¡Salven a Xiomara, la Presidente!

Juan Ramón Martínez

Cuando eligieron a Xiomara Castro para presidir el Ejecutivo, tomaron una decisión desesperada. Frente a la crisis -que no viene de 2009, sino que desde el 3 de octubre de 1963- creyeron que esta dama, además de haber logrado la proeza de derrotar al Partido Nacional y sacar del escenario político a JOH, podría conducir al país, por una ruta diferente. De repente, se pensó más en lo primero; y que, después del gobierno nacionalista, cualquiera cosa sería mejor. A casi un y medio después, descubrimos que estaban equivocados, porque el gobierno de Xiomara Castro, no es mejor que el de JOH; y en un aventurismo peligroso, conduce al país por un sendero que, otros que lo han intentado, han fracasado. Porque ya todos lo sabemos, a la crisis heredada, Xiomara Castro y su gobierno, la alimentan y amenazan a llevar al país al caos, la confrontación generalizada, desde una polarización política desconocida hasta ahora y manejado por un partido y los grupos que los integran que, fuera de sus excusas y su discurso rencoroso, tienen en común, la incompetencia en el manejo de los asuntos públicos. Y una nula disposición para entender que, gobernar es además de concertar, con todas las fuerzas de la sociedad civil, convencer a los electores que se trabaja para ellos y solamente para ellos.

Nunca, en ningún momento de la historia del país, habíamos tenido un gobierno de partido como el actual. Por ello, Xiomara Castro no exhibe la figura de un gobernante responsable, sino que quien desempeña las tareas es su marido y asesor Manuel Zelaya; que, al margen de sus virtudes políticas, no tiene talante de buen administrador; y menos, imagen de un hombre de estado. De allí que, Libre, haya integrado un gabinete de improvisados, personas poco representativas, miembros de facciones en que está integrado; y de escasa experiencia gubernativa. Apenas, este gabinete, muestra algunas manifestaciones familiares las que, son las únicas en las que Xiomara Castro ha logrado imponerse a la lógica de partido ganador que, por tal razón, tiene derecho a hacer con el gobierno lo que les da la gama. De allí el nepotismo, el irrespeto a la ley y la tendencia a imponernos, una dinastía familiar, peligrosa e inadmisible por toda la clase política. Los resultados: rompimiento de las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo; política exterior unipartidista, -peligrosa e impopular-; estrategias económicas que ahuyentan la inversión nacional y extranjera; inseguridad jurídica que acrecientan el desempleo, la pobreza y la miseria; irresponsable manejo del tema sanitario; seguridad ciudadana sin resultados para controlar la desbocada delincuencia; y una propuesta educativa y cultural insatisfactoria, incapaz de crear esperanza popular y confianza que, quienes dirigen el país, tienen un norte y un puerto esperanzador en donde atracaremos, después de esta crisis que casi nadie puede soportar.

Pero lo más grave de todo, es el discurso autoritario que prevalece en el Partido Libre y que ha penetrado en las intervenciones de Xiomara Castro, instrumentalizándola. El autoritarismo, el rechazo de la democracia y el continuismo, son obvios. Es evidente que los partidos se sienten amenazados, y entonces ven hacia las Fuerzas Armadas -garantes de la sucesión presidencial- y al sistema electoral. La exposición publicitaria del hijo de la gobernante, hace creer que tienen intenciones de ganar las elecciones en forma indefinida. Y que buscaran imponer cada cuatro años, a un miembro de la familia Zelaya. Y finalmente, los últimos acontecimientos: invasiones de tierras, operación irregular del Congreso, denuncia de Gabriela Castellanos, renuncia de Orellana Mercado, y revueltas y crímenes en las cárceles, hacen pensar que el gobierno está a punto de caerse, atrapado en sus vacilaciones; y, enredándose en sus piernas, empujado por sus internas contradicciones.

Como la caída del gobierno actual no es útil para nadie -excepto para Libre y sus apasionados anarquistas-, surge la necesidad de salvar a Xiomara Castro como gobernante elegida por los hondureños. Para lo cual, se requiera que ella, desee ser salvada. Que tome el mando del Ejecutivo y que, cambie el gabinete; y, desde un nuevo discurso conciliador, propicie un reencuentro general, de modo que los electores, empujemos en la misma dirección. Por supuesto, prescindiendo de Libre y de su coordinador que, debe dejar de dirigir los asuntos de la administración. Enviándolo al exterior.