Cnel. de Av. ® José A. San Martín F. *
Si bien este tema, liderazgo, es siempre vigente, en muchas oportunidades adquiere connotaciones de suma importancia, según las circunstancias, alrededor de hombres y mujeres que se destacan en diferentes campos del quehacer humano. Se ha creído que el liderazgo únicamente se observa o se relaciona con el campo militar. Criterio equivocado. Todas las actividades donde participa el ser humano están rodeadas de esa virtud que permite destacarlos por su conducta, determinación y poder de decisión: su liderazgo.
Desafortunadamente, la gran mayoría de personas nos equivocamos cuando debemos identificar a los verdaderos líderes, porque son innumerables los factores o razones que permiten a la gente seguir o no a alguien que dice o pretende ser líder. Los favores, el dinero, las posiciones o cargos y muchos otros factores inciden para que se siga o no a un supuesto líder. El ambiente político es uno en el cual aparecen muchos líderes sin serlos. Atraen a la gente aprovechándose de las necesidades humanas, como la pobreza, la ambición del poder o simplemente, deficiencia en la autoestima de las personas y hasta el chantaje. Nada que ver con el liderazgo. Con el respeto de quienes no aplican.
En las guerras al inicio de la humanidad comenzaron a destacarse guerreros que mostraban su valentía en la lucha. Esto permitía que los soldados sintieran confianza en uno u otro combatiente porque su coraje irradiaba confianza. Así comienzan a surgir los líderes, prácticamente producto de la guerra. Sin embargo, la política o arte para hacerse del poder, tuvo su influencia sobre los líderes genuinos, aquellos guerreros sobre los que se comenzó a diluir su liderazgo. Fueron quienes ostentaban el poder político los que ejercían su influencia para comandar a los guerreros, a las masas, usaban su dominio y riqueza y no un liderazgo. Sin embargo, hubo quienes alcanzaron la cima por su liderazgo, políticos guerreros; la historia nos da unos nombres: Julio Cesar, Alejandro el Grande, Jorge Washington, Simón Bolívar, Francisco Morazán, Napoleón, etc. Otros, ajenos a la condición de guerreros, como Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Abraham Lincoln, etc. Todos ellos visionarios, inquebrantables en la toma de decisiones, con carisma y un enorme sentido de responsabilidad.
Por desgracia, en nuestro país, actualmente, ¿podríamos identificar algunos personajes con las características de líder? Difícil o quizás imposible si le aplicamos las virtudes que debe poseer el líder que buscamos. Y no es que no haya. Sí los hay. Pero, como bien lo observa la historia, quienes ostentan el poder siempre pretenden continuar en él o seleccionan el de su conveniencia, que, en muchas ocasiones, es un pariente o descendiente familiar, continuando de esta manera con la tradición que prevalecía, y que en algunos pocos países aún se observa, los reinados europeos del pasado, la descendencia de sangre real, la realeza. Con esas monarquías, dictaduras, acabaron los movimientos sociales de las son referentes la Revolución Francesa (1789-1799) y la Bolchevique en Rusia (1917-1923). La primera dio origen a la República y al liberalismo democrático, vigente en la mayoría de los países del orbe; en tanto la segunda, a la federación de naciones denominada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), hoy fracasada como tal.
Los hondureños tenemos, hoy, la gran tarea de sacar de entre la población, a esos líderes ocultos que poseen los dotes del liderazgo genuino que pueden sacar a nuestra patria del hoyo en que se encuentra, social, económico y político. Tarea difícil si nos mantenemos con la tradición de seguir a los políticos que mantienen el poder a costa del dinero y la corrupción, los que manipulan al pueblo para que voten a su favor a efecto de adueñarse de la toma de decisiones en nombre del pueblo, adueñándose del poder, y si fuese posible, indefinidamente. No tienen liderazgo, no lo conocen ni lo comprenden y mucho menos lo practican. Su costumbre política ha sido otra, donde prevalecen la mentira, el engaño, el abuso, la descalificación, la amoralidad y el irrespeto. Por desgracia, si consultamos al pueblo su opinión de nuestros actuales políticos, su respuesta será negativa en su gran mayoría. Lamentable, pero es la realidad. Sin embargo, los buenos líderes políticos, los que tienen ética, principios y valores dignos, son muy pocos y debemos protegerlos, apoyarlos y otorgarles el valor que merecen.
Los líderes militares, los oficiales, suboficiales y los correspondientes de la Policía Nacional, son teóricamente líderes. Porque para que lo sean han sido formados y se presume que su conducta como profesionales de las armas y ciudadanos, sea ejemplar y digna. La población entera, civiles y militares, confían que los uniformados sean los garantes de la tranquilidad nacional. Es inconcebible que exista corrupción entre estos líderes, por el contrario, su adiestramiento y formación profesional son su carta de presentación. Si esto no es así, es porque se han desviado de los valores que distinguen a los honestos de los corruptos. Olvidan o hacen caso omiso del juramento al que nos comprometimos cuando adquirimos la responsabilidad de ser militares o funcionarios policiales, de servir a la patria y al pueblo.
*Excomandante general FAH