Lecciones de China para Honduras y Libre

Óscar Lanza Rosales

Como lo manifesté en un artículo anterior, uno de los cambios decisivos que impulsó el gran reformador de la China que tenemos hoy en día, Deng Xiaoping, fue el factor meritocracia, tanto en la admisión de miembros en el Partido Comunista Chino (PCCH), como en la burocracia gubernamental.

El PCCH es muy selectivo en la admisión de nuevos miembros. Además de exigirles a los solicitantes, un compromiso a los principios y recomendaciones de miembros del partido, antecedentes limpios, experiencia de trabajo social, los interesados tienen que demostrar un buen rendimiento académico o laboral -con habilidades y capacidades destacadas- mediante un proceso de evaluación y selección riguroso.

En su gobierno, Deng introdujo el sistema de méritos. Abogó por el principio de “dejar que los expertos desempeñen un papel importante” y fomentó la idea de seleccionar a los funcionarios, en función de sus habilidades y méritos, en lugar de su origen social o afiliación política.

Bajo este sistema, se establecieron mecanismos para identificar a los candidatos más capaces y competentes. Y se crearon programas para capacitar y mejorar las habilidades de los funcionarios públicos, lo mismo que el desarrollo de una educación superior de calidad, que permitió formar a expertos en campos como la economía, la política, la ciencia y la tecnología.

El PCCH ha jugado un papel importante en la formación de estos cuadros, y la afiliación al partido se ha considerado como un requisito idóneo para avanzar en la carrera política.

Sobre el capitalismo socialista chino, me parecen interesantes sus concepciones de gobernanza y democracia.

En un artículo de Wang Hairong, “Avanzar en la gobernanza basada en la ley” es un requisito esencial para el socialismo chino -según él- para garantizar una legislación sólida, estricta en su aplicación, imparcial y de cumplimiento para todos.

Según Hairong, la gobernanza así concebida, está centrada en el pueblo (sus intereses, derechos y bienestar) y la adhesión irrenunciable a la constitución, para lo cual se estableció el 4 de diciembre como Día de la Constitución, la obligación de los funcionarios de jurar lealtad a la misma al tomar posesión de su cargo y un sistema de inspección, para garantizar que se cumpla, lo mismo que todas las leyes y reglamentos.

Además, el Legislativo ha incorporado el concepto de Democracia Popular en todo el proceso de elaboración de la ley: El pueblo puede ser escuchado en todas las etapas, incluyendo la redacción, deliberación y su aprobación, a fin de garantizar que la legislación refleje su voluntad.

China aspira a que, con las reformas en el ámbito judicial, fiscal y de seguridad pública, se garantice la imparcialidad, integridad y eficiencia, en la aplicación de la ley y la labor judicial.

Con relación a democracia, el analista chino Koh King Kee, en su ensayo “Ese valor llamado democracia”, habla de sus bondades, pero considera que lo malo es que la sociedad occidental -en especial Estados Unidos- se han apropiado como que fueran sus dueños, y han establecido los criterios para defenderla y lo que deben hacer los demás para seguirla, cuando en la práctica se aprecia que la democracia occidental sufre de muchos defectos en comparación con la China.

Según King Kee, la política de partidos es inherente a la democracia occidental, donde el ganador de una elección general suele llevarse todo. Los conflictos entre partidos son difíciles de reconciliar y los intereses de la minoría a menudo se pasan por alto. Hay manipulación y compra de votos. El partido gobernante puede aprovechar su titularidad para prolongar su mandato. Los políticos explotan a su favor, el populismo, el racismo y el manosea, con el fin de dividir y destrozar a la sociedad para obtener votos.

Mientras que en China, la democracia se conceptualiza como un proceso completo -agrega King Kee- con amplia y continua participación del pueblo, con el objetivo de lograr una vida mejor para todos.

La democracia popular en China se centra en la creación de consensos, en contraste con la negociación prolongada de los grupos de interés en Occidente, para llegar a una decisión. En China, la democracia es electoral y consultiva. Un modelo más sólido, ya que los participantes provienen de todos los ámbitos de la sociedad -no se limita a un pequeño grupo- y el ciudadano además de tener el derecho a votar, tiene una amplia participación en la toma de decisiones y la gobernanza del país.

Ojalá los hondureños, en particular los de Libre: ¡Comprendamos esas ideas de meritocracia, gobernanza y estilo democrático de los chinos!

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