Mi partida

En aquella noche, de los últimos años de la década de los sesenta, la temperatura arreciaba en nuestra comunidad, la oscuridad hacía de las suyas, pues no había luz eléctrica, que con los, años hizo presencia, en nuestras casas construidas del antiguo adobe, se observaba que una luz, provocaba cierta claridad, que nosotros observamos con cierta curiosidad, la que consistía en un candil, que ocasionaba en casa, la claridad para los quehaceres domésticos, alrededor de la plaza, hoy desafortunadamente convertida en parque, todos los cipotes, por no decir, todos los compañeros nuestros, de la escuela Froylán Turcios, platicábamos sobre nuestros proyectos, yo me reservaba en lo profundo de mi consciencia donde se agitaba una muchedumbre de nostalgia, mi partida, en horas de la madrugada de ese día. Tanta nostalgia, sentía de mi partida, que no tuve el valor de contarles a mis compañeros. Me vine sin despedirme de nadie.

En la comunidad no habían servicios de comunicación terrestre por lo que para llegar hasta donde tomábamos una “Baronesa” así le llamábamos en ese tiempo, tuvimos que salir a las dos de la mañana, en bestia, por un camino de herradura, que a momento se convertía en un grave peligro para transitar, hasta llegar donde tomábamos el vehículo y nos trasladaba a esta capital, pagando por el pasaje, la honrosa suma de dos lempiras, bastante dinero para el momento

Ya aquí en la capital, la nostalgia que me embargaba, era de elevada suma, particularmente el día domingo, donde a mi mente venían constantes recuerdos del caballo blanco, de la vaca lechera que con mucho rigor ordeñaba, ya a la edad de doce años, pero sobre todo recordaba a mis excompañeros con quien había cursado estudios primarios, algunos de ellos excelentes estudiantes, que eran privados de superarse profesionalmente por sus escasos recursos económicos de sus padres, yo me salve de esto, debido a que mi señor padre, pudo pagar los gastos que implicaba mi estadía aquí en la capital, en un colegio oficial desde luego. Así estuvo mi partida por aquellos, años de imborrables recuerdos, donde salir a estudiar de esos pueblos, era un hecho bastante difícil.

Así estuvo mi partida por aquellos inolvidables años, ya extraviados por el tiempo, que tuvieron como escenario la alegre comunidad del paste y el almidón Soledad, EL Paraíso, mi entrañable pueblo natal.

Manuel Aguilar Palma
Periferia de San Miguel de Heredia