DISTINGUIDOS EDUCADORES DE HONDURAS (2/2)

ÓSCAR ÁNIBAL PUERTO POSAS

14. PACA GUERRERO DE LARDIZÁBAL (¿______?). La profesora “Paquita”, fue una figura prócer de nuestra pedagogía. Proviene de una distinguida familia capitalina. Se hizo maestra en la Escuela Normal de Señoritas. Ignoro dónde inició su carrera profesional. Doy fe que fue una gran maestra. Fundó la escuela privada de más prestigio en Tegucigalpa, en 1934. Le dio el nombre de Federico Froebel, el pedagogo alemán, creador del Kindergarten (Jardín de Niños). La pedagogía de Froebel se funda en la unidad del hombre con la naturaleza, a cuyas leyes está sujeto y se funda también en la religión; da la mejor importancia a la educación en la infancia y trata de suscitar en el niño una actitud voluntaria como medio principal de su instrucción y formación. Sorprende que una maestra de un pequeño país centroamericano, se percatase de las ideas innovadoras de un pedagogo nacido en Turingia, y las haya puesto en práctica. Sin duda, actualizó sus conocimientos, más allá de los recibidos en su educación formal. Hizo una innovación en la Pedagogía Nacional. Su escuela, su “Jardín de Niños Federico Froebel”, atrajo el interés de las mejores familias. Agrupó niñas y niños. Fue la iniciadora de la educación mixta. El año de fundación es emblemático, gobernaba Carías, y ella, de familia de abolengo liberal no tuvo cabida en el sistema educativo estatal. Amó a los niños y a las niñas. Fue una educadora excelsa. De sus aulas salieron varones que con el tiempo ocuparon posiciones elevadas. Henry Merrian, alcalde de Tegucigalpa; Mauro Membreño Tosta, con Rafael Callejas Romero (1990-1994), ministro de Obras Públicas y Transporte. Siguiendo a Froebel, enseñó amar la naturaleza. Enseñó Religión, sin fanatismo. Llegó al ocaso en su soledad. No estuve en sus exequias. El vaivén de la vida me lo impidió. Fue como otra madre. Buen ejemplar humano. Una escuela lleva su nombre en la colonia San José de la Peña, de esta ciudad. Es limpia como su alma. Estructurada como la escuela que ella soñara en vida. “Señorita Paquita”, así la llamábamos. “Señorita” le decíamos, por indicaciones suyas, a todas las maestras. Fue su mejor lección, quizá; la virtud y la pureza se llevan en el alma, no en el cuerpo. A su óbito, la escuela duró poco tiempo. Sus familiares no la supieron manejar. No los culpo, es difícil aprender de un espíritu superior. Paquita Lardizábal, fue maestra, trabajadora inmensa y hortelana del bien.

15. MONTOYA R. RAMÓN (1871-1946). Juan José Arévalo, en su libro “La Inquietud Normalista”, nos informa acerca de este insigne maestro que dejó huella tanto en Guatemala como en Honduras. El profesor Montoya, era oriundo de Yuscarán, cabecera del departamento de El Paraíso. Juan José Arévalo, quien al paso de los años llegó a ser presidente de la República de Guatemala (1945-1951); retrata al profesor Montoya, de esta guisa: “El hondureño don Ramón Montoya merece párrafo especial como efectivos renovadores de la Escuela Normal (habla en plural porque el otro renovador fue el también hondureño Miguel Morazán), ese año (1922), lo tuve como profesor de Didáctica. Con la llegada de Morazán se sintió apoyado y amplió su prédica más allá de la cátedra. Como pedagogo resultaba medio chapín, porque desde muy niño vino al país traído por el educador guatemalteco don Inocente Orellana, director del Liceo de Yuscarán, cuyas puertas se cerraron por falta de fondos. Bajo la presidencia de Reyna Barrios, siendo ministro de Instrucción don Manuel Cabral, a Montoya lo agraciaron con una beca e ingresó a la Normal que entonces funcionaba anexa al Instituto de Varones de la capital. En 1896 obtuvo el título de Maestro de Instrucción Primaria y el grado de Bachiller y Ciencias y Letras… Muerto Reyna Barrios y fundado nuevamente el Liceo de Yuscarán, Montoya acudió a reunirse con Orellana. En 1908 llegó al cargo de director general de Instrucción Pública, que sirvió dos años, para pasar a la Escuela Normal de Varones donde en 1917, atendió cátedras de Matemáticas, Ciencias Naturales y Pedagogía. No se sabe por qué incentivos quiso volver a Guatemala y viajó a principios de 1921. En la Escuela Normal se le recibió con enorme respeto. Ostentaba el empaque del pedagogo conservador, exigente, minucioso, pulcro en el vestir, amanerado en toda su persona, pero en el fondo cariñoso y servicial. Sus cátedras no admitían reproche, desde el punto de vista didáctico. Preparaba sus lecciones en su biblioteca privada y los mejores textos de consulta de la época. “Entraba al salón con la compostura de un sacerdote y obtenía de nosotros orden absoluto”. Arévalo, no se limitó a caracterizar al maestro, también al hombre. A Montoya agrega a Morazán (Miguel); y dice: “A comienzos del siglo y a pesar de las tormentosas guerras civiles hondureñas… en el país hermano se gozaba de franca libertad intelectual y se podía beber en fuentes extranjeras. Montoya, Morazán y otros hondureños introdujeron en Guatemala textos desconocidos por nosotros”. Como puede leerse, Honduras no solo ha exportado bananos u otros productos naturales. Honduras también exporta talento humano de alto calibre. Una escuela en Olanchito, lleva su nombre.

