Por: Juan Ramón Martínez
La gravedad de la situación, -la más peligrosa de la historia-, requiere posturas valientes y claras. Respeto a los que no piensan como nosotros. Pero reclamo que, en cualquier discusión, valoremos las propuestas en función de los resultados, renunciando a descalificaciones; o, a inventadas autoridades. Y partir de los hechos, asumiendo un análisis claro de las oportunidades; sin ignorar los riesgos que enfrentamos. Y sin renunciar que cualquier solución, tiene que hacerse dentro de la democracia, porque fuera de ella, cualquier solución es mortal. Nada fuera de la democracia; porque la dictadura, nunca ha resuelto problemas.
Hay que reconocer que esta crisis es general. Afecta a la sociedad y al gobierno, de modo que la solución tiene que ser global. No solo es de quitar a unos y, poner a otros. Tomar decisiones por aquí y descuidar los problemas de alla, barriendo y escondiendo la basura bajo las alfombras. Eso hemos hecho en el pasado. Con los resultados que conocemos. El coronel Regalado Lara dijo, que, los militares “seguirían en el poder hasta que el último supiera leer y escribir”. Y ya sabemos cómo terminó el reformismo militar. De modo que no hay que caer en las mismas apreciaciones, como creer que Libre, tiene las soluciones; y que, bajo la sombrilla del socialismo, saldremos de las dificultades. Es igualmente un error porque en el corazón de todo, está la incompetencia de todos. De los electores para escoger a los mejores. De los escogidos, para hacer las cosas bien. Y, de los observadores, para evaluar y corregir sobre la marcha, bajo el concepto que la soberanía es de todos y no puede uno nunca, estar en manos de un partido, un grupo. O, una familia.
Dicho lo anterior, es de reconocer que el hondureño, en general, está dañado moralmente; y que, nervioso e inconsecuente, se mata uno con otro, irrespetando la vida, la integridad de los bienes individuales y comunes. Las cárceles llenas. Los asesinos continúan regando la sangre de las familias más pobres. Los robos y las invasiones justificadas en el desempleo y la pobreza se multiplican. El irrespeto a la ley y la incompetencia de jueces y ejecutivos, no dan resultados porque creen que no deben dar cuentas, porque el poder gubernamental es un fin y no un medio para resolver las dificultades y darnos satisfacciones. El Ejecutivo, grita orgullosa su ineficiencia. Solo reacciona asustado cuando siente que pierde el poder; pero no anticipa que deben ofrecer satisfacciones. Imaginan, que el país es una hacienda en la que ellos pueden repartir todo, hacer lo que les da la gana; y entregar leche, queso, mantequilla y carne a sus amigos, celebrando su generosidad, como señores feudales. Por ello Xiomara Castro más parece una gobernanta que una autoridad elegida por el pueblo para servirnos a nosotros. Y no, a los caprichos de su marido; o de sus familiares.
El Congreso Nacional, tiene una directiva ilegítima que se han resistido a ordenar, porque priva la inseguridad del capricho, antes que el buen juicio democrático. La operación del Legislativo, está muy alejada de la ejemplaridad que dan las reglas parlamentarias democráticas. Y priva el irrespeto y el maltrato de los diputados, por parte del titular del Congreso Nacional. Y la Corte Suprema de Justicia, tampoco escapa de esta debilidad. La Sala Constitucional ha resuelto no reconocer la inconstitucional del decreto de amnistía. Y, además, retiene otros recursos fundamentales para corregir lo que anda mal. Desde el gobierno anterior; como por la negligencia, el miedo y la irresponsabilidad de sus integrantes.
Como efecto de esta inseguridad, acrecentada por los mensajes anticapitalistas, anunciando un socialismo fracasado, han paralizado la inversión, amenazado algunos empresarios y ahuyentado otros. Por lo que, crece el desempleo, aumenta la inseguridad de las ciudades y el crimen aterroriza a todos.
Ante ello, necesitamos corrección operativa en los órganos del estado. Mejoramiento de los mensajes que orientan la conducta ciudadana por parte de educadores, pastores e intelectuales. Y el compromiso de la clase política del respeto a la sucesión presidencial, la práctica de elecciones limpias y libres, la independencia de los poderes y la liberación de los militares y policías, de la subordinación a un partido político. O, a los gobernantes. Los problemas están claros. Las soluciones también. Solo falta voluntad, como siempre.