Contracorriente: ¿Quién teme a Xiomara Castro?

Por: Juan Ramón Martínez

Gabriela Castellanos, ha regresado. Retadora y fuerte. Ha dicho que la lucha continua y, lo más categórico y duro: que “la calle no es propiedad de Libre; ni del gobierno”. Pronunciando una amenaza que afectó mucho los oídos de Zelaya y su esposa, Xiomara Castro: “a ver entrar a los corruptos a las cárceles”. Y como a Castellanos, no le interesan los mareros o los pequeños delincuentes, los Zelaya, entienden que viene a luchar en contra de sus miembros y especialmente, contra la presidente Castro y su asesor y marido, Manuel Zelaya. Y, si hay cosa que atemoriza a los Zelaya es, perder el dominio de la calle; o que, algunos de sus “patriarcas” entren a la cárcel. Mientras Mel Zelaya gobernó, temía que Carlos Flores, trabajara para llevarlo a la cárcel. Varias veces me dio mensajes que trasmití a Flores, diciéndole que era Zelaya, “el que metería a Flores a la cárcel”. Por ello, la primera reacción histérica de Xiomara Castro, se la provocó Quintín Soriano cuando animó y apoyó, la marcha de los trabajadores de Choluteca. Confirmando que después de la cárcel, lo que más temen los Zelaya es, perder el control de la calle, porque creen que, son los dueños de la protesta popular.

Por ello su nerviosa reacción, que se nota en los amenazantes comunicados de la Secretaria de Gobernación, las declaraciones en contra de la representante de la ONU en Tegucigalpa, en las voces de Reina, Moncada y Zelaya, así como la afirmación de Gilberto Ríos que ellos, los dirigentes de Libre, son el pueblo; y que, por ello, defenderán el derecho de controlar la calle y dirigirlo en la defensa de sus derechos frente a la “oligarquía voraz que les ha explotado”. Después, incluso con mucho afecto, la resistencia para aceptar que incluso sus amigos, salgan a la calle. Lo que explica que Zelaya haya convocado a una manifestación de protesta, en el mismo lugar y en la fecha que algunas organizaciones civiles cercanas, habían programado en Tegucigalpa. Y en la semana pasada, la absurda oposición a la manifestación de los militare retirados que, con todo no desistieron de sus propósitos, ante las amenazas de Manuel Zelaya II, uno de los “graduados” más distinguidos de la protesta callejera. Que, posiblemente sin quererlo, ha atacado el derecho de la Iglesia Católica de Tegucigalpa para recibir a sus feligreses en sus templos. Esta, bajo un liderazgo débil y que, no se ha recuperado de la ausencia del cardenal Rodríguez, ha cerrado las puertas de la Basílica en forma imprudente, con perceptibles olores a cobardía. En fin, no podemos pasar por alto, el uso de la violencia por los colectivos de Libre que se ensañaron, con la paciencia cómplice de la Policía, en contra de jóvenes que han querido graduarse, como los Zelaya y sus seguidores en el pasado, en la protesta pública.

Lo anterior, nos viene a confirmar que, hemos escalado el nivel de confrontación entre el gobierno de Castro y la oposición no política de la ciudadanía. Porque, aunque los analistas del gobierno, no diferencien la protesta; y, siempre le dan una connotación política, ésta todavía no se ha expresado; y, será posiblemente, será la última que lo hará. El PL está atrapado en sus vacilaciones y compromisos. El PN, seguirá esperando, que la manzana madura caiga por su propio peso. Y solo Nasralla, el político que, teniendo mucha experiencia en la protesta callejera, puede hacer la diferencia. De modo que, solo en tanto que la revuelta de las maras, contra las que luchan la policía y los militares, esté controlada; y se impida que la protesta en la calle, no se expanda y al final, concluya en una alianza peligrosa con la delincuencia, el país no se encaminara a la guerra civil generalizada. Los militares retirados, se comieron su rabia y altivos volvieron a sus casas. Todavía obedecen a sus superiores, aunque no sean legítimos. Algún levantamiento en un cuartel, — que fracase–, no hay que descartarlo. Posiblemente, el mayor problema lo constituye el miedo de Xiomara Castro y su marido que, descontrolados, cometan errores alimentadores de la protesta, haciendo sentir que pierden la calle. Porque bajo el imperio del miedo, se vuelven irracionales. Y por orgullo, se resistirán a la moderación. Hasta que Dios nos salve.

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