Por: Otto Martín Wolf
Quizá, escandalizados, admirados o simplemente indiferentes, no nos damos cuenta de que estamos en presencia de uno de los más extraordinarios fenómenos políticos de todos los tiempos.
No voy a meterme en el espinoso laberinto de juzgar si es culpable o inocente; creo que nadie -ni él mismo- puede desentrañar el fondo de las cosas.
Pienso que dentro de algunos años llegará el momento en que los historiadores tratarán de explicarse qué fue lo que sucedió, el porqué de la fascinación de los Estados Unidos con un hombre que se ha comprobado es capaz de decir cinco mentiras con solo pronunciar cuatro palabras.
Veamos qué podemos sacar en claro: Entre sus simpatizantes más fanáticos se encuentran las mujeres… sí, las mujeres.
Casado tres veces, tiene hijos con tres mujeres y ha declarado públicamente que “cuando se es una celebridad se puede manosear a cualquier mujer sin tener ningún problema”.
¿Lo aceptan las mujeres? Sí. Y también perdonan que haya sido encontrado culpable de violación en una corte de justicia y de haber pagado más de cien mil dólares a una prostituta para que guardara silencio sobre una aventura que mantuvo con ella mientras su más reciente esposa estaba embarazada; todo esto probado en los tribunales.
Perdió algún porcentaje de aprobación entre las mujeres (y los hombres)? Noup.
Es más, durante el juicio le dijo a una fiscal que él no había violado a la mujer en cuestión pues no era de su tipo, “ni tampoco usted”, agregó -refiriéndose a la fiscal que lo interrogaba; sin ninguna consecuencia entre sus simpatizantes.
Cómo las mujeres pueden apoyar a alguien que se comporta y expresa así?
Inexplicable.
Su empresa (The Trump Organization) fue encontrada culpable de fraude por la oficina de impuestos (IRS) y condenada a pagar una enorme multa, cosa que tampoco movió su porcentaje de aprobación entre la gran base de sus simpatizantes del Partido Republicano.
La ciudad de New York prohibió hacer negocios con toda la familia Trump a raíz de ese escándalo.
Una de sus colaboradoras (Kellyanne Conway) dijo una vez que Trump podría matar a alguien en plena calle y que no perdería ni un voto… parece que la mujer tiene razón; nada le afecta, absolutamente nada, sin importar el tamaño de la mentira o lo escandaloso de la ofensa.
Es un hombre que en una de sus primeras declaraciones como político dijo que “todos los mexicanos son violadores y delincuentes”; la carrera de cualquiera hubiera terminado ahí.
Es un político que se refiere a sus contrincantes con apodos degradantes y que insulta terriblemente a todo el que se le cruza en el camino; sus seguidores más bien se lo celebran, cosa que no perdonarían a nadie más.
Nunca ha existido en los doscientos y pico de años de los USA nada parecido.
Cierto que ha habido mentirosos (Nixon, Clinton y hasta el mismo Biden) pero jamás del calibre de Trump.
Qué diablos les sucede a los norteamericanos que en, un momento determinado de su historia, no entendieron o no quisieron creer la clase de persona que era su líder… o que quizá no les importó.
No lo entiendo, son los mismos norteamericanos que han luchado incansablemente por los derechos civiles, a favor de la diversidad sexual y, sobre todo, a favor de la libertad, la justicia y la democracia.
Cierto que aún existe un poco de racismo, pero ya eligieron y reeligieron un presidente negro, así como muchos gobernadores, alcaldes, senadores y congresistas; qué les pasa con Trump, un hombre que -indudablemente- tiene en su mente la supremacía blanca?
Sus hordas atacaron el Capitolio tratando de violentar el resultado electoral en la peor amenaza a la democracia que ha tenido ese país en su historia, muchos de ellos fueron procesados y sentenciados, Trump aún no ha sido tocado por esa insurrección, inspirada por él mismo.
Finalmente, cuando dejó la Casa Blanca se llevó una serie de documentos secretos (cosa prohibida por la ley) y los almacenó en su casa, en bodegas, baños y hasta en un teatro público en su complejo turístico Mar-a-Lago; cierto que está siendo juzgado por eso, quizá sea encontrado culpable, pero no perderá ni un voto.
No lo comprendo, creo que nadie lo podrá comprender jamás.
Quizá el verdadero problema que enfrentarán los historiadores no será entender a Donald Trump sino al pueblo norteamericano.