16. MIGUEL MORAZÁN (1897-1946). Nacido en San Juan de Flores, departamento de Tegucigalpa (hoy Francisco Morazán). Director y presidente del Consejo Nacional de Educación. En Guatemala fue director de la Escuela Normal Central (1922). Tuvo, entre sus alumnos a Juan José Arévalo Bermejo, quien llegaría a ser presidente Constitucional de Guatemala; con aspiraciones muy de avanzada. Arévalo, en su libro: “El Espíritu Normalista”, reconoce su deuda de gratitud con el mentor hondureño, quien puso los cimientos de su formación moral y cívica. En el país hermano, fue, también, vicepresidente del Consejo Nacional de Educación (1927). Obras: “Libros de lectura”; “Elementos de Pedagogía general para los cursos normales”; “La escuela de primaria” y otras. Sus descendientes: Francisco Morazán Elvir, fue hombre de armas, formado en la Escuela Politécnica de Guatemala y, al paso del tiempo cercano a la confianza del presidente Cnel. Jacobo Árbenz Guzmán (1950-1954), quien prosiguió el plan de reformas políticas y sociales iniciadas por su antecesor (Arévalo). Fue derrocado por una oscura conspiración auspiciada por los EE. UU. El otro hijo del profesor Morazán: Erasmo Morazán, fue cercano al presidente Dr. Juan Manuel Gálvez Durón (1949-1954). El don de gente de ambos, ganó la voluntad de los gobernantes antes mencionados. Tanto Árbenz como Gálvez instauraron gobiernos ajustados a la Ley y a la vigencia de los derechos humanos. Eva Isabel Morazán, fue la esposa del abogado Ricardo Zúniga Agustinus (1916-1987), fungió como secretario de Estado de la Presidencia de la República (administración del general Oswaldo López Arellano). Ministro de Gobernación (4 de julio de 1971 hasta noviembre de 1972); gobierno del Dr. Ramón E. Cruz). Diputado a la Asamblea Nacional Constituyente. Candidato a la Presidencia. Uno de los nietos del profesor Miguel Morazán, hijo de Erasmo; lleva el mismo nombre de su abuelo: Miguel Antonio Morazán. Egresado de la Universidad Politécnica de Monterrey (México); ejemplo de profesional y de buen ciudadano.

