El problema agrario del momento

Rafael Delgado

A pesar de la tendencia global que le ha quitado peso a las actividades agrícolas, sustituyéndolas con un incremento fuerte de los servicios y la manufactura, aún el campo es importante e imprescindible. De allí depende el bienestar de los habitantes de las zonas rurales. Además, de allí se originan los alimentos y las materias primas para los demás sectores económicos. Por ello los descuidos deliberados y por ignorancia de los gobiernos, resultan muy caros en términos económicos y sociales. Su ausencia en las estrategias de país, se pagan con más pobreza, migración irregular y violencia.

En Honduras también se ha descuidado el campo. Prueba de ellos son los abundantes indicadores que presentan una situación calamitosa en los procesos productivos, así como en el bienestar de la población directamente involucrada en esas actividades. Según la información que publica el Instituto Nacional de Estadística, la pobreza está presente en la gran mayoría de los hogares rurales; visita a estos hondureños diariamente en mayor grado que en las ciudades.

Pero ya no son solamente los terribles errores del mismo sistema económico que gravitan pesadamente sobre la gente del campo. Además, están los fenómenos climáticos que agregan un elemento más a la ya muy complicada situación. Los cuadros recurrentes y en aumento de destructoras inundaciones que arrasan con todo, o del inclemente calor que seca cualquier planta y mata cualquier ser vivo nos recuerdan entonces esa complejidad en ascenso que requiere cada vez más de políticas públicas efectivas y de actores sociales a la altura de las circunstancias.

Dentro de esa complicada maraña de problemas en que se encuentra la agricultura hondureña está lo que se ha hecho llamar la inseguridad en la tenencia de la tierra. No hay certeza sobre la propiedad, que debe estar apoyada en registros públicos confiables. Mientras los que la poseen afirman ser dueños de la misma, otros que no la tienen afirman ser los verdaderos propietarios. Pero lo peor es que la incertidumbre se mantiene en el tiempo, sin que nada importante se ejecute para zanjar las diferencias y llegar a sentencias apegadas a ley. El poder y la influencia política es la que define en muchos casos a quién le pertenece la tierra y a quién desalojar. Mientras tanto el país cosecha muertos, desplazados y paralización de las actividades económicas.

A ello hay que agregarle la incapacidad de las autoridades de abordar la problemática de la pobreza en el agro con políticas estructurales. Promover el acceso seguro a la tierra a sectores del campo que no tienen nada, que son sumamente vulnerables y que en todos esos procesos de expansión de la agroindustria resultaron perdedores, es una deuda que sigue creciendo en Honduras. Habrá paz y bienestar en el agro si se apoya sin mezquindad con políticas públicas diseñadas con criterios de justicia y de eficiencia a esos miles de pequeños productores para que sean dueños de la tierra y exitosos productores.

En días pasados, se ha escuchado que se ha establecido una Comisión de Seguridad Agraria y Acceso a la Tierra que deberá trabajar para definir la situación de alrededor de 36 mil manzanas que están tomadas. Ya algunos sectores, que han estado cerca de esas situaciones, advierten que desalojando a los llamados invasores con fallos judiciales y apoyados por la policía solamente resolverá momentáneamente la crisis para el sector agroexportador, pero con ello no se abordará la raíz del problema. Claramente es necesario que se reactive la dotación masiva de tierra a sectores que la requieran, acompañada de formación en prácticas agrícolas sostenibles y en emprendimiento, en iniciativas fuertes de acceso al crédito, a los mercados y a la tecnología. Es decir, lo que se requiere son acciones contundentes, no para tranquilizar la situación de algunos; sino movimientos complementarios de diferentes instituciones públicas para que el problema agrario del país entre en un nuevo capítulo en la historia económica del país donde los habitantes del campo se vuelvan dueños de sus tierras y exitosos productores.