Por: Óscar Armando Valladares
“No conozco Cuba, pero me la imagino”, decía uno de los nuestros hace muchos años, atraído quizás por su historia, su apóstol José Martí y tantos otros aspectos que aureolan a la admirable nación antillana. Lo mismo profiero yo: No conozco China; sin embargo, estoy al tanto de facetas de la República Popular -su gigantez poblacional, su desarrollo, sus avances científicos y tecnológicos, su poder y fuerza de potencia influyente al nivel de Estados Unidos-. Ahora que el gobierno hondureño ha inaugurado relaciones diplomáticas con Pekín, crece más la importancia de saber más acerca de su haber y disposición cooperativa.
Como aquí los intereses creados suelen poner en entredicho todo lo que “no conviene”, han salido voz en grito a protestar ante la decisión de buscar nuevos mercados y otras fuentes crediticias, por de pronto en la inmensa plaza asiática con la que desde hace tiempo existen nexos comerciales. Y la visita de la Presidenta Castro al distante país, lejos de considerarlo un acontecimiento histórico provocó el hormiguero de la oposición, a la cual el régimen de JOH colmó sus apetencias y, por lo mismo, no le perdona al voto ciudadano haberlo sustraído de los poderes públicos que arbitraba a placer.
La escasa bibliografía sobre China tuvo su punto de inicio en 2019. Bajo el sello editorial del Centro de Documentación de Honduras (Cedoh), circulo la obra “El modelo económico chino, ¿el futuro de la humanidad?”, del experimentado ensayista Rodil Rivera Rodil. En la presentación de rigor, el Cedoh puntualizó que el texto busca poner en el debate el llamado “fenómeno chino” y su influencia que “puede y debe tener sobre la región centroamericana y Honduras en particular”, por cuanto lo que acaece en el mundo “esta tan intrínsecamente vinculado, que el aislamiento y la visión tribal son cada vez menos posibles y más perjudiciales”. Adiciona que a pesar o en contra de quienes en Honduras “quisieran seguir viviendo en una burbuja, lo cierto es que el país también gira y gira, arrastrando por las corrientes del comercio mundial y sometido a los vaivenes de los bloqueos y alianzas económicas y políticas que se tejen internacionalmente”.
El estudio de mérito enfoca los temas: La China de hoy, El sistema político, La estrategia global china, Fundamentos teóricos y antecedentes históricos del modelo chino, abordados objetivamente y enriquecidos con citas reveladoras por ejemplo, del longevo de Henry Kissinger, quien a despecho de sus convicciones procapitalistas, no puede menos que reconocer ciertas diferencias y ventajas de China en relación con EEUU, como cuando sostiene que la excepcionalidad estadounidense es propagandista, mientras la china es cultural, o cuando establece que la competición clave entre ambas potencias “será probablemente más económica y social que militar”.
En sus observaciones y consideraciones, Rivera destaca que en el “resonante éxito del modelo”, puesto en práctica por China, han concurrido múltiples factores, entre ellos: “su milenaria cultura de paciencia, reflexión y prudencia, la gran capacidad de sus dirigentes y, quiérase o no, la ideología (socialista) que le sirve de guía, sin olvidar su particular idiosincrasia, en la que el sentido de lo práctico es primordial”. Sobre su influencia, particularmente en los países subdesarrollados, estima que el predominio que ejerza “en los países pobres será más favorable que perjudicial” le convendrá “ayudarlos a librarse de la pobreza, lo cual obviamente redundará en su propio beneficio, algo que nunca entendieron las potencias de Occidente”. Recalca, empero, que “los movimientos y partidos de avanzada no deben cejar nunca en su lucha por las transformaciones sociales. Si la abandonan, perderán su razón de ser. Y si lo que hace China ayuda en algo… ¡Bienvenida sea!”.
Confiada con mucho tacto la responsabilidad diplomática al científico Salvador Moncada -al que ya la intransigencia le endilgó improperios-, nuestra embajada en Pekín a buen seguro descollará y será el punto de enlace del gobierno en sus relaciones y acuerdos con la tierra de Confucio y Mao, en las que -además de lo económico y comercial- el campo de la cultura habrá de tener subrayada importancia, para bien de tantos jóvenes urgidos de nuevas fuentes formativas y, de seguida, laborales.