17. FRANCISCO MURILLO SOTO (1893-1988). De los mejores maestros de Olanchito, Yoro y, de los primeros en obtener el título profesional en la Escuela Normal de Varones, dirigida por el inolvidable don Pedro Nufio, junto a otros, muy pocos, entre ellos: Ángel Moya Posas, que se desvinculó del magisterio para hacer carrera en el periodismo, fundando el semanario “El Atlántico”, en la ciudad de La Ceiba. Murillo Soto, nunca dejó de enseñar. Fue maestro de la Escuela “Modesto Chacón”, de varones. Ahí concibió la magnífica idea de crear la “Semana Cívica”. Marel Medina Bardales, ha documentado el feliz suceso (véase el folleto “Monografía de la Ciudad de Olanchito”, de Mario Posas). Fue una hazaña de hombres y mujeres del profesorado de la ciudad de Olanchito, en 1935. Desde entonces no ha dejado de celebrarse, coincidiendo con las fiestas del día de la Independencia. Es de justicia consignar los nombres de los fundadores de la “Semana Cívica”, en 1991, se develó una placa conmemorativa. Ahí se leen quienes acompañaron al profesor Francisco Murillo Soto, en tan noble y original faena: “Escuela Modesto Chacón, Prof. Francisco Murillo Soto; Prof. Florencio Puerto (mi padre); Prof. Antonio Soto; Prof. Ramón Durán Hernández; Prof. Donaciano Reyes Posas; Prof. Rubén Garay. A ellos se sumaron las maestras de la Escuela José Cecilio del Valle; Profa. Haydeé Romero Narváez; Profa. Donatila Soto Mendoza; Profa. Ana P. Valderramos; Profa. Aurora J. Moya; Profa. Leonor Alvarado Puerto y Profa. Elsa Escobar”. (Marel Medina, diario “Tiempo”, página editorial, San Pedro Sula, 4 de octubre de 1991). Al Profesor Francisco Murillo Soto y colegas, debe Olanchito, el cognomento de “Ciudad Cívica”. El profesor Francisco Murillo Soto, fue, además, director del Instituto “Francisco J. Mejía”, de donde han egresado brillantes profesionales. Alcalde Municipal, durante varios períodos. Hubiese sido un buen diputado, pero no lo ayudó su partido. Murillo Soto fue inclaudicable militante del Partido Nacional. Murillo Soto, además, de un gran maestro fue buen escritor, utilizaba el seudónimo “Ricardo Abril”. Fundó una familia de cuyo seno surgieron excelentes profesionales, entre ellos el doctor en Medicina Aníbal Murillo Escobar, cuyo nombre lleva el Hospital de la “Ciudad Cívica”. Al Maestro Murillo Soto, lo rescata del olvido, el busto que exhibe su efigie, junto al de otros grandes y luminosos hijos de Olanchito: Ramón Amaya-Amador y Dionisio Romero Narváez; en el “Parque Morazán”, de la “Ciudad Cívica”, cuna de mis ancestros. En el “Parque Morazán”, también se erigió un busto en homenaje al Doctor Ramón Villeda Morales (no lo tiene en ninguna ciudad de Honduras; pero, Olanchito es una ciudad que ama el vibrar de la palabra hablada o escrita).

18.PEDRO NUFIO (1863-1915). Guatemalteco de origen, figura prócer de la Educación Nacional. Se sabe que lo trajeron a Honduras, las “familias bien” de Danlí, para que les educara a sus hijos. Cumplió su misión a las maravillas. Luego el Estado lo contrató. Fue director de la Escuela Normal de Varones (que llevaría su nombre). Ahí formó a una pléyade de hondureños ilustres: Rafael Heliodoro Valle (el más grande polígrafo de Honduras); Joaquín Soto (a sus 18 años escribió un libro asombroso: “El resplandor de la aurora”); Carlos Izaguirre (narrador y poeta). También formó maestros de la talla de Francisco Murillo Soto, Perfecto H. Bobadilla y otros. Le gustó nuestro país. Aquí murió. Dejó descendientes, entre ellos el ingeniero agrónomo Mario Nufio Gamero. Egresado (clase 55) de la Escuela Agrícola Panamericana El Zamorano y exministro de Agricultura. Luis Andrés Zúñiga (1878-1964), nos da del maestro Nufio, esta semblanza: “Hombre de selección, ser esencial que tuvo una sed inextinguible de sabiduría y tuvo el fanatismo de la honradez. Héroe que no fue homicida, batallador valiente que en las alternabilidades de la fortuna libró y ganó muchas grandes batallas silenciosas”.

