CONTRACORRIENTE: Los setenta y un diputados

Por: Juan Ramón Martínez

No cabe duda que, en la percepción de la realidad, -que siempre nos divide-, en el presente, nos acerca a la unanimidad. Todos creemos que estamos en crisis; pero en los actuales gobernantes notamos en cambio, falta de voluntad de servicio, que los anime a buscar soluciones compartidas. Más bien, quieren gobernar dentro del caos y la irresponsabilidad. Confirmando que, no estaban preparados para gobernar, sino que para luchar dentro de la resistencia contra el gobierno. Olvidando que, ahora son el gobierno; y no pueden esconder su incompetencia. Debilidad que se nota en todos los niveles. Tanto el coordinador general -que ahora en la vejez, prefiere la confrontación con todos y contra todos-. Como Xiomara Castro, parecen igualmente atrapados en las luchas internas de su partido. Y, en vez de asumir una postura fraterna, unificadora y que invite al diálogo y a la concertación general para enfrentar los problemas que nos agobian, con una visión de país y de salvación de Honduras, irresponsablemente propugnan por el sectarismo y la división. Por ello, el gobierno se muestra solo, desamparado, sin respaldo mayoritario. Apenas, acompañados por algunos grupos, aislados y sin influencia nacional. El gabinete, integrado por desconocidos, sin experiencia y representatividad, están en el cargo como partes de facciones de Libre; o por formar parte de los diferentes círculos familiares que rodean el operativo totalitario en cuyo centro, está el coordinador general. Lo que no le da fortaleza al régimen.

Lo más grave es la tendencia aislacionista y silenciosa de Libre. Llegaron al poder, en brazos de una alianza con el PSH, y la rompieron. Consiguieron la directiva del Congreso, por una actitud condescendiente de la oposición. Negociaron, con éxito la integración de la Corte Suprema, la que se repartieron en función de intereses particulares o familiares. No en el ánimo de fortalecer la organización superior del sistema judicial. La decisión de la Sala de lo Constitucional, sobre la legalidad de la Junta Directiva del Congreso, ilustra que el acuerdo fue para proteger intereses partidarios; y nunca para mejorar el sistema jurídico.

Pero donde las cosas se complicaron es cuando el gobierno se adhirió, al modelo económico soviético que representa Cuba. Y empezó una campaña en contra de la empresa privada. Primero fueron los inventos contra los banqueros, neutralizados por la Presidente Castro, con inusual talento. Después, para justificar la emisión de la Ley de Justicia Tributaria, el gobierno se desgastó cuando en forma irracional, de la boca de un muchacho pendenciero, empezó a descalificar el sistema para atraer la inversión extranjera y animar a la inversión nacional. Cuestionaron los incentivos, que tienen carta de nacionalidad mundial, embrocando al gobierno en un discurso antiempresarial, afectando las relaciones con los partidos democráticos y sus bancadas. Lo que provocó, una ruptura que amenaza con impedirle al gobierno, el ejercicio del mando, sino cambia su estrategia conflictiva y amenazante. Detrás de esto, la ruptura con Taiwán y la entrega a China continental, sin tomar en cuenta la voluntad popular y pasando por alto que la política exterior es nacional y no partidaria, lo que no entiende el frágil canciller Reina que maneja nuestras relaciones con el mundo, con poca profesionalidad.

La decisión de 71 diputados democráticos de no aprobar el acta de la sesión anterior, significa el golpe político más fuerte recibido por el gobierno de Castro Sarmiento. A partir de ahora, no podrá empujar su agenda legislativa, aprobar préstamos; e incluso definir el presupuesto, porque tiene que entender que rompió su alianza con el pueblo, al no pactar como se debe, con 71 diputados que representan la mayoría del electorado. Como resultado, esos diputados se unen al clamor popular que, cree que la situación es grave y que el gobierno no convence que tenga capacidad y disposición para resolver, los problemas que nos agobian. Porque, en vez de ser parte de la solución, son parte del problema.

El gobierno, debe negociar y pactar. Para ello, Xiomara Castro, si quiere salvar su gobierno, tiene que cambiar el discurso de odio y pactar con la oposición, eliminando su dependencia del coordinador de Libre. Pasando de la agitación y la amenaza, a otro convergente y conciliador. Si no lo hace, su régimen habrá concluido, corriéndose el riesgo del juicio político. Solo requieren 15 diputados más.

[email protected]