médico, periodistas y políticos, sino también de los vecinos. Ella confesó que en algún momento pensó que la iban a “quemar viva”.
Y es que aquí donde los gobiernos, la comunidad educativa, los medios de comunicación y las organizaciones civiles están llamadas a impulsar campañas agresivas de educación y sensibilización entre la población, enfatizando que, ante la aparición de nuevos virus, todos, absolutamente todos estamos expuestos.
China no permitió que el coronavirus surgido en Wuhan fuera bautizado como la gripe china, gripe de Wuhan o virus de Wuhan. Ellos sabían muy bien del impacto que esto podía tener en materia política, económica, comercial y turística.
Este coronavirus, que puso de rodillas al mundo, fue bautizado como covid-19. “Tenemos un nombre para la enfermedad: es covid-19”, dijo el 11 de febrero de 2020 el director de la OMS, Tedros Adhanom. La organización lo hizo 40 días después de ser informada oficialmente (el 31 de diciembre de 2019) sobre la existencia del desconcertante virus SARS-CoV-2.
Se le llamó covid-19 por tres palabras claves: corona, virus y disease (enfermedad en inglés) y 19 por ser el año de surgimiento y de conocimiento oficial para la OMS.
Luego, el covid-19 comenzó a atacar a la humanidad con variantes letales, recibiendo el nombre de los países donde surgían los primeros casos. Es así que conocimos la variante de Reino Unido, Sudáfrica, India y Brasil. Para evitar la estigmatización, la OMS rápidamente decidió usar letras del alfabeto griego para cada variante que surgiera, conociéndose así las variantes Alfa (Reino Unido), Beta (Sudáfrica), Delta (India) y Gamma (Brasil).
Con todo lo anterior lo que queremos decir es que al parecer no aprendimos las lecciones del covid-19, ya que ante la aparición de la viruela símica hemos vuelto a cometer los errores del pasado, generando caos, desinformación y estigmatización de poblaciones y grupos vulnerables.
Esto le está pasando a Honduras y a muchos países del mundo en los que se reportan los primeros casos de esta enfermedad. Al igual que con el coronavirus, la OMS busca asignar un nuevo nombre para el ortopoxvirus y para ello se sigue un proceso científico que ya está en marcha.
La OMS dice que “lo recomendable es tratar de que las denominaciones de los virus recién identificados, sus variantes y las enfermedades que causan no resulten ofensivas para ningún grupo cultural, social, nacional, regional, profesional o étnico y de atenuar las repercusiones negativas de estas denominaciones en el comercio, los viajes, el turismo y el bienestar de los animales”.
De acuerdo a reportes de prensa, las variantes de la viruela del mono, conocidas como “clados”, eran identificadas según la región en la que se encontraban los casos, por lo que había referencias hacia la Cuenca del Congo, ubicada en África Central, así como a la región de África Occidental.
Ahora, en Honduras, tenemos el reto de que la población no asuma que esta viruela es una enfermedad de transmisión sexual exclusiva en hombres homosexuales.
Se debe claramente afirmar que esta viruela es una enfermedad causada por un virus, de manera que todos estamos expuestos y no únicamente los que tienen relaciones sexuales con personas del mismo sexo.
La enfermedad puede propagarse de animales a seres humanos y de persona a persona. De acuerdo a la OMS, las personas con mayor riesgo de sufrir un cuadro grave de la enfermedad o complicaciones son las personas embarazadas, los niños y las personas inmunodeprimidas (personas con enfermedades de base).
Los síntomas más comunes son fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares, dolor de espalda, falta de energía y ganglios linfáticos inflamados. Además erupciones en la piel en la cara, cuello, ojos, boca, palmas de las manos o plantas de los pies, ingle, genitales o en zona anal, que puede durar de dos a tres semanas.
Las personas son infecciosas hasta que todas las lesiones se han cubierto de costras, las costras se han caído y se ha formado una nueva capa de piel debajo.
Aquí es importante resaltar que el contagio puede darse mediante contacto directo con alguien que tiene una erupción cutánea. Por eso, no toque las lesiones de la persona afectada. En ese sentido, evite el contacto cara con cara, piel con piel, boca con boca o boca con piel, incluido el contacto sexual. Esto es así para hombres y para mujeres. No contribuya usted a difundir desinformación que puede generar actos de discriminación o estigmatización hacia los afectados.
El temor al estigma complica el control y la vigilancia sanitaria, ya que las personas, ante el temor de ser objeto de burlas, optan por ocultar su condición médica, poniendo en grave peligro su salud y su vida.
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