19. VISITACIÓN PADILLA IRÍAS (1882-1960). Gracias a José González y Alexis Machuca (lamento sinceramente su viaje sin retorno); hay dilatada información sobre Visitación Padilla. Ella nació en una aldea jurisdicción de Talanga, departamento de Tegucigalpa, hoy Francisco Morazán, el 2 de julio. Nació en el seno de un hogar humilde; lo reflejan los simpáticos nombres campesinos de su padre: Hilario y más aún el de su madre: Lupárea Irías. Las circunstancias de la vida, y la realidad del país en que nació fueron dificultades que ella, con el apoyo de sus padres, supo sortear. Hizo las primeras letras en Tegucigalpa. Para ello, don Hilario, dejó Talanga y sus cultivos. Comprendió que era más importante el cultivo intelectual de su pequeña hija. Completados sus estudios elementales, viajó a remotas comunidades en un peregrinaje docente por el cual no recibía mayores alicientes económicos; pero sí, enormes satisfacciones espirituales. Miguel R. Dávila, gobernante probo como es un prócer; tuvo el coraje cívico de impulsar la educación pública, pese a las raquíticas finanzas del Estado; en 1907, fundó el Kindergarten Nacional; la joven Padilla con 25 años, se incorporó a laborar en ese centro educativo; conoce a una gran mentora: Guadalupe Reyes de Carías (a falta de datos no la incluyo en este estudio). Se convierte en guía y ejemplo de Visitación Padilla. Siempre hay quien le da un norte a nuestro existir. Según la Ley de Instrucción Pública, entonces vigente, luego de un largo trajinar pedagógico, previo examen de aptitudes, se otorgaba el título oficial. Visitación Padilla, competente para ello, se somete a las pruebas. La terna estaba constituida por 3 de los mejores maestros de Honduras: Pedro Nufio, Luis Landa (profesor de Estado graduado en Chile) y el abogado y profesor Esteban Guardiola Cubas. Cuatro horas duró la prueba. Visitación, salió bien librada. Con una sola pena: su padre había fallecido años antes de su graduación. De inmediato, entró a laborar a la Escuela Normal de Señoritas, transcurría el año 1912, gobernaba el general Manuel Bonilla, su ministro de Educación era el doctor Mariano Vásquez. Trabajó también en la Escuela Normal de Varones, donde enseñó Geografía e Historia de Honduras y Castellano. Pero su magisterio trascendió las aulas. Su magisterio fue también político, social y cultural. En 1924, se identificó con el poeta Froylán Turcios, en contra de la ocupación militar yanqui en el territorio nacional y escribió páginas candentes en “El Boletín de la Defensa Nacional”. Luchó asimismo por los derechos de las mujeres al sufragio y a ocupar cargos públicos y otras actividades que les vedaba la cultura patriarcal. Se identificó con Ángel Zúñiga Huete en su oposición a la dictadura de Tiburcio Carías. Su oratoria nada tiene que envidiarle a Dolores Ibárruri (“La Pasionaria”). Con todo, hay que reconocer que Carías la respetó. Doña Visitación, amó las letras. Son de muy buen gusto: “Contigo, Carlota”, lamentando la muerte del gran Paulino Valladares y una “Hoja de Laurel en el Sepelio”, consagrada a Rubén Bermúdez, el bardo olanchano. Además, fue autora de prólogos: Jacobo Cárcamo le confió el prólogo de su obra primigenia: “Flores del alma” (1935) y en el mismo año prologó “Voces Íntimas” a Daniel Laínez. Ella fue la primera mujer solicitada por nuestros poetas para que le prologaran sus obras. A ese nivel llegaban sus merecimientos. Con todo, subsistía de una pensión exigua. La muerte la visitó en su hogar del barrio Los Dolores en Tegucigalpa. No dejó descendencia. Gobernaba el Partido Liberal; su partido que ni siquiera emitió un “acuerdo de duelo”; fue indiferente. Sin embargo, al transcurrir los años, un grupo de mujeres luchadoras lleva su nombre: “Mujeres por la Paz Visitación Padilla”. ¡La rescataron del olvido!

