Rolando Sierra Fonseca
En su libro Philippe Lejeune El pacto autobiográfico, delimita la autobiografía a partir de la posición del lector como un «relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su personalidad» (Lejeune, 1991, p. 48).
Con ello este autor propone que los elementos constitutivos de la autobiografía son la narración, la prosa, la historia de la personalidad, la identidad del autor y del narrador, y la visión retrospectiva del relato. Por lo tanto, la autobiografía es distinta de géneros como la memoria, la crónica personal, la novela personal, el poema autobiográfico, el diario íntimo y el autorretrato, porque la autobiografía es un texto que se caracteriza por tener un nombre propio, la firma que aparece en la portada. En una declaración que reduce los tópicos de la escritura del género, indica que «debemos situar los problemas de la autobiografía en relación con el nombre propio» (Lejeune, 1991, p. 51).
Esto implica, también, que el autor de una autobiografía no puede ser anónimo. Para Lejeune un texto de naturaleza autobiográfica que nadie asume como tal se parece a una obra de ficción: «Lo que define la autobiografía para quien la lee es, ante todo, un contrato de identidad que es sellado por el nombre propio. Y eso es verdad también para quien escribe el texto. Si yo escribo la historia de mi vida sin decir mi nombre, ¿cómo sabría el lector que se trata de mí? Resulta imposible que la vocación autobiográfica y la pasión de anonimato coexistan en el mismo ser» (Lejeune, 1991, p. 55).
Por lo tanto, lo que constituye un texto como autobiografía es el pacto autobiográfico, que consiste en la afirmación, en ese texto, de la identidad del autor; pacto que hace referencia al nombre del autor sobre la portada: La identidad se define a partir de tres términos: autor, narrador y personaje.
El narrador y el personaje son las figuras a las cuales remiten, dentro del texto, el sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado. El autor, representado por su nombre, es así el referente al que remite, por el pacto autobiográfico, el sujeto de la enunciación (Lejeune, 1991, p. 56).
La autobiografía, así concebida, se diferencia del texto de ficción. Es sobre todo escritura referencial, igual que el texto histórico; no solo porque alude a una visión del pasado, sino porque busca aportar una información sobre una realidad extratextual, por lo que se somete a una prueba de verificación de los contextos y de las fuentes que se refieren en el texto. Por ello resulta imprescindible que el pacto autobiográfico sea establecido y mantenido a lo largo de todo el texto.
Sin duda al leer el libro Autobiografía: los ideales y vacilaciones de un caminante, del destacado hondureño Efraín Aníbal Díaz Arrivillaga, constituye un auténtico pacto autobiográfico, escrito con nombre propio. El autor se ha propuesto ser fiel consigo mismo, con su pasado y presente, y con los lectores de su texto, porque el propósito del escrito de Díaz Arrivillaga no es otro que ir contextualizando e interrelacionado, desde su propia subjetividad, las dinámicas familiares, sociales y políticas en las que el autor ha estado inmerso.
En ese sentido, este libro es un relato propio del autor y a la vez un texto de la historia de Honduras desde inicios del siglo XX hasta el presente, bajo la óptica de quien ha sido tanto protagonista como testigo de los procesos políticos y socioeconómicos del país.
Asimismo, desde el pacto autobiográfico contraído por el autor y en un país como Honduras, donde el género autobiográfico es escaso, esta obra representa una primera narración autobiográfica, completa, escrita de forma contextualizada e interrelacionada. Hasta el presente, en Honduras no se dispone de muchos relatos propios de figuras de la política, la actividad empresarial, de las letras y de las artes, desde los cuales se pueda entrar en la subjetividad de los distintos procesos políticos, económicos, sociales y culturales del país. En los escritos autobiográficos publicados hasta ahora predominan más bien las memorias, testimonios y anecdotarios, que en muchos casos son más bien relatos parciales, retazos o fragmentos de vida.
En el caso del libro autobiográfico de Díaz Arrivillaga estamos frente a una narración autobiográfica que ha sido pensada, analizada, contextualizada y documentada, que va más allá de un relato sobre sí. Es la historia de Honduras en la que se interrelación distintos ámbitos de la vida nacional como del entorno familiar. En cuanto el autor, a la vez que hace su genealogía familiar y describe el tipo de relaciones familiares de los Díaz Arrivillaga, desde una perspectiva de género destaca muy bien el significado de su madre en la conformación de su familia y, particularmente, en la formación de su personalidad. Por otra parte, más allá de la solvencia económica que les ha acompañado, el autor reconoce que en la misma familia existían prejuicios de raza, por el color de la piel de algunos de sus parientes:
“Pesó mucho sobre ella el color de su piel, la sangre indígena que corre por nuestras venas, pues la familia de mi papá, como él también, creían que la belleza era equivalente a ser blanco. Mi madre tuvo que convivir con este prejuicio y la afectó siempre. Lo viví en carne propia, porque dentro de mi familia, era considerado el más feo por el color trigueño y mi baja complexión física, lo cual afectó la seguridad en mí mismo, al menos durante mi adolescencia” (Díaz Arrivillaga, 2023, p.34).
