Se da por sentado, sin discusión alguna, que el ritmo es uno de los elementos fundamentales de la música. Es reconocido, incluso, como su primera manifestación, que se produjo en el albor de los tiempos. Después vendrían los otros elementos fundamentales: la melodía, la armonía y el timbre.
La verdad, es que el ritmo está y ha estado presente siempre en todas las manifestaciones de la vida y la naturaleza: en el flujo y reflujo de los mares, en el viento que azota o acaricia los bosques, en la pulsación de nuestra sangre, en los latidos del corazón, en la forma de caminar, etc.
En las denominadas artes escénicas o temporales, como la ópera, la danza y el teatro, el ritmo también está presente. En las dos primeras es más que obvio y lo percibimos con más facilidad. ¿Pero y en el teatro? ¿Cómo y dónde se manifiesta el ritmo?
Digamos, antes de abordar este tema, que el actor o actriz, lo primero que debe hacer es lograr un correcto uso de su voz, tiene que articular bien cada palabra y cada frase y saber proyectarla. Una vez logrado eso, vienen los siguientes elementos, o sea la modulación y proyección de la voz y el ritmo. A un entrenamiento similar, deben someterse los oradores y los presentadores de programas de radio y televisión. El ritmo juega un rol importante en el manejo de la voz, en el adecuado uso de las pausas, cortas o largas, etc.
Pero he aquí, que el ritmo del cuerpo, que es el que con mayor facilidad podemos percibir, es de imprescindible manejo para los actores. El desplazamiento en el escenario en sus diversas formas y matices, nos dará la medida de si nos encontramos, o no, ante un buen actor o una buena actriz. De igual manera, el lenguaje gestual.
Todo lo anterior, viene a cuento, a raíz de que tuve la oportunidad, recientemente, de ver y escuchar a nuestro dramaturgo y director de teatro, RAFAEL MURILLO SELVA RENDÓN, en una entrevista televisiva. Recordé, de inmediato, que cuando lo conocí, a mis diez años de edad y siendo él un joven adolescente, vecino del Barrio Abajo de Tegucigalpa, hacía sus incursiones en la Calle Real de Comayagüela.
Su capacidad para congraciarse la simpatía de las chicas, además de su “labia” tan especial, consistía, en buena medida, en sus capacidades dancísticas, especialmente en su sentido del ritmo, del que haría uso después de manera intensa y creativa en sus producciones teatrales.
Sí, el ritmo está presente, inevitablemente, en la obra de teatro. No perdamos la oportunidad de disfrutarlo, así como lo hacemos cuando asistimos a los conciertos, las funciones de ópera y ballet.
El arte, es parte esencial de la vida. Sin él, no estamos completos.
Tegucigalpa, M.D.C., 14 de enero de 2023.