¡No se preocupe!

Por: Otto Martín Wolf

Aparentemente Ucrania está ganando la guerra a Rusia, un oso que ha demostrado por voluntad propia ser de papel.

Se ha mencionado la posibilidad de que, en la desesperación, el dictador Putin decida lanzar bombas nucleares de alcance limitado.

De hacerlo borraría del mapa pueblos y ciudades ucranianas y, quizá, una nube radioactiva afectaría países vecinos y quién sabe hasta dónde podría llegar.

Terrible, verdad?

Pero no hay nada que usted y yo podamos hacer, excepto perder un poco de la tranquilidad que nos va quedando, por eso le digo… no se preocupe!

Se dice que China está preparando una invasión a Taiwán la que podría desencadenar una guerra atómica de alcances ilimitados.

Más terrible, verdad?

Tampoco aquí podemos hacer nada, seremos hormigas en un pleito de gigantes así que, por qué preocuparse, no podemos hacer nada para evitarlo y aunque vivamos bien largo del lugar de los hechos, lo más seguro es que algún daño nos va a causar, de la misma manera que nos afectan todos los conflictos y problemas mundiales.

No nos preocupemos si acaso es cierto que la nueva novia de Piqué era hombre antes y se transformó en lo que parece una mujer a base de cirugía y hormonas, ese es problema del exfutbolista.

Tampoco debemos preocuparnos si la última película de Flash fue un fracaso comercial en el que los productores perdieron ciento y pico de millones de dólares, a lo más que podemos llegar en nuestra pequeñez es a no verla en el cine y esperar a que llegue a alguno de esos canales donde se ven todas las películas completamente gratis.

Unos millonarios se perdieron buscando aventuras en el fondo del mar, pobrecitos pero a nosotros qué nos importa?

Seguir de cerca los acontecimientos nacionales y mundiales es correcto, nos permite estar actualizados y saber lo que sucede en nuestro querido planeta Tierra.

Pero de ahí a que se nos quite la tranquilidad y hasta el sueño porque posiblemente el expresidente Trump irá a la cárcel, ¡eso es demasiado!

Quizá se lo merece, a lo mejor no, pero quién es ese hombre, qué influencia tiene en nuestro diario vivir como para que perdamos la tranquilidad simplemente por querer estar bien informados.

Sacarnos de nuestras casillas, terminar con la poca paz que nos va quedando, hacernos sufrir por los males ajenos que ocurren a miles de kilómetros de distancia; esa parece ser la misión de noticieros de radio, televisión y hasta de algunos periódicos.

Cierto que es terrible cómo en Francia queman autos y vandalizan propiedad privada como protesta por la muerte de un adolescente en manos de la Policía (la verdad fue a tiros, no lo mataron con sus manos).

Terrible y trágica esa muerte y la ola de destrucción, pero a nosotros ni nos viene ni nos va, no nos afecta y realmente no nos importa, por lo menos no al grado de afectar nuestro carácter y tranquilidad.

En realidad son muy pocas las cosas que realmente nos importan; la salud nuestra y de los seres queridos, desde luego que la economía y el precio de las cosas y hasta si la selección va a clasificar o no.

Pero el resto de los sucesos nacionales e internacionales en verdad nos debe tener sin cuidado, ¡pero no es así!

Tenemos la tendencia a prestar atención a todo lo que pasa en el mundo; la cantidad de información que recibimos diariamente es enorme, el peso de alguna de ella sobre nuestro estado de ánimo, sobre nuestra tranquilidad, también es gigantesco, especialmente si nos preocupamos por cosas que no nos conciernen.

Se derrumba un edificio en Miami, centenares de muertos.

¿Había algún pariente nuestro ahí, siquiera un conocido? Noup, entonces dejemos pasar eso sin permitir su nefasto efecto sobre nosotros.

Última hora, último minuto, último segundo!

Las radioemisoras y canales de televisión compiten por ver quién es el primero en informar sobre la última tragedia, hacen lo posible por ganar nuestra audiencia, aunque en el camino nos quiten también la tranquilidad.

“Nosotros no informamos, nosotros alarmamos” podría ser el nombre de cualquiera de los abundantes noticieros, muchos para un país tan pequeño y con demasiadas noticias amarillas.

Hasta los periódicos están manchando de rojo sangre sus primeras páginas y, también, las interiores.

Muchas veces me he hecho el propósito de no ver más noticias, pero siempre he durado poco; como un adicto vuelvo a buscar información y, si no hay nada nuevo que valga la pena, puede usted creer que escarbo en las noticias del pasado, solo para no perder la costumbre.

Tengo que seguir preocupándome, lo lamento.

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