Juan Ramón Martínez
Muchos se preguntarán -y usted también- qué me autoriza para pedírsela. Lo hago basado en consideraciones elementales. En mi calidad de hondureño; que pago sus impuestos; y, que, como orientador público, estoy preocupado, porque la dirección de su gobierno es errática, los resultados son mezquinos; y el clima general de la sociedad es de duda, distanciamiento de los electores con los políticos, privando la sensación que de nuevo estamos frente a otro gobierno, que fracasa en sus empeños por darnos algo diferente. Debo declarar que no voté por usted. Conociendo sus limitaciones, anticipé su falta de habilidad para el ejercicio gubernamental; y, tuve presente su carácter de mujer subordinada, entrampada en una cultura rural, propia de los ganaderos atrasados que, no disimulan el irrespeto hacia las damas, como usted, señora Presidente.
Pero creí -como católico- que permitiría que la iluminara Dios, para conquistar la libertad para pensar y el sentido común que le enseñaran sus padres -que nunca menciona-, inculcándole el valor del libre albedrío con el cual pudiera enfrentar las emboscadas traidoras de la vida. Y porque tuve la esperanza que, desde el ejercicio del Poder Ejecutivo descubrirá que cuando le exijan cuentas, usted tendrá que presentar resultados. Y que las excusas que no lo hizo fulano y mengano; “y que yo no me di cuenta”, serán explicaciones que la diosa Clío no le aceptará, ni a usted; ni, a nadie. Por ello, en esta hora en que usted de nuevo cae en manos de la manipulación emocional de quienes la controlan; y, cuando usted no puede ver que el pueblo es su único refugio, pierde la compostura. Y, de nuevo, renuncia a sus obligaciones de honrar el compromiso que hizo al jurar el cargo, comprometiéndose que trabajaría por la felicidad y la seguridad de todos los ciudadanos. Usted es titular del Poder Ejecutivo; pero no es dueña del Congreso Nacional. Y en el esquema democrático establecido por la Constitución de la República, los tres poderes son independientes; y, en consecuencia, la única vez en que coinciden, es cuando colaboran. Cosa que usted en este momento no imagina y tampoco siente. La invitación para que salgamos a las calles, no solo es inconstitucional, contraria a la ley, sino que francamente ofensiva con respecto a sus obligaciones como Presidente de la República.
Usted no es rehén de su marido; ni esclava de los revoltosos que escriben discursos y le obligan a leerlos, pasando por alto sus sentimientos y sus obligaciones. Porque debe tener presente que, no es, en este momento tan difícil que vivimos, activista o sirviente de Libre, sino que magistrada de todos los hondureños. De los que la votaron y los que, no lo hicimos. A los primeros tiene que convencerles que no se equivocaron; y, a los segundos, para que entendamos que, pese a nuestras dudas, usted tiene un espíritu superior y una fuerza para sacrificar sus debilidades; y, en el servicio al bien común, ponerse de pie y reconquistara la libertad que le han negado, desde la madrugada en que -inocente niña- fue raptada; y ofendida, como ninguna otra mujer.
No paso por alto que la situación que le ha tocado es difícil. La dictadura, como la llama, hizo muy mal las cosas. A usted la eligieron para que rectificara y las hiciera de forma diferente. Por ello, tiene que entender que está obligada a darnos resultados. Y que, para ello, debe rodearse de colaboradores superiores, que trabajan para usted, bajo el paraguas de un discurso que anime la construcción del bien común, por medio de la unidad y la concordia. Su gabinete es, un fracaso. El de Osvaldo López Arellano, “fue de lujo”. El suyo, “de inútiles”. Incompetentes, irresponsables que, ni siquiera ejecutan el presupuesto. La culpa no es suya. Dejó que los nombrara su marido de muy mala imagen entre las mayorías de los entonces opositores a Libre; y que, ahora se han multiplicado exponencialmente.
No todo está perdido. Está a punto de fracasar. Algunos gobiernos, son derribados. Otros, es la historia la que, los sepulta. El suyo, puede salvarse si rectifica. Para lo cual, le pido -como contribuyente- que no salga a la calle; no ofenda la Presidencia de la República. Y tampoco confirme que, las mujeres son incapaces de liberarse de la manipulación patriarcal de sus maridos.