La importancia de los límites

Por: Elvia Elizabeth Gómez García*

¿Por qué es importante establecer límites? La primera escuela es el hogar, diríamos que es ya una frase trillada pero que, en realidad tiene un profundo significado, pues somos los docentes los que liamos en los salones de clase con aquellos estudiantes que no logran detectar esa línea invisible pero existente, que determina hasta donde se puede llegar. La sociedad es la encargada de establecer una serie de normas y pautas que determinan el comportamiento de los individuos en el día a día. Estas inician en el hogar, donde los padres inculcamos a nuestros hijos los valores y límites que consideramos serán fundamentales en su vida adulta.

El destacado terapeuta familiar y creador de la terapia familiar estructural Salvador Manuchin plantea que “la función de los límites es proteger la diferenciación de los integrantes del grupo familiar y el funcionamiento adecuado de la familia. Por ello, deben ser claros y han de definirse de la manera más precisa para permitir a las personas el desarrollo de funciones sin interrupciones y el contacto entre los miembros de un subsistema a otro”.

Esos límites establecidos en el seno familiar se enfrentan a una red de relaciones dentro de la dinámica social, en la cual el cambio es constante pues la sociedad no es estática. De ahí la importancia de tener claridad en lo que es permisible y no dentro de cada uno de los entramados de relaciones que establecemos en cada etapa de nuestras vidas. Hoy en día, observamos a las nuevas generaciones caminando por los pasillos como seres autómatas, como entidades ajenas a lo que sucede a su alrededor, embobados dentro de sus celulares que se han convertido, aunque suene dramático; en una droga de la cual dependen día y noche. Y en ese ir y venir se han olvidado de que forman parte de una sociedad, han dejado de lado normas tan básicas como las de cortesía, el responder a un buenos días, el saludar al llegar a un lugar e inclusive, el pedir permiso para pasar. Como docentes nos preguntamos ¿qué pasa con estos jóvenes, no les enseñaron buenos modales?

Pero lo anterior no es tan simple, no se trata solo de la enseñanza recibida en el hogar, sino de las nuevas pautas de interacción social que se han establecido a partir de la “tecnificación de las relaciones sociales”. El bombardeo que las nuevas generaciones reciben a través de las redes sociales les ha empujado a un mundo sin límites, que se transfiere a la realidad en su sistema de interacción social.

Así, nos encontramos ante una generación de estudiantes que cuenta con muchos recursos que pueden hacerle más llevadera su etapa estudiantil, pero que al tener tantas facilidades pierde la perspectiva y se confía, y es en ese momento en que se enfrentan a la realidad y tocan el suelo, se dan cuenta de que no todo es tan fácil como piensan y quieren “negociar” con su docente para poder salvar la clase a la que no le dedicaron el tiempo ni el esfuerzo necesarios para poder aprobarlo.

Es justo en ese momento, desesperados por los resultados obtenidos, que los límites se borran por completo y comienzan a abogar por los famosos “puntos extra”, la tarea que no entregó a tiempo y que si el profe, el ingeniero o el licenciado tiene buen corazón y es buena onda se la aceptará para aprobar. “Licenciado, solo son tres puntos, que le cuesta dejarme un trabajo extra, mire que si repruebo su clase mis papás me van a sacar de la U”. Lo curioso es que este tipo de propuestas se han vuelto cada vez más comunes y eso debe encender una alarma sobre lo que está sucediendo. En este contexto se vuelve necesario que como docentes demarquemos los límites de la relación maestro-alumno y que no demos pie a malas interpretaciones de su parte, ser flexibles no debe traducirse en ser permisivos, si quieren apoyo debemos dárselos en el proceso y no al final cuando la guerra se ha perdido, hay que enseñarles a respetar los límites que establezcamos enmarcados en los reglamentos institucionales y la ética.

*Docente universitaria.