Por: Guillermo Fiallos A.*
El Barómetro de las Américas es un proyecto de opinión pública del Instituto de Investigación LAPOP Lab., que se refiere al Proyecto de Opinión Pública de América Latina, basado en gran parte en encuestas elaboradas y recogidas científicamente. Dicho instituto se encuentra vinculado a la Universidad de Vanderbilt, ubicada en la cuna de la música country: la ciudad de Nashville en el estado de Tennessee en los Estados Unidos de América.
En la última entrega de este estudio aparecido en el presente mes de agosto, revela una cifra preocupante para Honduras, pues el 54% de sus habitantes quiere irse del país. ¡Más de la mitad de la población actual considera cristalizar sus sueños a miles de kilómetros de su propia tierra!
¿Por qué estas cantidades cada año van en ascenso? De 2018 al 2022, el aumento fue de 16 puntos porcentuales. ¿Por qué cada día que pasa, más y más compatriotas de diferentes edades y estrato social y económico desean salir de las fronteras patrias?
¿Qué se ha hecho y qué se está haciendo mal? ¿Por qué esa estampida de compatriotas no solo de clase baja, sino, media y que ya empieza abarcar a la alta?
Esta es una realidad que se gestó desde hace más de medio siglo atrás, cuando la oportunidad de encontrar nuevos derroteros tocó la imaginación de nuestros ancestros, quienes se ilusionaban con una nueva tierra donde se abrirían las posibilidades.
En aquellos primeros años de emigración, la gente buscaba la aventura, la novedad y un mundo diferente. Si bien varios tomaron la decisión de irse, no lo hicieron -en su mayoría- por persecución, hambre o falta de acceso a la educación, sino, por los motivos mencionados. Con el paso del tiempo y luego de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, se empezaron a notar situaciones dramáticas que se relacionaban con: salud, pobreza, profunda desigualdad social, aumento de la maldad, la no aplicación de la teoría de los vasos comunicantes para todos en cuanto acceso a: salubridad, educación, participación política y ciudadana, seguridad y, además, apareció en la década de los ochentas, la persecución por motivos ideológicos.
Fue así como continuó el interminable éxodo de catrachos que tenían solo el norte en su brújula. Miles y miles de compatriotas se empezaron abrir camino en ciudades como: Nueva Orleans, Miami, Nueva York, Los Ángeles, Filadelfia, Dallas, Atlanta, Charlotte y muchas más. Luego y debido a complicaciones, los pasos siguieron hacia Toronto, Montreal, Ottawa y; últimamente, embarcaron sus sueños rumbo a Madrid, Barcelona, Valencia e incluso, sus pies cansados se atrevieron cruzar más allá de los Pirineos.
El flujo legal e ilegal aumentó en cifras exponenciales que nadie sospechaba. Curiosamente, esa gran mayoría sigue desafiando las circunstancias que se presentan más desfavorables que alentadoras para recibirles en suelos extranjeros. Nuevos rumbos y continentes siguen haciendo soñar a los catrachos, quienes huyen de su propia nación, la cual no les puede dar respuesta a sus preguntas existenciales y a sus carencias materiales.
Nos estamos quedando sin mano de obra calificada, sin jóvenes que son el porvenir de este incierto presente, sin esperanzas para un relevo generacional que deposite la conducción del país en mentes idóneas y bien formadas. Estamos exportando producto humano que carga en sus mochilas: tristezas, sinsabores, decepciones y resentimientos.
El COVID aceleró la marcha de muchos. Son cientos los que han perdido la vida en el trayecto. De otros nada se supo ni se sabrá nunca, pues sus existencias se perdieron en las arenas del desierto, en la profundidad de un océano o en una oscura y sucia callejuela de un barrio que esfuma a los migrantes.
Es tiempo de dar respuesta a todas las causas de esta huida de los connacionales. Sin embargo, ni los líderes de ayer ni los de hoy, le brindan la importancia a esta masa anónima que se pierde en el horizonte de la realidad y la ficción.
Mientras un pequeño grupo goza en Honduras de una vida con calidad; una inmensa mayoría aquí mismo o en latitudes inimaginables, sufre de carencias no solo del cuerpo, sino también, del alma.
Los tenues esfuerzos que se hacen por detener ese porcentaje de 54%, no parecen congelar esa estadística; al contrario, la cifra seguirá incrementándose, pues no hay conciencia en aquellos que mueven los hilos para dar esperanza hoy y ya, a quienes mueren un poco día a día.
*Mercadólogo, abogado, pedagogo, periodista, teólogo y escritor.
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