Cuando las nubes chocan

Por: Mario Hernán Ramírez
Presidente vitalicio “Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina”.

Según los expertos, “clima es una figura meteorológica que caracteriza el ambiente medio en determinado lugar de la tierra”.

En esta región del planeta y sobre todo en temporada lluviosa es frecuente escuchar el estruendo de los llamados “truenos”, que no es más que el choque de las nubes en el espacio, cuando recogen las aguas de los mares, para devolverlas a la tierra en condición de lluvia, misma que se convierte en la “bendita agua” que ingerimos tanto los seres humanos como los animales y las plantas.

Producto de ese choque de nubes en el espacio, aparece de vez en cuando un luminoso rayo que se convierte en algo sencillamente mortal, según el lugar donde caiga.

De acuerdo con las anteriores disquisiciones, se nos ocurre llegar al tema toral de este trabajo, que no es más que el daño o perjuicio que el ruido causa, cuando este es continuo y estruendoso, tal es el caso por el que estamos atravesando los humanos y algunos animales recién nacidos y adultos, cuando por ejemplo en Navidad los días 24 y 31 de diciembre se escucha durante horas el estallido de morteros y toda clase de artefactos producto de la pólvora, dizque para celebrar tales fechas especiales, pero, eso sucede anualmente, igual que los truenos y rayos que solo asoman en la estación lluviosa que anualmente nos bendice la naturaleza, proporcionándonos ese elemento indispensable que es simbólicamente conocido como H20, la bendita agua que consumimos.

El modernismo con sus adelantos científicos y avances de la tecnología nos ha traído sin duda, algunos innumerables beneficios que nos hacen más agradable nuestro desenvolvimiento diario.

Empero, en nuestra querida Hibueras, hoy por hoy y desde hace ya aproximadamente setenta años, venimos soportando el “endemoniado” crecimiento vehicular, este fenómeno se vive alrededor de los cuatro puntos cardinales del planeta, presentándose con mayor intensidad en los países más avanzados y económicamente más ricos; pero, imaginamos que, lo que los hondureños estamos sufriendo actualmente, en esos otros lugares del planeta posiblemente no ocurre.

El asunto es que, para el caso, los habitantes de barrios y colonias que vivimos frente a los bulevares o anillos periféricos, como se les llama a esas modernas arterias de largo kilometraje; bueno, no solo quienes residimos en dicha zona, sino, también, los pacientes de los hospitales, alumnos de escuelas y colegios, los religiosos, llámese católicos o pastores y más aún, los ancianos en muy avanzada edad, más los recién nacidos, están llegando a los extremos de resistir el escandaloso ruido que provocan los llamados furgones, rastras o tráileres que recorren estas autopistas o carreteras de la geografía; estos “monstruos” provocan un ruido tan ensordecedor que hasta hacen vibrar las paredes de las residencias y provocan sobresaltos de los inquilinos; a estos artefactos enormes hay que agregar ahora otro escandaloso fenómeno que tiene de correr a la población y es el que produce las llamadas motocicletas, cuyos conductores parece que disfrutan del vértigo que produce la velocidad que le imprimen al acelerador, provocando también así, otro daño y perjuicio para la salud de la gente.

Los psiquiatras, psicólogos y demás personas encargadas de estudiar la naturaleza de cada individuo y los males que le aquejan, están llegando a la conclusión de que la mayor parte de las enfermedades del sistema nervioso son producto de estos ruidos criminales y despiadados que ahora abundan, sobre todo en las grandes ciudades.

Nuestra entrega dominical de esta fecha, no tiene más propósito que, el de llamar la atención de las autoridades respectivas, para que, le pongan freno a tan despiadada costumbre de los desalmados conductores de estos vehículos, porque, estamos seguros, que países como los Estados Unidos de Norteamérica y la mayor parte de Europa exigen a los propietarios de estas máquinas, colocarles en el lugar respectivo, los llamados silenciadores, con lo cual, como es natural, el tantas veces dañino y perjudicial ruido desaparece.

Para mejor ilustración de nuestros lectores reproducimos a continuación lo que encontramos en la red relacionado con el tema que estamos abordando. “Los niños gritando o cantando. Los ronquidos de tu pareja en la habitación. Un compañero de trabajo haciendo ruidos que perturban tu concentración. Un usuario de teléfono que tiene una conversación en voz alta en un lugar público”. Así como su clasificación: ruido aéreo, aleatorio, blanco, de fondo, de impacto, estacionario, estructural, impulsivo, rosa, etc.

El ruido acústico, es el que con mayor frecuencia nos agobia ya que, es producido por la mezcla de ondas sonoras, de distintas frecuencias y amplitudes, que pueden interferir en la recepción de un sonido que puede ser armónico o abominable.

A lo anterior agregamos el ulular de las radiopatrullas policiales, ambulancias de emergencia y carros bomberiles.