Por: Cnel. de Av. ® José A. San Martin F.
Mucho se ha dicho sobre la responsabilidad de la Policía Nacional (PN) en la función o labor que realiza, y más sobre la participación de las Fuerzas Armadas (FFAA) a través de su Policía Militar de Orden Público (PMOP), que se trató de crear como una institución independiente pero no se logró, terminó siendo parte orgánica de las FFAA con el fin de apoyar las operaciones de la PN en sus aplicaciones constitucionales. Lo que aún no se ha definido, es si la PMOP es o será una institución de carácter permanente en el desempeño esta función. Desconocemos si nuestras unidades militares, en las tres fuerzas, aun poseen sus pelotones de policías militares para actuar como tales al interior de las barracas, o utilizan a la PMOP para este propósito. En este sentido, conocemos el interés de organismos internacionales y países como los EEUU., dedicados a promover la desmilitarización de la sociedad en naciones que, como el nuestro, mantienen personal militar en las calles, realizando la función policial.
No son desconocidas las diferencias que han surgido entre la PN y la PMOP mientras ejercen ambas las mismas tareas; aunque se diga que es no es así, la realidad es otra. El celo entre policías y militares, en el campo operacional o en las calles, existe indudablemente; habrá casos en donde dicha labor es apropiadamente coordinada. Sin embargo, las diferencias continúan y seguramente crecen. En una oportunidad, y de esto fui testigo, un retén policial, ubicado en un tramo de la calle que viene del cementerio San Miguel Arcángel hacia la aldea Las Casitas, detuvo a un vehículo pick- up que se sobrepasó, con exceso de velocidad, la fila de autos que pacientemente avanzaban uno tras otro a baja velocidad. Cuando el conductor del vehículo bajó el vidrio de su ventanilla, el funcionario policial encargado se dio cuenta que se trataba de un militar, lo dejó pasar sin llamarle la atención y mucho menos emitirle una esquela por la infracción cometida. Al pasar al lado del policía encargado, dos vehículos atrás, pude ver y escuchar que el agente de tránsito, molesto, le decía a su compañero: “Estos chafas se creen la gran…” le pregunté el porqué no lo había reprendido. Su respuesta: “De nada sirve porque no les hacen nada”. Este es solo un ejemplo de los muchos que a diario suceden en todo el país.
Con este breve preámbulo, quisiera referirme a otra situación que es perceptible por la ciudadanía. Para abordarlo haré referencia a cierta frase expresada por un compañero, expolicía de alta graduación: “… pero que sea la Policía de los hondureños, …”. Esta frase hace pensar, muy sutilmente, que hay otra Policía que no se dedica a servir y proteger a la población, sino a un sector particular de la población.
Lamentable decirlo, pero una gran parte de la población así lo considera, que la PN no trabaja lo suficiente en velar por la seguridad ciudadana, porque tiene otras asignaciones complementarias como custodiar a las familias de jefes, de funcionarios de los tres poderes del Estado, vigilar instalaciones diplomáticas y a sus funcionarios acreditados en nuestro país, etc., restringiendo sus capacidades operacionales. Esta actividad debe ser reciproca únicamente con los países que cuidan a nuestras embajadas y el personal hondureño asignado a ese país. Para esto la PN debe tomar las previsiones pertinentes con una sección de la Policía dedicada exclusivamente a este menester.
A la Policía se le exige cumplir con sus obligaciones constitucionales, sin embargo, se le limita enormemente poder cumplir a cabalidad su función policial de servir y proteger, principalmente a la población en general. Todas las instituciones estatales y privadas están obligadas a apoyar a la PN en buscar su eficacia y eficiencia, porque se le ha dejado sola para que por sí misma resuelva sus problemas, que, a mi criterio, debe ser el logro de la calidad y profesionalización de su personal. Personalmente considero complicado y muy difícil encaminar a nuestras instituciones armadas a un nivel de total depuración, especialmente la Policía Nacional, cuya función es fundamental y determinante para mantener un país tranquilo, seguro y feliz. Muchos y variados son los factores que inciden negativamente para que la PN se gane la plena confianza de la población. Sabemos de los esfuerzos que se realizan en este sentido, sin embargo, muy poco hacemos para realmente fortalecerla. Igualmente conocemos la calidad de muchos de sus oficiales, activos y en situación de retiro, que hacen honor con su conducta de ser y haber sido miembros de la PN. Ellos deben ser considerados para plantear sus opiniones y criterios con el objeto de colaborar con los actuales mandos policiales para tomar las mejores decisiones en beneficio de la Policía Nacional.
Con lo expuesto, solo queremos llamar la atención a quienes les corresponde tomar las medidas pertinentes para que nuestra Policía Nacional goce del apoyo, la confianza y el cariño del pueblo hondureño.
**Excomandante general de la FAH, y licenciado en CCAAMM.