Por: Juan Ramón Martínez
No faltan hondureños que creyendo que quien gana el Ejecutivo, se lleva, de “chascada”, el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia, sostengan que así han sido las cosas en Honduras; y que, por ello, hay que seguir practicando esta forma de repartir entre los políticos, las vestiduras ensangrentadas de la República. Pero Libre, les ha hecho a los hondureños – posiblemente si anticipar los resultados- el favor de aclarar que la “refundación” de Honduras, un imperativo categórico, porque no se pueden seguir haciendo las mismas cosas que en el pasado. Porque “refundar” al país, en los moldes del pasado, es un engaño que, hay que evitar. Y en lo específico de este tema, la división e interdependencia de los poderes, quien gane el Ejecutivo, no tiene derecho a controlar al Congreso; y, menos dominar a la Corte Suprema de Justicia, con claros propósitos continuistas. Porque hay que decirlo en forma clara, Libre no quiere la Corte Suprema de Justicia para mejorar el sistema de impartir justicia, sino que para usarla como instrumento en sus planes continuistas. Igual que JOH, con la complicidad de los partidos de oposición, destituyó a la Sala de lo Constitucional, para que esta dijera que tenía derecho a reelegirse, porque el derecho de la continuidad indefinida en el poder, “es un derecho humano”.
En el curso de la historia política, probablemente, solo en una oportunidad el partido en control del Ejecutivo, no tuvo dominio sobre la Corte Suprema de Justicia. Ocurrió bajo el amparo de la Constitución del 94, la “gloriosa” como la conocemos los que nos ocupamos de los temas constitucionales. Entonces los ciudadanos, al momento de elegir al titular del Ejecutivo, también eligieron a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia.
Es mérito de Libre, en su discurso por refundar a Honduras -más allá de deformar irrespetuosamente el escudo nacional y darle a la bandera nacional el color azul auténtico que establecieron los legisladores- el haber desarrollado entre nosotros el concepto que, la característica fundamental de la refundación de Honduras, es el cumplimiento del apotegma que las cosas no pueden seguir haciéndose como en el pasado. Es muy posible que, no habiendo desarrollado una teoría del conocimiento sobre la palabra central de su discurso transformador, no hayan valorado que no se pueden cambiar las cosas, haciendo las mismas cosas, porque entonces se obtienen los mismos resultados. Y cuando se refunda así, se engaña al público, porque aun cuando se dice que se cambian las cosas, estas simplemente se cambian, para que no cambien. No quiero creer que los teóricos de Libre -que los hay sin duda, con barba y sin barba- hayan pretendido engañarnos. Lo que les sorprende a los más discretos de talento, es que, cuando creían que rechazaríamos el término, los opositores lo usamos y se los devolvemos, para que se enreden en sus propios pies, como les está ocurriendo actualmente en el tema de la elección de la nueva Corte Suprema de Justicia en que, obligados por su compromiso teórico, deben renunciar –si quieren ser coherentes con su compromiso de refundar al país- a cualquier esfuerzo, triquiñuela o complot, para sorprender a los diputados de la oposición, para que les permitan, por un derecho inexistente, el control de la Corte Suprema de Justicia. Aun cuando por humildad, aceptemos las declaraciones del inocente e infantil secretario del Congreso Nacional, que “Libre, tiene los mejores abogados de Honduras”.
Una Corte Suprema de Justicia independiente, que no obedezca las órdenes del titular del Ejecutivo, que opere sin la amenaza que sus miembros puedan ser despedidos por la voluntad de los diputados en obediencia a las órdenes del titular del Ejecutivo, representa un avance en el fortalecimiento del sistema democrático y en la “refundación de la patria” en términos auténticos. Ello nos garantizará la independencia de los tres poderes del Estado, llamados a la obligada cooperación entre ellos; y, a la independencia en la práctica de la justicia, de modo que se apliquen los principios del derecho a todos, sin preferencias para los correligionarios y prejuicio de los adversarios, cuando intervienen en la defensa de sus derechos. Pero, además, nos permitirá, por primera vez como repetía mecánicamente Ricardo Maduro, poder juzgar a los intereses fácticos incrustados en el gobierno, cuando prevalidos del poder, violen la ley.