China y Honduras

Por: Carlos López Contreras*

En un artículo anterior, “Igualdad universal de la pobreza” hacíamos la sugerencia que en el período1976-80 Honduras seguramente tendría un ingreso per cápita mayor que el de China. En esa época Honduras contaba 3.3 millones de habitantes y China 800 millones. Al parecer, la relación en esa época era de US $ 356.00 para Honduras y US $ 150.00 para China.

Partiendo de esa comparación, podemos preguntarnos, ¿qué ocurrió en China? Y ¿qué no pasó en Honduras?

Ya decíamos que con la muerte de Mao Zedong, se le puso fin a la revolución cultural y se descartó el socialiasmo por producir hambrunas, miseria y muerte, y se optó por ensayar la economía de mercado; se le llamó “comunismo con características chinas” o una China con dos sistemas.

Los nuevos líderes chinos se abrieron a la economía de mercado que solo puede funcionar a base de la iniciativa privada, respeto de la propiedad privada y apertura comercial internacional.

China, con una inmensa población y numerosos puertos, decidió emular las economías de Occidente y estableció 4 zonas económicas especiales, Shenzhen, Zhuhai, Shantou y Xiamen, provistas de regímenes especiales para atraer la inversión, junto a las nuevas tecnologías.

Comenzaron por Shenzhen, donde los inversionistas de Hong Kong trasladaron sus industrias porque podían producir con igual calidad a menor precio, con regímenes especiales. El gobierno chino fue consistente; una vez otorgados mantuvo con firmeza los regímenes especiales porque formaban parte del magnetismo para las nuevas empresas productivas con tecnología avanzada.

La experiencia de Shenzhen se regó como pólvora por el mundo. A China migraron empresas europeas, de Estados Unidos, México, de Japón, Korea, Taiwán, etc. Se afirma que en esa época el secretario provincial de Cantón, donde se ubicó la zona económica de Shenzen fue decisivo en el establecimiento del nuevo régimen especial.

El gobierno chino, con una concepción estratégica clara y consistente hizo crecer su economía a niveles sin precedentes en 20 años, por medio de la inversión productiva extranjera y, en los siguientes 20 años se convirtió en la segunda economía del mundo.

¿Qué podemos aprender de esa experiencia china?
Los hechos hablan por sí solos: un Estado con una política económica consistente, que dispone de una mano de obra eficiente, disciplinada y barata; que establece zonas económicas especiales con incentivos para la inversión productiva; que incentiva el aprendizaje del inglés para facilitar el trabajo y los negocios; que promueve la formación de una nueva clase profesional china que conoce todos los secretos de las economías de mercado y los aplica en su país; un Estado que invierte en una estrategia global de infraestructura energética para sostener las nuevas inversiones (la nueva locomotora industrial y comercial del mundo), puede levantar un país en pocos años.

No debería extrañarnos que China rechazara el socialismo; no debería extrañarnos, pues China por varios siglos fue un pueblo industrioso, campeón de los negocios internacionales. Piénsese en la ruta de la seda que abastecía a Europa de los productos refinados de Oriente y que hoy replica en una versión del siglo XXI, recobrando su papel en los negocios del mundo.

La experiencia señalada, infortunadamente no se aplicó en Honduras. Aunque comenzamos con las zonas industriales de procesamiento en 1989-90, los sucesivos regímenes especiales no fueron observados como mandaba la ley; hubo manipulación política en perjuicio de los inversionistas; la inseguridad jurídica con relación a los regímenes especiales fue una señal peligrosa, que se comunicaron entre sí los inversionistas. Los regímenes especiales existieron bajo gobiernos nacionalistas y liberales, incluyendo el del expresidente Manuel Zelaya Rosales y ninguno pensó en quitarlos. Pero en adición al incierto clima de inversión, Honduras presentó problemas por la extorsión, una Policía poco eficiente o tolerante, las tomas de carreteras que impedían la exportación normal de las mercancías; las invasiones de tierras que destruyen el respeto a la propiedad privada; en Honduras, con cada nuevo gobierno, sus dirigentes piensan que todo lo anterior no es funcional; que hay que refundar el país; que hay que cambiar las leyes dejando un sistema legal de difícil aplicación por sus lagunas y contradicciones, además del imperio de la arbitrariedad de quien ostenta el poder.

Durante los últimos 50 años, la empresa pública de energía eléctrica prácticamente ha hipotecado al país, con resultados catastróficos: los apagones están a la orden del día, junto al estado de excepción permanente, sin efecto perceptible sobre la delincuencia que ha aumentado las masacres; las tomas de carreteras, de los centros de salud y otras instituciones del Estado, proyectan una mala imagen para la inversión y, como si fuera poco, de nuevo se propone una asamblea constituyente, posiblemente al estilo de Hugo Chávez, para perpetuar un grupo fáctico en el poder.

Lo impactante de esta comparación es que mientras China optó por la economía de mercado para crecer en la industria, el comercio y desarrollar su poder suave en el mundo, así como disponer de los recursos para su desarrollo militar y de inteligencia, Venezuela y otros países que siguen aferrados al socialismo, dilapidan las riquezas que Dios les dio y se convierten en dependientes de otras potencias.

Quiera Dios que Honduras siga el modelo chino de desarrollo que consiste en atraer la inversión productiva de la misma China, Estados Unidos, Europa y otros países. Pero hay que respetar la propiedad privada, terminar con la ola de criminalidad, enfrentar el problema de la ENEE, poner en orden a quienes se toman las carreteras y las instituciones del Estado.

Es un trabajo duro que, en mi opinión, solo puede ser cumplido por un pacto nacional, no por un gobierno que no pudo sostener su respaldo popular, ni la alianza sin la cual hoy no sería gobierno, sino que oposición.

Dios salve a Honduras.

*Ex Canciller de la República.

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