Por: Juan Ramón Martínez
Las Fuerzas Armadas, llamado Ejercito al principio de la República, es una de las más antiguas instituciones de Honduras. Hasta 1969, en que subsisten dos modelos de organización relativamente complementarios, las Fuerzas Armadas fueron regimientos departamentales, bajo el liderazgo de un militar político, leal al régimen. No batallones creados para participar en combates internacionales. Por ello, en la guerra defensiva en contra de la invasión salvadoreña, el peso de la resistencia nacional estuvo en los batallones y brigadas, es decir en la organización moderna. Porque las organizaciones departamentales y regionales, bajo la dirección de incondicionales, demostró su ineficiencia en el frente de batalla. El II batallón de infantería no penetro en el centro de El Salvador, porque el comandante del teatro, era un militar político, leal a López Arellano que, no obedeció las órdenes del estado mayor. Perdimos la oportunidad de invadir y golpear el centro, donde El Salvador no tenía protección; y tomar territorio suyo, para negociar. Desde entonces, las FF.AA. suprimieron los regimientos y sus mandos, fueron exclusivamente oficiales especializados en el arte de la guerra. Fue tal el cambio que, cuando López Arellano uso la institución para dirigir al país, la mantuvo aislada del manejo del poder. Mario Ali Vallecillo, escribió que López no intervenía en los asuntos del gobierno – excepto en las crisis periódicas e inevitables—porque la dirección de las Fuerzas Armadas era, su exclusiva prioridad. Para evitar que los políticos interfirieran en sus mandos, las afectaran y destruyeran la base de su poder. Al extremo que, su caída en 1975, fue una decisión de los oficiales del Consejo Superior de las FF.AA.; y, no acción de los políticos.
Los oficiales del alto mando actual, no conocen esta historia. Una de las debilidades formativas de los oficiales, es la ausencia de rigor histórico y el conocimiento de las reglas del poder, en la que son hábiles los políticos. Por ello, han caído en la trampa. Y como cualquier burocracia — y los oficiales y soldados lo son–, creen que lo único que los salva en la protección de su futuro es la obediencia, por lo que corren el riesgo de comprometer la existencia de la institución. Zelaya sabe que las FF.AA. es un poder real, al que hay que neutralizar. Se lo recomendó Rafael Correa ex presidente de Ecuador cuando le dijo que, debía reducir a los medios, los empresarios, los intelectuales y a los militares. Con enorme éxito, de modo que se ha invertido la norma de López Arellano y ahora, la dirección de las FF.AA. está en manos de los políticos. Donde Zúñiga Augustinus fracasó, Manuel Zelaya, en forma directa; o por Chimirri como dicen algunos oficiales; o por su sobrino ilegalmente nombrado ministro de Defensa, ha logrado un control inédito en la historia nacional. El control es tal que, ha dividido la institución. Activos y retirados, ambos miembros de la institución, están enfrentados por un problema elemental: celebración a los héroes de 1969 y la obediencia a los Zelaya que, no quieren – nunca han querido – hacer ninguna celebración que ofenda a los salvadoreños. En el primer gobierno de Mel, se suprimió el acto del 18 de julio, suspendiendo el mismo sin avisarle al cuerpo diplomático. Y ahora en el segundo, se domina al Jefe del Estado Mayor conjunto y se manipula a los oficiales con méritos, para sucederse en el próximo mes de noviembre.
Uno de los efectos del cambio de modelo organizativo de las FF.AA., fue evitar la guerra civil de 1954. Claro, permitió el abuso de López Arellano del 63; pero hay que reconocer que, sin embargo, la institución se mantuvo y se evitó su politización. López tenía más barrio que Fortín, Hernández y Muñoz. Era ambicioso; pero independiente. Por ello jugó con los políticos y los usó, sin perder la unidad de la institución. Ahora, está por verse si estos oficiales, desconocidos, sin mayor perfil e influencia entre la ciudadanía, pueden evitar – gozando de las canonjías del poder que les entregan los políticos— que terminen dirigiendo a los militares. Claro, es obligado que los políticos democráticos, reformen las leyes del ramo, para que la misión constitucional, esté respaldada por la seguridad que su estadía en los cargos, no depende de los caprichos de los políticos en el poder. Esta es la tarea.