Es una historia, también, del ámbito local y regional en el sentido que el autor describe, analiza y contextualiza el desarrollo del departamento de Choluteca, en el sur de Honduras, en la forma de ocupación del territorio, de las actividades económicas, en la conformación de los grupos de poder económico y político, como en sus estructuras sociales:
“El sur de Honduras, es una contrastante y contradictoria realidad, de sofocante sequía, de peñascos salientes como agujas mirando al cielo, de piedras y rocas que pueblan los cerros semidesnudos, donde siembran los campesinos, sus milpas de maíz grueso, maicillo y frijol alacín, en espera de las primeras lluvias de mayo, las prominentes ventiscas y ensordecedores truenos, de arroyuelo que se convierten en torrentes, pobreza y riqueza, ensueño, alegría, aislamiento, soledad y olvido, de éxodo constante, todo inmerso en esa bella naturaleza que solo puede ofrecer el vibrante y abrazador trópico seco, energizado por los rayos penetrantes de un sol radiante, que quema, que ilumina e inspira, a emprender el camino, andar con Don Quijote a realizar sus sueños y hazañas. En mi alma anida esa pasión quijotesca” (Díaz Arrivillaga, 2023, p. 22).
Si bien Díaz Arrivillaga nació y ha vivido en la ciudad de Tegucigalpa, su arraigo sureño ha sido permanente, lo mismo que su conexión con la vida rural hondureña al igual que su labor como estudioso del sector agrícola hondureño:
“Recuerdo las espléndidas noches estrelladas, que como luciérnagas, alumbran para hacer de la oscuridad de la noche, una confortante compañía, el canto armonioso de los gallos que anuncian la mañana, el suave viento de la fresca madrugada, me revivía del rezagado sueño durante el ordeño, el despertar de la naturaleza con las primeras lluvias, que como una alfombra verde, arropaban los campos muertos para devolverles la vida, los primeros rayos del sol al amanecer, que brillaban sobre la dorada hierba seca, era la vivencia que me transportaba a mis abuelos y mis padres, ahí junto al amado y esplendoroso río Choluteca, abrazado por la plenitud y belleza que solo el trópico nos regala” (Díaz Arrivillaga, 2023, p. 32).
Es una historia también del ámbito nacional porque el autor analiza muy bien la historia de Honduras desde 1970 hasta el presente, haciendo una particular lectura del desarrollismo implementado por los gobiernos militares durante la década de los años setenta del siglo XX, la difícil transición política de los ochenta, en donde Díaz Arrivillaga tuvo un destacado papel en la defensa de la soberanía nacional, contra la aplicación de la Doctrina de la seguridad Nacional y la violación de los derechos humanos, así como su crítica y contrapropuesta a la implementación del modelo neoliberal en Honduras a partir de 1990.
En ese sentido, más allá de la ética weberiana del científico y del político Díaz Arrivillaga realiza una narración de su vida en la administración pública como técnico, funcionario público y, en la política nacional, como militante, diputado al Congreso Nacional y al Parlamento Centroamericano, y como candidato a la presidencia por el Partido Demócrata Cristiano de Honduras, con una solvente honradez intelectual y política, por sus posturas siempre a favor de una Honduras soberana, democrática y de oportunidades para todas y todos.
Por ello, Díaz Arrivillaga ha gozado de una solvencia moral que lo legitima para ser un cuestionador de la política hondureña, que lo convierte a la vez en un referente del político que ha tenido la madurez requerida para pensar primero en los problemas y las soluciones del país antes que en intereses personales, una actitud poco común en la clase política hondureña.
En ese sentido, su participación política dentro del Partido Demócrata Cristiano ha representado para Díaz Arrivillaga a la vez que una utopía política, mucha frustración y desencanto. Así lo expresa:
“La Democracia Cristiana fue mi partido, luché por esa ideología política. Creo que tiene los elementos para la transformación de Honduras, pero actualmente la Democracia Cristiana dejó de ser el proyecto político al cual yo entré” (https://criterio.hn/la-democracia-cristiana-partido-satelital-efrain-diaz-arrivillaga/).
