Mesiánico

Carolina Alduvín

La complicada situación política que estamos viviendo, tiene varios responsables; siendo el principal, sin duda alguna, el usurpador que sigue a pie juntillas los lineamientos de la organización criminal conocida como FSP. Luego los nominales de los tres poderes, rendidos a sus caprichos y -como obviarlo- el incómodo aliado que les permitió una victoria holgada en el Ejecutivo, más no el Legislativo, quien fuera traicionado por el más cercano de sus parciales y luego ignorado y anulado, patentizando la meligna paga por un buen servicio. De paso, también postergó a tercer plano, una voz beligerante, hoy acallada y acomodada en el nicho donde convergen tres líneas fronterizas; de modo que, consciente de la enorme pifia en su haber, no atina en procura de una rectificación para la que no está preparado.

Sin haber estudiado psicología, con la sola observación de su errático comportamiento, identificamos rasgos de bipolaridad y de narcisismo en su personalidad, poco compatibles con la malicia, el cálculo y disimulo propios del oficio de los politiqueros. Con innegable popularidad, colectar firmas para crear partidos, es lo de menos; lo difícil es conservarlos y estructurarlos. En estos días, que los candidatos no destacan ni triunfan por sus conocimientos, ideas, discurso o sentimientos, sino gracias a estudiadas campañas mediáticas que los mercadean como a cualquier otro objeto, el aspirante lleva significativa parte del terreno ganado; sin embargo, todas estas décadas al servicio del sistema, dedicados a narrar y comentar hazañas ejecutadas con extremidades inferiores ajenas y a exhibir burlonamente la ignorancia del promedio de la población, no dejan de pasar factura. Si honrar, honra, pues embrutecer…

El discurso contra la corrupción y la impunidad resulta mucho más atractivo y generador de adeptos que las ideologías conservadoras o progresistas, dado que los efectos perjudican a todos, en especial a los que menos tienen. Pero la figura mediática no basta, hacen falta las habilidades y el colmillo que solo se adquieren sobre el terreno, el político no nace, se hace, y no se hace en las aulas o sobre los libros, sino exponiéndose a los votantes, cautivando patrocinadores, prometiendo a diestra, siniestra y, sobre todo, pronunciando las mágicas palabras que cada audiencia anhela escuchar; las mercancías se fabrican y luego se mercadean. Si el proceso se hiciera a la inversa sería incosteable.

Hace dos años, la población solo quería que se fuera el de turno, votó por eso sin medir consecuencias; hoy, hasta los que adversaban, admiten que estaban mejor con el que se llevaron. Hay que sacar a estos, quienes además de resultar corregidos y aumentados en asuntos de malversación y evasión de justicia, han demostrado ser grandes buenos para nada, excepto para repetir como loros el mismo discurso cansino por instrucciones de la doña. Y por si acaso alguno se atreve a dar uno que otro resultado de forma aislada, la reina de diamantes les cierra la llave, tal como le sucedió al arrepentido designado.

Por tanto, entre querer componer el entuerto y que no lo dejan figurar, pues su personalidad lo hace recurrir a poses mesiánicas. El diccionario de la RAE nos indica que el término Mesías equivale a ungido, en el judaísmo es precisamente un salvador y rey descendiente de David, prometido por los profetas al pueblo hebreo. En el cristianismo es el Redentor enviado por Dios para salvar a la humanidad y, en la vida común, un sujeto real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida.

Los partidos políticos, sumidos en gran crisis de liderazgo y credibilidad; uno, por el desgaste en el poder ejercido con miras al saqueo y al continuismo ilegal, y el otro diezmado por los populistas encaramados hoy, y en manos de un exconvicto. Ambos coinciden en que ninguno por sí solo logrará evacuar a los actuales inquilinos, pese a la decepción y el descontento generado a pocos meses de entrar a servirse de las arcas nacionales en el evidente afán de resarcir a su patrocinador suramericano. Así que hay que aliarse, eso sí, sin ceder la cabeza; ambos quisieran contar entre sus filas a alguien con el arrastre del que se monta la anticorrupción como caballito de batalla, pero nadie se atreve a llamarlo, consideran demasiado riesgo su voluble personalidad. Hoy, todos fueron convocados por el mesías y, sencillamente solo veo acudir segundones.