El ecosistema universitario

Elvia Elizabeth Gómez
Docente universitaria

Recuerdo mi primer día en la universidad, sola y sin conocer a nadie, ansiosa y nerviosa al mismo tiempo, imaginando cómo serían mis compañeros y mis profesores. Como todo estudiante de primer ingreso, las clases introductorias suelen ser masivas, grupos numerosos en donde nos encontramos con todo tipo de personalidades y nos enfrentamos a un nuevo reto, “encajar”.

Esto es más evidente en las universidades públicas pues el número de estudiantes es mayor al de las universidades privadas. Salones de clases repletos de alumnos, en donde los profesores se enfrentan también a nuevas experiencias, pues cada grupo de estudiantes es diferente. Ahora que estoy del otro lado, la primera pregunta que me hago al iniciar un nuevo periodo de clase es ¿qué tal serán los estudiantes de ese grupo? Pero como alumna de primer ingreso, la pregunta que me hice al entrar al aula de clases fue, ¿qué tal será el profesor o profesora que me toque? Con grupos masivos, lleva más tiempo descifrar a los alumnos y obviamente pasa lo mismo con el profesor. Después de perderme en los edificios buscando el aula de clases y buscar pupitres disponibles en donde sentarme, me tocó asistir a mi clase introductoria de carrera. Y ahí estaba ella, Anarella Vélez, con una brillante sonrisa y con su traje de saco, dándonos la bienvenida de forma afectuosa y haciéndonos sentir que estábamos en el lugar correcto, ahí estaba una de las maestras que marcó mi vida universitaria, porque al interactuar con ella supe que había tomado la decisión correcta y que ese era mi “ambiente”. Ese era el ecosistema en el cual lograría conquistar mis sueños. La Real Academia Española de la Lengua define ecosistema como “Sistema ecológico constituido por un medio y los seres vivos que habitan en él, así como por sus relaciones mutuas”.

Medio y seres vivos, eso somos en el mundo universitario y dentro de este nos encontramos con diversos ecosistemas, cada uno de ellos con sus características particulares, y podría parecernos absurdo pensar en la universidad de esta forma, pero al observar detenidamente en su interior, nos damos cuenta de que cada estudiante es una pieza de un rompecabezas personalizado. Así, nos topamos en los pasillos con grupos de estudiantes que llevan en sus manos sketchbook (cuadernos para dibujar) y automáticamente los identificamos como estudiantes de diseño gráfico, con su vestimenta muy personalizada, o bien interactuamos con otro grupo que porta largos tubos en donde guarda sus planos, estudiantes con gabachas o con cascos amarillos y chalecos con el logo de su carrera. Cada carrera es un mini ecosistema dentro de uno mayor que los acoge a todos para poder ofrecer a la sociedad, después de un proceso de formación, profesionales capaces de desenvolverse en otro ambiente, más hostil y competitivo. Esta diversidad se convierte entonces en un reto, pues cada uno de esos pequeños ecosistemas necesita contar con un ambiente apto para su crecimiento y desarrollo, sin los cuidados adecuados, es probable que el resultado final no sea lo esperado, puede carecer de algunas características que afectarán su posterior desenvolvimiento. ¿Por qué hacer esta analogía? La intención es reflexionar sobre la importancia de dotar de los recursos adecuados a las universidades para poder formar profesionales que cuenten con las habilidades técnicas y blandas que demanda la sociedad actual.

De igual forma, debe satisfacer las necesidades de formación de sus estudiantes y en ese proceso, como docentes, jugamos un papel clave en el funcionamiento del ecosistema universitario. El docente debe tener claro que, al decidir enseñar a otros, también está en un proceso constante de aprendizaje y que su compromiso como profesional es el de seguir formándose, adaptarse a los cambios sin renunciar a su esencia pues “ser de la vieja escuela” no significa que no pueda tomar de la nueva, elementos que le permitan navegar por las aguas, a veces turbulentas de la era digital. El escritor inglés Clive Staples Lewis expresó que “La tarea del educador moderno no es talar selvas, sino regar desiertos”.

En este gran ecosistema, para los alumnos somos quienes les brindarán el conocimiento que esperan recibir de la asignatura que cursan y alimentar su mente.