Por: Jairo Núñez*
Francisco Morazán luchó por la República Federal Cen-troamericana, una unión de los territorios bajo el modelo de los Estados Unidos de América: el federalismo. Este concepto viene del latín: foedus, interpretado como “tra-tado” y el sufijo -ismo que se refiere a un sistema. Así pues, el federalismo es un sistema político que consiste en promover, desde el Estado central, la autonomía de las regiones, provincias, departamentos o estados que en su conjunto forman una nación. El sueño morazánico era ese, unir a las provincias de Centroamérica para hacer de ellas una sola nación, rica y próspera, a los niveles del entonces imperio británico y de los recién creados Estados Unidos de América.
Y aunque la información documental indica que fue José Cecilio del Valle el fundador y el verdadero artífice de la primera República Federal entre 1823 y 1825, Morazán luchó por mantenerla viva. El resto de la historia ya la sa-bemos. Hubo múltiples intentos fallidos por revivir la Re-pública después de la muerte de Morazán en 1842 e inclu-so algunos proyectos monetarios y aduaneros, tienen ese fin común. La cruda realidad es que ese sueño está sepul-tado, no hay esperanzas de revivirlo y tampoco hay volun-tad política entre las naciones centroamericanas, pero, ¿qué pasaría si ahora el sueño morazánico lo trasladamos al ámbito nacional?
No faltará quien piense: “es que Honduras es muy peque-ña para que se forme una federación”. La realidad es que la mente puede llegar a ser muy pequeña si no se usa y se expande. Tomemos el caso de Bélgica, un país con menos de la tercera parte de la extensión territorial de Honduras (apenas mide 30,688 km² comparados con los 112,492 km² que tiene nuestra hermosa nación), adoptó el camino del federalismo en 1970 con muy buenos resultados. Suiza también es una república federal, al igual que Alemania, Austria, Canadá y Brasil que es un país en vías de desarro-llo, de hecho, la mayoría de las naciones en desarrollo han aplicado este sistema.
El federalismo es el sistema por el cual el poder en los Es-tados Unidos (y otros países) se divide entre el gobierno nacional por un lado y los estados, regiones o provincias por el otro. Esta división del poder sirve como control que limita la autoridad del gobierno federal de los gobiernos estatales o provinciales. Los padres fundadores de los Es-tados Unidos de América no crearon un país en sí, sino una unión de estados soberanos, libres e independientes. Mu-chos quisieron adoptar el modelo, incluyendo el mismo México cuyo nombre oficial es Estados Unidos Mexicanos porque está formado por 32 entidades federativas, de las cuales 31 son estados y un Distrito Federal.
Si bien es cierto que el federalismo no ha resuelto los pro-blemas estructurales en varios países que han adoptado el sistema, sí ha permitido que los estados tengan esa sobe-ranía, esa descentralización para la toma de decisiones y como consecuencia ha mejorado la institucionalidad y la democracia. Por ejemplo, para departamentos histórica-mente olvidados por el gobierno central en Honduras, como Atlántida, Colón y Gracias a Dios, les permitiría crear su propio sistema de leyes y las autoridades elegidas para la dirección del departamento o Estado, como se quiera llamar, tendrían plena autoridad para el desarrollo, con modelos de manejo de presupuesto regionales, gobernar-se a sí mismos. Podríamos compartir comercio, cultura nacional, sistema de seguridad con el resto de los estados, provincias o departamentos, pero no un gobierno central ilimitado como el que contamos hasta ahora.
Por ejemplo, en Estados Unidos, las políticas socialistas de estados como Nueva York y California han generado alto desempleo, alta inseguridad, impuestos por las nubes, primeros lugares en pobreza, exceso de regulaciones y un alto costo de la vida, basta con quererse comprar un re-fresco en California para darse cuenta. Por otro lado, las políticas más libertarias en estados como Texas y Florida han creado progreso, cero impuestos, pocas regulaciones, bajo desempleo, baja inseguridad, facilidad para hacer negocios, entre muchos otros beneficios. La competencia entre los estados y provincias sería muy provechosa, ya que atraería a los mejores ciudadanos donde a ellos mejor les parezca.
El federalismo es una férrea oposición al centralismo, a la concentración del poder en el presidencialismo tradicional latinoamericano. Es una respuesta a la formación de tira-nías, a la típica usurpación de los tres poderes del Estado. El federalismo sería un obstáculo para los potenciales tira-nuelos y un respiro a la democracia. Una enorme oportu-nidad para la cooperación entre los miembros de la socie-dad civil que aspiramos a vivir mejor. Una virtual compe-tencia entre estados o departamentos, en donde la com-petencia es bien vista y no desprestigiada como en varios ámbitos sociales actualmente. La República Federal de Honduras, un proyecto para la reconstrucción del país y el fortalecimiento de las provincias y regiones. ¡Cuánta razón tenía Morazán!
Jairo Núñez es doctor en ciencias administrativas y eco-nómicas, máster en administración de empresas y en cien-cias políticas.
*Jairo Núñez es doctor en ciencias administrativas y económicas, máster en administración de empresas y en ciencias políticas.