¡Ignorantes e idiotas!

Por: Otto Martín Wolf

No podemos calificar de estúpidos a los jóvenes de hoy, particularmente a los que nacieron disfrutando de la nueva tecnología.

Pero, si bien es verdad que esa generación maneja fácilmente los dispositivos electrónicos (teléfonos, tabletas, computadoras), también es cierto que conforme avanza la tecnología, de igual manera crece su ignorancia.

Esos muchachos, cuya edad tope puede ser 32 años, pasan gran parte de su tiempo frente a su dispositivo, viendo Tik Toks, recibiendo y contestando mensajes y, en general, en las redes.

Bueno, quedamos en que no son estúpidos, pero sí le puedo garantizar que son ignorantes, muy ignorantes. Una lástima porque, a fuerza de estar conectados, se están perdiendo cosas maravillosas de la cultura e historia de la humanidad.

Haga la prueba, pregunte a cualquiera de ellos cuántos libros ha leído en su vida. Es más, reduzca la pregunta a si han leído al menos tres.

Muy bien, seamos condescendientes, pregunte si han leído al menos uno.

Creo que ya sabemos la respuesta.

Fuera de los que -quizá- han tenido que leer como obligación académica -y de los que a lo mejor leyeron condensaciones en Internet- esa gente no lee nada.

No solo libros, tampoco ensayos, información periodística, análisis cortos sobre cualquier tema, son absolutamente ignorantes, no saben nada fuera de su círculo íntimo de estudios y diversión.

¡Qué triste!

Si en el pasado ha sido difícil el entendimiento y la comunicación entre generaciones, ahora la distancia será cada vez mayor, conforme avanza una tecnología que provoca ignorancia.

Quedarán en el pasado, quizá reducidas a un grupo muy pequeño y selecto, las grandes sinfonías de los mejores compositores que ha conocido el mundo, inclusive algunos maravillosos contemporáneos.

Esa música de “entierro” como la llaman los jóvenes, desaparecerá casi completamente, quedará guardada en archivos olvidados mientras los cerebros del futuro analizarán con toda seriedad y profundidad el sentido de la letra de las canciones de los Bad Bunnys del momento.

La obras de literatura clásicas, que han impulsado la cultura durante milenios, y las de talentosos escritores contemporáneos, cargarán polvo en olvidadas bibliotecas. Con el tiempo su papel será devorado por millones de hambrientas polillas, en vez de su contenido por jóvenes deseosos de aprender.

La obra de los grandes escultores y pintores será también desconocida, nombres como Miguel Angel, Da Vinci -e inclusive Picasso, Dalí y Botero- desaparecerán del conocimiento general.

Igual sucederá con la historia de la humanidad, todo lo ocurrido durante todos los tiempos, ese valioso recuento de lo que hemos sido y logrado, los jóvenes no lo aprenderán, se perderá en el tiempo.

Genios y pensadores, poetas, políticos notables y también dictadores terribles, científicos y exploradores, emperadores y reyes, toda esa historia será también ignorada por los ignorantes que manejarán el mundo.

Porque es fácil deducir que -aunque sea lo más triste y doloroso de todo- esos jóvenes ignorantes serán los que tendrán a su cargo el planeta.

Gente cuya dedicación al aprendizaje en escuelas, colegios y universidades, se limita a “pasar el año”, ver cómo le hacen para alcanzar el porcentaje de calificaciones que les permita ganar el año, aunque en su cerebro abunde, sobre todo, la ignorancia.

Es innegable que se aproxima una era de oscurantismo, la humanidad va en camino de la ignorancia, paradójicamente mientras avanza la ciencia y el conocimiento -disciplinas que serán llevadas por unos pocos- y, en un futuro previsible, por mecanismos y sistemas gobernados por inteligencias artificiales.

Pero nada de eso me preocupa realmente, será otro mundo, ese otro mundo en que nos estamos convirtiendo.

Lo que siento es tristeza, me siento triste al pensar en toda la maravilla que se están perdiendo esos jóvenes del celular, esos jóvenes ignorantes.

No saben, nunca podrán saber -y menos comprender- lo que se están perdiendo, las horas maravillosas de ilimitado aprendizaje que pudieran haber disfrutado, el uso que debieron darle a su cerebro, la magnífica e importante información de que lo pudieron haber llenado.

Un cerebro desperdiciado con mensajitos, videos cortos y juegos basura, que solo sirven de pasatiempo; una estúpida manera de pasar el tiempo.

Pasar el tiempo? Esperando qué? Para llegar dónde?

No niego que en mi generación -y en muchas otras- hubo jóvenes idiotas e ignorantes que escogieron la diversión total antes que un poco de diversión mezclada con un poco de conocimiento.

Lo que sucedió fue que esos eran los menos. La mayoría se dedicó a aprender y, esos mismos, lamentablemente, fueron los que pusieron las bases de la actual tecnología, la misma que les quitó parte del cerebro a los actuales jóvenes ignorantes.

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