De qué está hecho un veterano

Por: José Luis Núñez Bennett (Cnel. (R))

Hace dos mil quinientos años, Pericles, un político, estratega, magistrado y jurista ateniense, en el año 431 a. C., discursó una pieza oratoria fúnebre, llamada el Discurso Fundacional de la Democracia. Esa alocución luctuosa, para honrar los héroes de Atenas (guerra del Peloponeso contra Esparta), ha trascendido hasta nuestros días: “…es nuestro deber honrar los soldados caídos, nuestros antepasados, una razón justa y apropiada como recordatorio de que ellos, primero que nosotros habitaron esta tierra a través de sucesivas generaciones, y es mérito suyo el habérnosla legado libre hasta nuestros días”. Recordar y honrar lo pasado es mantener viva la llama y el espíritu de nuestra vida republicana.

La Historia, como ciencia, se centra en contar los acontecimientos constitutivos de grandeza para preservarlos en la memoria de todos. Hay que agregar que la grandeza de esta ciencia reside en no dejar fuera a los “supuestos enemigos” de la nación, pues la magnitud de sus miserias también es humana. Consideramos fuera de contexto que existan hondureños que por razones ideológicas y/o chismes de las redes sociales, desconocimiento, o ideario político, pretendan olvidar a los veteranos y héroes que dieron su vida en las gestas heroicas y campañas militares gloriosas de nuestra nación: las proezas de los caciques Copán Galel, Pizacura, Cicumba, y Lempira; La Batalla de la Trinidad en 1827, las batallas por la Federación hasta 1829; la Epopeya Morazánica; las guerras de 1849 a 1859; la gloriosa participación del Ejército hondureño contra el filibustero William Walker en Nicaragua (1855) al mando del general Florencio Xatruch; las campañas del general Santos Guardiola; la Batalla de Namasigüe (1907) y el martirologio del (ministro de Defensa) Gral. Sotero Barahona; la guerra de 1924; el conflicto del Mocorón en 1957; la guerra contra El Salvador (1969), cuyo epítome fue la Batalla de San Rafael de las Mataras; los enfrentamientos en el paralelo quince, y las acciones humanitarias durante los desastres naturales, entre otros.

Probablemente para julio de 1969, ninguno de los que hoy se manifiestan contrarios a que los veteranos celebren a su manera esa efeméride militar, habían nacido, o estaban aún en el goce de su niñez. Mientras algunos de nosotros, veteranos (más del doble en edad de los que ahora se proclaman salvadores de Honduras), estábamos en el frente de batalla -conteniendo los avances conquistadores de un enemigo externo (un Caín), dispuestos a ofrendar nuestras vidas por la patria que nos vio nacer- estos personajes del escenario político-militar, probablemente se regocijaban en juegos infantiles y aprovechaban sus últimos años de niñez, jugando a las canicas, a los carritos, al esconde esconde el anillo, a la víbora de la mar, a los vaqueros y los caballitos, o las muñecas, que se yo.

¿De qué está hecho un veterano? Para alguien que se ha formado bajo los parámetros del Honor, la Lealtad y el Sacrificio, no existe duda del temple de acero, virtudes y valores que nuestra institución militar nos infundió, ya sea a través de la formación en una academia o en el temple formativo de la tropa. La patria es primero y ofrecerse para darle continuidad a su vida existencial como nación valerosa entre el concierto mundial de las naciones es poca cosa. ¿Pero, y nuestro ciudadano común, políticos, académicos, socialistas, y empresarios, saben de qué está hecho un veterano? Veamos, la Santa Biblia dice que los medrosos y pusilánimes no tienen cabida como soldados para la guerra: Deuteronomio 20: 8-9 “¿Quién es hombre medroso y pusilánime? Que se vaya y vuelva a su casa, para que no apoque el corazón de sus hermanos como ocurre con el corazón suyo”. “Y cuando los oficiales acaben de hablar al pueblo, entonces los capitanes del ejército tomarán el mando a la cabeza del pueblo”. El soldado es el pueblo. Es su simbiosis. Un soldado veterano, cualquiera sea su rango o grado, es la expresión del pueblo, es coraje, valor, sacrificio, y patriotismo, cuyo corazón está dispuesto al máximo martirologio por su pueblo y su nación. El veterano es esperanza, es fortaleza, es el pasado y futuro de una patria libre y en democracia. También es heroísmo y entusiasmo.

Y cuando las últimas paletadas de tierra cubra el féretro de un veterano, y se escuchen los lamentos de la corneta en el toque de silencio y el estruendo de una salva de honor, en el acto final de los funerales para enaltecer su vida militar, se hablará de su valor, del heroísmo del que hizo gala en el combate o en el servicio -resucitando aquí el eco de su sacrificio por Honduras- honrando su vida y su familia. Estamos seguros que con ese homenaje tributado se estará unciendo para siempre su nombre en las alas de la inmortalidad, porque el soldado vivirá por siempre en la memoria de esta patria llamada Honduras.

El Ejército es del pueblo hondureño, sus glorias son nuestras, su orgullo es nuestro orgullo, somos parte de nuestra identidad nacional. Hoy como ayer: “En cada hondureño un Soldado. En cada Soldado un Héroe”.

[email protected]