Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)
Un sector de la izquierda en El Salvador ha comenzado un proceso de reavivamiento político e ideológico, al mismo tiempo que de absolución moral. ¿A qué se debe esta pretendida restauración si el estandarte de la izquierda salvadoreña lo ha ostentado tradicionalmente el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional? No olvidemos que el FMLN surgió en forma de una coalición de izquierdas que luchó durante once sangrientos años contra una poderosa oligarquía, hasta el final de las hostilidades en 1992 del que surgió un acuerdo para convertirlo en un partido más del escenario democrático salvadoreño.
En los primeros intentos electorales, el rechazo popular hacia el FMLN fue unánime, y solo obtuvieron la victoria en el 2009 cuando lanzaron una figura más potable, y menos ideologizada como Mauricio Funes, un popular periodista de oposición que logró derrotar contundentemente al candidato del ultraderechista partido ARENA. El FMLN también ganó las elecciones del 2014 llevando, ahora sí, al excomandante guerrillero, Salvador Sánchez Cerén, pero ya los tiempos eran otros. Para las elecciones del 2019, el hastío de los salvadoreños se manifiesta en la figura de un desertor del FMLN, convertido en un “boom” mediático de Twitter: Nayib Bukele.
La victoria del “multiseguido” Bukele, todavía es objeto de sesudos análisis, tanto de periodistas investigadores como de académicos, que hurgan en las madrigueras doctrinarias las causas de la erosión política e ideológica del FMLN y ARENA, sobre todo del primero, erigido hasta hace poco como la vanguardia revolucionaria de la región.
Muy pocos han sabido reconocer que el desgaste en el poder lo produce el arribismo, el elitismo y el conformismo de los políticos, una vez que se sientan en el palco de las personalidades VIP, y comienzan a disfrutar de las bondades del dinero ajeno, relegando los asuntos públicos a un tercer plano. Una buena amiga, filósofa ella, dice que el FMLN, una vez en el poder, se convirtió como cualquier otro gobierno de tendencia neoliberal. Son las mismas aseveraciones sostenidas por el excomandante guerrillero Dagoberto Gutiérrez, uno de los analistas más destacados de aquel país.
Pues bien: el Movimiento de Izquierda Salvadoreña (MIS), que ha lanzado su gesta reivindicativa el año recién pasado, pretende seguir un camino -cuesta arriba- sin caer en las fallas que llevaron a la caída del FMLN, estableciendo un libreto que incluye “el respeto a la vida, al constitucionalismo, a las instituciones, y a Dios”. El movimiento, según sus líderes, es ideológicamente pluralista, con el fin de levantar una plataforma de lucha de cara a las elecciones del 2024; empresa difícil, si se considera que Nayib Bukele, con un aparente 95 por ciento de apoyo público, pretende reelegirse rompiendo la Constitución. Frente al peligro del autoritarismo, el FMLN y ARENA también han establecido una extraña alianza para esas justas electorales. En política, casi todo es válido.
El replanteamiento de esa nueva izquierda, retoña en un momento clave del proceso histórico, antes que el absolutismo de Bukele cierre los espacios constitucionales y sepulte cualquier intento legal de frenar sus aspiraciones continuistas. Por eso el MIS replantea una estrategia basada en la eticidad de la política, aunque eso suene irrisorio para un político latinoamericano. El deterioro moral que ha alcanzado a todos los partidos políticos, sin excepción, se debe más a la concepción que sobre el Estado y el gobierno tienen quienes aspiran a ocupar cargos públicos. En función de ello, el MIS detecta tres factores del fracaso del FMLN: los estilos de vida suntuosos de sus dirigentes, el clientelismo, y el respaldo a ciertas figuras mencionadas en la famosa Lista Engel de los gringos.
Muy buen momento para una pretendida asepsia doctrinaria en la izquierda salvadoreña, que es el mismo ejercicio organizacional que deberían de practicar todos los partidos políticos latinoamericanos, sobre todo los que se encuentran en la llanura. Quien no aprende de sus errores, es un necio que se empeña en cometer los mismos desaciertos del pasado. La izquierda salvadoreña, representada en el MIS, está haciendo lo moral y lo políticamente correcto.