Soñar con una educación pública de calidad

Guillermo Fiallos A.

Con suma tristeza hemos leído las declaraciones del señor Juan Coello, funcionario de la Dirección General de Construcciones Escolares de la Secretaría de Educación; quien aseveró que uno de cada cuatro niños se sientan en el suelo, pues carecen de sillas o pupitres para recibir sus clases en el sistema público de Honduras.
Creemos que la cifra expuesta por el señor director de la aludida dependencia gubernamental, es optimista ya que luego del paso de varias desgracias naturales, la pandemia y del descuido con el que se ha tratado a la educación pública durante décadas; consideramos que el número de muchachos que recibe su enseñanza con las piernas cruzadas sobre el suelo, o en una improvisada tablilla para tomar notas en el aire, es mayor al que expuso el servidor estatal.

Conocemos de cerca las enormes deficiencias que tiene la educación primaria y secundaria pública en el país y, por ello, es difícil soñar con una educación de calidad para los niños y jóvenes; a quienes el Estado tiene el imperativo ético, de proporcionarles las herramientas del saber para que logren una vida digna.
Escenas más dramáticas como la de ver escolares recibiendo la enseñanza bajo un árbol de mango, o acompañados por la intemperie que deja escuchar los susurros de los pinares, no es ningún descubrimiento reciente en esta Honduras; que cada día se hunde en sus falencias y desgracias producidas no solo por la naturaleza, sino más todavía, por la esencia humana de quienes han regido la brújula de la nave estatal.
Nunca hemos visto, siquiera, el asomo de la estrella polar allá en la lejanía, para estos educandos que tuvieron la desdicha de cruzarse en el camino -generación tras generación-, de una pléyade de ineptos políticos gobernantes y burócratas, para quienes la educación pública no representó parte esencial de su quehacer gubernamental.

No solo se trata de falta de mesas, sillas o pupitres, pues también hay que agregar todo el mobiliario y material escolar que o no existe o se encuentra en estado deplorable.
¿Cómo es posible que soñemos con una educación pública de calidad si quienes han regido y están rigiendo los destinos patrios, solo piensan en la satisfacción de sus ambiciones personales o de grupo? Llegan unos de tal color; entran otros de matiz diferente, pero…, la historia es la misma.
Nadie se preocupa de verdad por sembrar la semilla de la calidad, tanto en infraestructura como en superestructura educacional pública. Años tras años, décadas tras décadas nuestros pobres muchachos pobres, están condenados a la ineficiencia de un sistema público educativo, que no les brinda las avenidas dignas que deberían encontrar.

Y la historia continúa en este siglo XXI. ¿Cuántos atracadores del dinero del pueblo que nunca se invirtió en educación, están tras una bartolina? Robos y robos descarados efectuados en todos los gobiernos, sin excepción, siguen condenando a esta vasta cantidad de infantes, al abandono y la indiferencia de sus supuestos líderes.
Y en el presente la situación no cambia para nada pues el gobierno y la sociedad entera, están preocupados por la forma si bien es cierto un poco más avanzada, sofisticada y elegante de cómo se reparte el pastel y se apagan las velas para una nueva Corte Suprema de Justicia. Estamos tan imbuidos en saber quiénes serán los 15 escogidos –finalmente- por los Zeus, las Afrodita y los Júpiter, para ocupar cómodos asientos afelpados en oficinas con aire acondicionado y quizá, hasta con otros privilegios y placeres mundanos incluidos, desde las cuales -se supone-, administrarán con sabiduría e imparcialidad la justicia terrenal; que hemos olvidado la triste realidad de estos menores, quienes se estrenan a la vida educativa con pésimos instrumentos didácticos.
Por aquí estamos más ansiosos por saber quién se apodera de esta o aquella institución estatal, que no vemos para abajo por donde transitan los desafortunados de la educación pública.

Como estos niños y adolescentes no representan en este momento votos para inflar las urnas electorales, se les ha relegado a una larga espera o al despreciable olvido. ¡Cómo si las épocas se congelaran para ellos! Ya han perdido mucho tiempo y no es posible que la continua lucha por el poder de señores corbatudos y damas con carteras de marca, coloque a todos estos alumnos públicos con un valor de cero a la izquierda.

¡Iniquidad de iniquidades!