¡El hombre vive lleno de contradicciones!

Por: Gustavo Adolfo Milla Bermúdez

Hubo un hombre que quiso asegurarse un lugar en la historia. Fundó una cuasi filosofía llamada “Justicialismo”, cuyo principio se basaba en mantener equidistantes a los cuatro motores dialécticos de la historia, (idealismo, materialismo, individualismo y colectivismo), como tercera posición, como la calificó, entre comunismo y capitalismo. En realidad, careció de base ideológica, lleno de convicciones empíricas: por este hecho ocupa un lugar en la historia.

Yo quiero figurar ante la historia en el mundo de las letras y la literatura como un amigo-hermano que con mi pluma defenderé los derechos fundamentales individuales y colectivos de la sociedad en la que vivo. Yo desprecio y odio aquellos que violan los derechos humanos y lo vuelven un drama en dos actos y un episodio. Son unos malvados y pecadores que no quieren arrepentirse aun sabiendo que son crímenes que cometen con sus malas acciones.

La filosofía de la muerte nos dice que el enemigo no es enemigo hasta cuando no se le da el abrazo mortal y cambiarle la risa por la mueca de la muerte.

El hombre vive un mundo de contradicciones, lleno de doctrinas dogmáticas utópicas de diferentes criterios filosóficos que adoctrinan con carácter sociológico y psicológico de políticas sin lógica intoxicándolo de valores absurdos con vicios que se desprenden de seres que no tiene conciencia ni de su propio destino.

Los políticos demagogos, flamígeros y estrafalarios que destrozan el alma y sentimientos de los pueblos. Esos son los doctrinarios de izquierda, socialista-comunistas retrógrados y trasnochados sin parangón ante la historia.

Si no educamos y tenemos un programa como nervio y guía de carácter pedagógico y que tenga contenido sin doctrinas filosóficas-comunista. Con un acatamiento a las creencias religiosas. Es muy importante que el hombre crea en Dios, pues ese el gran conflicto que olvidamos a Jehová. Hagámoslo respetando el credo ajeno y es reafirmar el propio credo. La educación es la base del desarrollo de todo pueblo, debe ser la mística popular de cada departamento. Se debe formar la personalidad hacia un sentido orgánico de la educación. No el estudiante para la cultura sino la cultura para la individualidad. No para Tegucigalpa, el falso país de los “Doctores”. Hay que respetar la honra ajena. El presidente del Congreso Nacional espurio, Luis Redondo, quiere deshonrar a los diputados del Partido Liberal. La obra doctrinaria liberal está en peligro. No cederemos a esa vulgar reacción. Señores diputados correligionarios liberales abran bien los ojos y cierren la boca para que no les den veneno esos sátrapas más audaces que la miseria humana.

Me he encontrado con un gobernante que es católico y práctica la filosofía cristiana y está de acuerdo que se casen las mujeres “lesbianas” y los “gay”, entonces no conoce la palabra de Dios. Doy cuenta que tiene el Evangelio y lo práctica por negocio político, pues tiene el infierno por ganancia. De qué sirve el intelecto, cuando sin sabiduría se hace lo incorrecto. La sabiduría es la habilidad mental, de circunstancias diversas y resolver de manera oportuna y eficaz.

La geopolítica de hoy está más en juego que nunca, estamos amenazados hacia una guerra mundial. Es crisis de carácter ideológico y comercial entre potencias y nace la guerra fría donde practica la hipocresía con frialdad, sin moral y ética. Los valores del hombre tienden desaparecer.

En la clásica diplomacia es cuando se necesita un buen canciller que debe conocer para nombrar y elegir un embajador al que tenga conocimiento y sepa interpretar las señales, el semblante y los gestos; puro de costumbres, incorruptible, hábil y de familia ilustre.

Esos son los méritos de un embajador u otros rangos diplomáticos, tiene que ser afables, puros, diestros, de buena memoria, prácticos en lugares y tiempos. Entrepisos y elocuentes. Las poderosas armas de diplomacia son: la persuasión, la sagacidad, la cautela y la sabiduría. Que hablen concretamente de diplomacia.

Así son las figuras protagónicas que resaltan con acrisolada grandeza histórica. Eso es ser inmortal. ¡Es quedar en los anales y páginas de la historia!

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