Despotismo político

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

Despotismo político significa que en la sociedad existen patrones de conducta de autoridades políticas que tienden a ejercer de manera absoluta y arbitraria su autoridad, irrespetando las leyes o normas internas cuando se trata de un partido o las leyes constitucionales y leyes secundarias cuando se trata del gobierno.

En este sentido, se puede asumir que el despotismo es un abuso de poder o de fuerza en el trato hacia otras personas. Y lo que refleja, es una actitud despótica que antepone el poder por encima de la razón, es decir, que la autoridad del gobernante, sea del gobierno o del partido, se coloca por encima de la legalidad.

Existen autoridades políticas que ejercen el despotismo, en consecuencia, son déspotas que abusan de su autoridad para imponer su voluntad a los demás.

Sí en el gobierno que controla Libre existe el despotismo, es porque pregona un sistema totalitario, dictatorial, absolutista o tiránico. Igualmente, puede ocurrir a lo interno de los partidos. Por ejemplo, en el Partido Nacional, existen indicios de la existencia de un sistema similar, porque sus autoridades defienden o promueven un patrón de mando vertical, absolutista y, hasta con matices tiránicos, entonces, al pregonarse la democratización, se crea una lucha interna partidaria, contraria al despotismo. Lo cual, enerva a las autoridades actuales que han caído en ese patrón de conducta.

Lo efectos del despotismo en el escenario político se aprecian al ver los hechos, unos mediante la vía estadística y, otros, en situaciones concretas. En el caso del gobierno actual, “la aceptación de la Presidente Xiomara Castro por parte del pueblo hondureño, nunca antes visto en la historia democrática de Honduras, cayó de 62% que tenía en noviembre del 2022, a 36% en junio 2023 (Martínez, A. junio 23)”. Por su parte, en el caso del Partido Nacional, se observa la proliferación de movimientos internos, demandando la renovación del partido, el cambio de sus autoridades actuales y el establecimiento de condiciones democráticas para la participación de la base social mayoritaria, en las tomas de decisiones que implique la conducción del partido.

Tal parece que, en la sociedad política hondureña, estamos enfrentando un despotismo caciquesco heredado de tiempos pretéritos, asociado al medio rural, cuando los terratenientes se constituyen en los líderes políticos más influyentes. Hoy en día, muchos de los líderes que controlan el poder de Estado o del gobierno del partido político, imponen patrones despóticos del tipo terrateniente rural.

Contrario al despotismo ilustrado que se produjo en Europa, hoy por hoy, en Honduras estamos observando un “despotismo ordinario” que no brinda empuje alguno para desarrollar la apertura democrática y menos para una cultura política que ilumine, la transformación cultural que estamos anhelando. Vemos más bien, la hegemonía de un patrón político que promueve el lema “de todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. El “despotismo ordinario” que vemos en la actualidad en Honduras, se enmarca dentro de un absolutismo cuya ideología no es basada en ideales del tipo de la ilustración, más bien en una ideología de consolidación del Estado botín, la corrupción, el abuso de poder, la impunidad y la continuidad del poder de elites malévolas en el poder.

Entre las consecuencias del “despotismo ordinario” que prima en Honduras tenemos el irrespeto a la ley, a la presunción de inocencia que se supone tienen todos los ciudadanos, el oscurantismo indignante, detrás del cual, se esconde la compra de conciencias para mantenerse en el poder, el electoralismo borrego, cuya estrategia, es promover línea proselitistas que aseguren la movilización del nacionalismo para seguir con el mismo patrón vertical autoritario que, no contribuye, a la inclusión democrática de las bases mayoritarias en la conducción del partido.

Es difícil vencer el “despotismo ordinario” que impone el gobierno de partido actual, que habla de democratizar su estructura organizativa del “diente al labio”. Y que pretende encantar a sus bases con la postura de que, en las elecciones internas transparentes, se va a lograr el cambio, cuando se sabe objetivamente, que en la práctica política proselitista, domina el poder económico de los que concentran capital y mantienen alianzas con elites económicas que, están a favor del interés político de los déspotas ordinarios que controlan la organización partidaria.

En fin, para reconquistar el poder de gobierno que controlan los déspotas ordinarios de libre, “el Partido Nacional en la actualidad debe darle prioridad al cambio interno, renovar su cúpula y abrir los espacios para que venga gente nueva a participar en igualdad de condiciones (Espinal Ferrufino, Dennis, junio 2223). Sin limpieza en casa, la opción de triunfo en contra del “despotismo ordinario” no será posible, porque despotismo contra despotismo resulta a la larga en tiranía.

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