Si bien, en muchos casos la autobiografía es un género que se configura como híbrido, en el sentido que navega entre las fronteras de la historia y la ficción, el libro de Díaz es un texto histórico con contextos y basado en fuentes documentales. En ese sentido, esta autobiografía es una invitación a repensar la historia de Honduras en sus búsquedas del desarrollo y del fortalecimiento democrático y, a la vez, es un balance de lo que se ha hecho y de lo que no, desde la óptica de la responsabilidad personal de quien no solo ha sido un observador de los procesos, sino también un agente de los cambios que ha experimentado la sociedad hondureña en las últimas décadas.
Por ello, este libro no es solamente una retrospectiva personal del pasado, sino una visión prospectiva del presente de Honduras, en la que el autor, más allá del desencanto partidario y político vivido, presenta una propuesta alternativa para el desarrollo de Honduras, asumiendo los nuevos desafíos:
“Como construir, fortalecer y consolidar una plataforma democrática, política, social y ciudadana participativa, amplia plural y progresista, pareciera ser el gran desafío de esta próxima década, que inicia finalmente, un proceso de regeneración y salvación nacional, bajo la premisa que es posible una ruptura con el pasado, que abra y siembre la simiente para las siguientes generaciones en un país posible, una primavera hondureña tan esperada por muchas generaciones” (Díaz Arrivillaga, 2023, p. 321).
Para ello, el autor sostiene que en Honduras se requiere romper con el pasado, en la línea del recordado Ramón Oquelí, que planteó que el problema de origen de la sociedad hondureña se encuentra en una herencia histórica que tenía que rectificarse por ser “triste, negativa y en muchos aspectos no lo hemos corregido todavía” (Oquelí, 1994, p. 25).
Así, para Díaz Arrivillaga:
“En Honduras romper con el pasado pareciera una tarea hercúlea. Hemos asistido en distintos tiempos y con actores diversos, a intentos de reforma que mueren lentamente. Se resiste a morir un sistema y un régimen, que se mantiene aún con vida, aunque signifique muerte para la nación, no obstante, su incompetencia demostrada para resolver los problemas del país, pruebas de corrupción irrefutables, sin credibilidad interna y externa. Y sin embargo continúa, con un pueblo que apenas sobrevive, angustiado, cansado y agobiado, pero sin rebelarse todavía, dispuesto inclusive, una parte de ese pueblo a brindarle apoyo al sistema a pesar de las mentiras y los regaños. Otros luchan sin cesar, otros mueren asesinados en el camino o emigran (Díaz Arrivillaga, 2023, p. 321).
De este modo, Díaz Arrivillaga hace en este libro una invitación, en línea de Miguel de Unamuno, para entrar a la intrahistoria de Honduras desde el ámbito familiar, local y nacional, en cuanto despliega una narración más allá de los recuerdos, datos cronológicos, anécdotas y nostalgias, en la que realiza una reconstrucción profunda y propositiva sobre los procesos sociopolíticas de Honduras.
Así, la obra de Díaz Arrivillaga, en una adecuada lectura, es una suerte de profecía sobre la historia presente de Honduras, al destacar las continuidades y discontinuidades de los aciertos y errores, pero, especialmente de sus incertidumbres. Sin duda alguna, el autor se ubica en la tradición española de Unamuno y Ortega y Gasset para quienes, sobre todo, es en la historia donde se encuentra respuesta a la soledad y al dolor.
Para Díaz Arrivillaga, Honduras tiene que entrar en su intrahistoria, como proponía Miguel de Unamuno. Es decir, en los hechos visibles de una realidad escondida, en el proceso profundo de su pasado. Porque la historia de Honduras se ha escrito como un ruido que solo da fe de la existencia de una superficie. De allí que, como lo plantea Unamuno (1996, p. 41): “Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del presente momento histórico´, no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros, y, una vez cristalizada así, una capa dura, no mayor con respecto a la vida intra-histórica que esta pobre corteza en que vivimos con relación al inmenso foco ardiente que lleva dentro”.
Al entrar en la intrahistoria hondureña en su relato autobiográfico Díaz Arrivillaga profundiza en los factores estructurales que no han permitido el desarrollo para todas y todos los hondureños y en por qué los distintos proyectos de cambio no siempre hayan tenido los resultados esperados.
Es así como Efraín Díaz Arrivillaga ha cumplido con su pacto autobiográfico en una narrativa escrita en una prosa diáfana, rigurosa, con estilo propio y propositiva.
Bibliografía
Díaz Arrivillaga. (2023). Autobiografía: los ideales y vacilaciones de un caminante. Lithopress Industrial: Teguciglpa.
Lejeune, P. (1991). «El pacto autobiográfico». En La autobiografía y sus problemas teóricos. Suplementos Anthropos. No. 29.
Oquelí, R (1994). Gente y situaciones, Tomo I. Editorial Universitaria: Tegucigalpa.
Unamuno, M. (1996). En torno al casticismo. Introducción de Jon Juaristi. Biblioteca Nueva.