José Rolando Sarmiento Rosales
Por razones éticas y cívicas no podemos esperar que a los gobiernos izquierdistas o recién llegados o por llegar al poder de sus países les vaya mal, que fracasen, lo que nos preocupa es los intentos de apoderarse de los otros poderes del Estado, que en la democracia son independientes para mantener los equilibrios necesarios para que sean buenos gobiernos, que si se equivocan puedan ser cuestionados para enmendarlos, para bien del país, las libertades y derechos establecidos en beneficio de sus habitantes.
Nos referimos a Cuba con más de sesenta años de gobierno del Partido Comunista y los comandantes revolucionarios encabezados por Fidel y Raúl Castro Rus, o los de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, y el de Ecuador desplazado electoralmente del gobierno, los que manejan los poderes Legislativo y Judicial, con un solo partido como el Comunista de Cuba, o aunque funcionen otros, se imponen electoralmente reeligiéndose y persiguiendo, encarcelando y obligando al exilio a sus opositores políticos, tomando medidas equivocadas en lo económico, que propician millones de migrantes en el conocido caso de Venezuela, que ahora le concesiona tierras al gobierno de Irán.
De la nueva ola, México, Argentina, Chile y la posibilidad de la vuelta al poder en Brasil del expresidente Lula da Silva, que condenado por corrupción y ahora en libertad vuelve a competir para llegar a la capital Brasilia a ocupar la presidencia de una de las naciones más ricas y poderosas del continente. No olvidamos a nuestra Honduras donde la propia Presidenta de la República, desde su discurso de asunción al poder ha calificado a su régimen como progresista de izquierda, haciendo temer a la oposición con la posibilidad de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, promovida desde el gobierno por el asesor presidencial y Coordinador General del Partido Oficialista Libre.
Lo leemos en The New York Times: “En Chile, un político de brazos tatuados y exactivista estudiantil ganó la presidencia con la promesa de supervisar la transformación más profunda que se ha planteado en la sociedad chilena en décadas, ampliando la red de seguridad social y transfiriendo la carga fiscal a los ricos. En Perú, el hijo de unos campesinos pobres fue impulsado a la victoria con la promesa de priorizar a las familias en apuros, alimentar a los hambrientos y corregir las viejas disparidades en el acceso a la atención médica y la educación. En Colombia, un senador veterano y exguerrillero fue elegido como el primer presidente de izquierda del país, y prometió defender los derechos de los colombianos indígenas, negros y pobres, mientras construye una economía que funcione para todos. “Una nueva historia para Colombia, para América Latina, para el mundo”, dijo en su discurso de victoria, en medio de estruendosos aplausos”.
“Después de años de inclinarse hacia la derecha, América Latina se precipita hacia la izquierda, un momento decisivo que comenzó en 2018 con la elección de Andrés Manuel López Obrador en México y podría culminar con la victoria, más adelante este año, de un candidato de izquierda en Brasil, con lo que las seis economías más grandes de la región serían dirigidas por líderes políticos electos por sus plataformas de izquierda. Una combinación de fuerzas ha llevado a este nuevo grupo al poder; uno de esos factores es la animosidad contra los políticos tradicionales que ha sido impulsada por la indignación a causa de la pobreza y la desigualdad crónicas, condiciones que solo se han visto exacerbadas por la pandemia y han profundizado la frustración entre los votantes que han proyectado su indignación contra los candidatos del establecimiento político”.
“Pero justo cuando los nuevos líderes se afianzan en el cargo, sus promesas de campaña han chocado contra una realidad sombría, signada por una guerra europea que disparó el costo de los bienes cotidianos -desde el combustible hasta los alimentos- empeorando las condiciones de vida de los electores que ya sufren, y disminuyendo gran parte de la buena voluntad de la que solían disfrutar los presidentes. El presidente chileno, Gabriel Boric, el mandatario peruano, Pedro Castillo y Gustavo Petro, presidente de Colombia, son algunos de esos líderes que alcanzaron la victoria con la promesa de ayudar a los pobres y marginados, pero enfrentan enormes desafíos al tratar de cumplir con las altas expectativas de los votantes. Pero, considerando “la breve luna de miel” que han tenido otros mandatarios, Petro tendrá muy poco tiempo para comenzar a mejorar las condiciones de vida”.
“Los movimientos sociales deben estar muy activos para que cuando el gobierno no cumpla, o no quiera cumplirnos, estemos activos”. Así lo proclaman en Chile los seguidores de Boric. Ya lo vemos en Honduras, con las movilizaciones de protesta de los colectivos de Libre, empleados públicos, personal de salud, maestros y transportistas.