María Vargas (*)
Hace un par de días, se emitió una convocatoria de la Asociación de Pastores de Tegucigalpa (APT), donde se invitaba a los pastores, líderes y sus congregaciones, padres de familia y comunidad en general; a participar en “La gran marcha por los principios y los valores de la familia”. A esta marcha se unió también parte de la Iglesia Católica. Sin duda alguna, este evento merece mi aplauso; pero, me surgen varias preguntas que planteo a continuación: ¿dónde estaban estos grupos o estas marchas que defienden el diseño divino de la familia cuando se volvió “normal” la paternidad irresponsable? ¿o es que eso sí es parte del concepto de familia establecido por Dios? ¿Será que Dios les ha otorgado el permiso a los “hombres” de ir embarazando a cuanta mujer puedan engañar o se les cruce en el camino? ¿por qué no han protestado por esto los grupos arriba mencionados?
Me lo pregunto porque es evidente que les preocupa el ejemplo que puedan recibir los hijos de parte de la sociedad. Sin embargo, olvidan que los niños ven lo que los adultos hacen, eso se escucha más que los discursos que puedan dar en defensa de la familia, y siendo que muchas mujeres de las que participaron de marcha, eran madres solteras, que ante la cobardía de los padres, han tenido que asumir solas la crianza de sus hijos, lamentablemente, aunque la procreación fue un “trabajo” de dos, en muchas ocasiones, el que sale huyendo ante un embarazo es el “hombre”, quien sin ningún cargo de conciencia deja a su hijo abandonado y desaparece como por arte de magia sin hacerse responsable en ningún momento de la crianza, mucho menos de la educación de su niño.
A pesar de que la paternidad irresponsable y la falta de valores de los hombres, han estado presentes en nuestra sociedad, son muy pocas las organizaciones que los denuncian o señala, a veces hasta se aplauden, algunos “hombres” hasta presumen de todos los hijos que tienen por todas partes.
Sin embargo, las mujeres no corren la misma suerte, dado que además de ser deshonradas por este personaje que únicamente quería “pasar un rato”, quedan embarazadas, estado que no se puede ocultar, por tanto, la sociedad las estigmatiza y muchas veces hasta la familia las abandona. Esto las obliga a asumir solas la responsabilidad de sus hijos, muchas veces sin estar preparadas para ello. Esta realidad e injusticia social, ha venido pasando desde hace muchas décadas, sin que fuera objeto de preocupación o protesta por parte de las distintas organizaciones sociales y religiosas.
Sumado a lo anterior, hay que señalar que la mayoría son adolescentes, precisamente por eso, son engañadas fácilmente. Ante esto, es urgente que sean educadas, tanto en el entorno familiar como en las escuelas y colegios. Las estadísticas señalan que “Honduras es el país que ocupa el segundo puesto en América Latina con el mayor número de embarazos en adolescentes, (TRIBUNA, 2023)”.
Por otra parte, debe cambiar el hecho de que se ha invisibilizado la responsabilidad del hombre. Al “hombre” no se le juzga de la misma manera que a la mujer ante el mismo hecho, esto al parecer los motiva a seguir con el mismo comportamiento porque, la misma sociedad no los culpa, ni les juzga como lo hace con las mujeres. Ellos pueden abandonar a sus retoños y seguir tranquilamente con sus vidas, sin asumir la responsabilidad de la crianza de sus hijos. Razón por la que hay una gran cantidad de familias donde hace falta un padre responsable. Ante ese hecho no han surgido las protestas de las iglesias ni la sociedad en general, ¿será quizá porque aún dentro de la iglesia hay “hombres” haciendo lo mismo? ¿Cometiendo las mismas injusticias?
En ese orden de ideas, me permito afirmar con contundencia. Los principios y valores de la familia en nuestro país, desde hace mucho fueron violentados, principalmente por los hombres. En Honduras, son pocos los hombres que asumen la crianza de sus hijos como corresponde, algunos solo les dan la manutención, pero para ello exigen de parte de las mujeres e hijos una serie de condiciones, como si no fuera su deber hacerlo, otros dan una miseria que no les alcanza para suplir todas las necesidades.
Ante estos hechos la iglesia y sociedad ha permanecido callada, al parecer esto es “normal” en una familia, en el modelo de familia establecido por Dios. No lo creo, si se van a defender los principios y valores de la familia, que se defiendan todos.
María Vargas
Máster en Lexicografía Hispánica
Máster en Entornos Virtuales de Aprendizaje
Egresada de la Maestría en Enseñanza de Lenguas