20. JOSÉ TRINIDAD REYES (1797-1855). Nació en Tegucigalpa, el once de junio de 1797, en un hogar humilde. Su padre fue filarmónico y su madre ama de casa. Al llegar a la edad escolar, Reyes concurrió a la escuela de las señoritas Gómez, quienes le enseñaron a leer y a escribir y luego se inició en el aprendizaje del arte musical, bajo la conducción de su padre, don Felipe Santiago Reyes. Reyes no nació acariciado por la fortuna, de manera que, a pesar de su ardiente deseo de ingresar al Colegio Tridentino de Comayagua, no pudo hacerlo al carecer de recursos; pero un sacerdote bondadoso Fray Juan Altamirano, le enseñara la lengua latina. Queriendo ampliar sus conocimientos dispuso trasladarse a Nicaragua, solo tenía 18 años. Ingresa a la Universidad de León. Donde no tardó en captar el afecto del señor obispo Fray Nicolás García Jerez. Consolidó sus conocimientos de latín, al grado de llegar a dominarlo. Cursó Filosofía, Teología y, al mismo tiempo, se dedicó al cultivo de las Matemáticas. Después de haber hecho sus estudios de forma brillante, obtiene el título de Bachiller en Filosofía, Teología y Derecho Canónico, para dedicarse a continuación a los estudios eclesiásticos: su verdadera vocación. Tropezó con múltiples dificultades; pero encontró el apoyo del guardián del Convento de Recoletos de León, Fray Ramón de Rojas, quien lo aceptó como novicio, hasta que recibió las sagradas órdenes de Presbítero, el año de 1822. A causa de la guerra civil que estalló en Nicaragua en 1824, Reyes y sus compañeros, se encamina a Guatemala e ingresó en el Convento de Recoletos. En 1828 pidió permiso para venir a ver a su familia; el 13 de julio llegó a Tegucigalpa, y seguidamente se alojó en el Convento de La Merced, donde vivió hasta el final de su existencia. No pudo volver a Guatemala, porque al siguiente año fueron secularizadas las asociaciones monásticas, en cuenta el Convento al que él pertenecía. Espíritu inquieto, la Iglesia no atrapa del todo sus afanes culturales. Fue uno de los fundadores de nuestra Universidad en 1847, de la cual fue Rector por ocho años consecutivos. Sin apartarse de su apostolado religioso, consagró todas sus energías a la enseñanza en aquel centro docente que dotó, de una biblioteca y de una imprenta. Dio un ejemplo que no han seguido sus sucesores: escribió obras científicas: “Compendio de Física” y obras literarias, sus célebres “Pastorelas”. José Trinidad Reyes, es sin duda, la figura más insigne de la docencia nacional. Elevó la Educación a un nivel superior. Al fallecer todo un pueblo –dice el profesor Rubén Barahona- se congregó alrededor de su lecho mortuorio. Juan Ramón Molina, nuestro poeta mayor le hizo esta apología: “Que sobre su sepulcro / brille la eterna luz, / y se entrelacen siempre la lira con la cruz”.

21. JOSÉ VALENTÍN VÁSQUEZ (1890-1982). Nació en Ojojona, el 14 de febrero. Cursó la primaria en la Escuela “Francisco Morazán” de Tegucigalpa. Emprendió estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Varones, bajo la égida magnificente del Maestro Pedro Nufio; egresó en 1915. Al año siguiente se trasladó a El Salvador para trabajar en el Colegio Moderno de Santa Tecla, donde laboró hasta 1917. En esa ciudad fundó el Liceo San Luis. En 1920 se trasladó a Guatemala, donde se destaca como periodista, fue director del “Diario Nuevo”, hasta 1924. En 1931, volvió a Honduras y dirigió el Instituto León Alvarado, durante tres años. En México se casó con una joven de Tapachula, de nombre Rufina Escobar. A comienzos de 1936 se trasladó al pueblo de Tela, como director de la Escuela Mixta Luis Landa. En 1965, la APH le concedió el Premio Alejandro Castro; en 1973, la Biblioteca Nacional le otorgó el galardón Hoja de Laurel en Oro; en 1978, la Academia Hondureña de Geografía e Historia le concedió Pergamino de Gratitud. En 1979, el general Policarpo Paz García, entonces Jefe de Estado, le entregó la Orden de Morazán. Falleció en Tegucigalpa, el 5 de noviembre. Autor de: “Teatro histórico de Honduras” (1948); “Historia de la Pedagogía” (1950); “Rasgos biográficos del doctor y profesor Presentación Centeno” (1951); “Datos biográficos y algunas anécdotas del venerable maestro Pedro Nufio” (1952); “Rasgos biográficos del abogado y maestro Esteban Guardiola Cubas” (1960).

FUENTES CONSULTADAS
2. González, José, “Diccionario biográfico de historiadores hondureños”, Editorial Guaymuras, 1ª edición; noviembre 2005. Tegucigalpa, Honduras.
3. “Diccionario Enciclopédico U.T.E.H.A. (Tomo IV), Reimpresión de 1953, México.
4. Ángel G. Amador y Rafael Bardales, “Lecturas”, Imprenta Soto, 1ª edición, Tegucigalpa, julio de 1952.
5. Barahona, Rubén, “Breve Historia de Honduras”, 1943.
6. José González y Alexis Machuca, “Visitación Padilla”, 1ª edición, Ediciones Guardabarranco, agosto 2008.
7. Posas, Mario, “Monografía de la ciudad de Olanchito”, Editorial “El Jamo”, 1ª edición, 1994, Olanchito, Yoro.
8. Arévalo, Juan José, “La Inquietud Normalista”. Editorial Universitaria de El Salvador, San Salvador, 1971.
9. “Zamorano”, “70 años de servicio de las Américas y el Mundo” (1942-2012). Investigador, Escritor y Editor, Héctor A. Barletta.

Tegucigalpa, mayo del 2023