Por: Rodolfo Dumas Castillo
Al igual que el mundo entero, Honduras enfrenta desafíos económicos, sociales, ambientales y humanos, algunos de los cuales son externos e incontrolables. Internamente, un ambiente convulso y confrontativo amplifica ciertos problemas en lugar de resolverlos. Pareciera que una crisis de liderazgo agrava nuestras dificultades en momentos cruciales. Esta problemática no es exclusiva de Honduras, ya que, tanto en el ámbito corporativo como en los gobiernos y organizaciones internacionales, los líderes denotan dificultades para abordar la creciente complejidad, ambigüedad e incertidumbre global.
¿Cuál es la causa de esta crisis? ¿Falta de inteligencia en los líderes? Probablemente no se deba a la inteligencia, ya que existen dirigentes altamente capacitados técnica y académicamente al mando de organizaciones. Sin embargo, el conocimiento por sí solo no es suficiente; lo que parece faltar es la sabiduría. En este tiempo crucial, los líderes sabios son escasos, a pesar de la aceleración del cambio climático (nuestra principal amenaza existencial), el auge de la inteligencia artificial y la creciente fragmentación social. Estamos en un punto de inflexión, habiendo perdido el vínculo con la sabiduría a lo largo de décadas, hasta el punto en que muchas personas ya no distinguen entre inteligencia y sabiduría, usando ambos términos indistintamente.
Sobre el tema de la sabiduría, recientemente nos encontramos un estudio en el que se detallan características que pueden servir para identificar a un líder sabio y que resumimos a continuación: “autoconciencia: para lidiar eficazmente con su empresa o el mundo en general, los líderes primero necesitan comprenderse a sí mismos, entender sus propias motivaciones y ser conscientes de la carga emocional que llevan a las interacciones con otros”.
“Conciencia social: es la capacidad de apreciar, aceptar y trabajar con los diversos comportamientos y opiniones de quienes nos rodean. Un líder sabio ha dejado atrás hace mucho tiempo la suposición adolescente de que todos en el mundo piensan como ellos. Reconocen que los demás tienen motivaciones y prioridades diferentes, pero no menos válidas, que requieren empatía, comprensión y una gestión hábil”.
“Conciencia constructiva: casi todo a nuestro alrededor ha sido creado por otras personas y puede cambiarse, un hecho simple que sorprendentemente pocos líderes tienen la perspicacia y el coraje de ejecutar. Las personas quedan atrapadas en hábitos y suposiciones y no desafían el pensamiento convencional. Los líderes sabios pueden separar las leyes de la naturaleza de simples costumbres”.
“Esfera de preocupación: quizás el mayor indicador de nuestro nivel de sabiduría es el tamaño del mundo por el que nos preocupamos. Cuanto más amplia sea nuestra esfera de preocupación, probablemente seremos líderes más sabios. El filósofo Ken Wilber expresa que los humanos pueden moverse a través de cuatro niveles de conciencia: egocéntrico, etnocéntrico, centrado en el mundo y centrado en el cosmos. Pero no todos superan las dos primeras etapas, donde están limitados a preocuparse por sí mismos o por su tribu estrecha. Los líderes sabios son centrados en el mundo, preocupados por toda la existencia, pasado, presente y futuro. En lugar de eso, la sociedad se está volviendo más egocéntrica y tribal. La identidad personal se ha vuelto primaria, llevando a las personas a una visión egocéntrica y etnocéntrica del mundo. Paralelamente, la preocupación por parte de los líderes parece estar en declive en lugar de aumentar”.
Superar esta tendencia exige un cambio de enfoque: debemos priorizar el crecimiento en lugar de limitarnos al aprendizaje. Sin embargo, los caminos que conducen al aprendizaje y al crecimiento son notablemente divergentes. Por eso las universidades suelen ser buenas en el aprendizaje y deficientes en el crecimiento. El modelo básico de aprendizaje es “escuchar y repetir”. En la escuela, nos hacen leer un libro y luego escribir un ensayo, pero eso es básicamente lo mismo. El crecimiento ocurre cuando “hacemos y reflexionamos”. El verdadero crecimiento proviene de salir de la zona de confort y luego procesar esa experiencia a través de la reflexión. Mientras que el aprendizaje implica acumular información, el crecimiento se trata de actualizar nuestro enfoque, de volvernos más sabios. Abrazar esta distinción puede ser un paso crucial para abordar los desafíos de Honduras y cultivar líderes y soluciones más efectivas.
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