Señores diputados, ¡cálmense!

Juan Ramón Martínez

Lo que ha estado ocurriendo en el Congreso, especialmente el comportamiento de los diputados insubordinados en contra de Luis Redondo, debe preocuparnos a los demócratas. Porque, si hay señal de deterioro que indica que nos cae el edificio encima, es el que se observa en la más alta representación popular. Las democracias, cuando las ataca el Ejecutivo, reaccionan y se defienden. Especialmente cuando tienen diputados firmes, enérgicos y valientes. En Honduras en el 2009, lo vimos. En Estados Unidos en el 2020, los congresistas y diputados, resistieron. No se rindieron ante las turbas. Cuando el daño se hace desde adentro, casi nunca hay alternativa; y las democracias caen vencidas. Afortunadamente, estamos a tiempo; y, los diputados, deben rectificar antes que ocurran daños irreparables.

Los desacuerdos en el interior del Congreso, son propios de su naturaleza. Lo que es impropio, es el comportamiento obstruccionista que, impide la operación del aparato legislativo, porque en ello, hay la voluntad de provocar daños invaluables. Los diputados nacionalistas no son los inventores de la malcriadeza y las conductas impropias. Ese “honor”, le corresponde a Libre que, en la primera legislatura de las dos que dirigiera Mauricio Oliva, introdujeron los pitos y otros artefactos infantiles, con los que, provocaron ruidos e impidieron -en varias ocasiones- la celebración de las sesiones. La exhibición de conductas irregulares, exhibió lo peor del género humano. Varios diputados se subieron a la mesa directiva -que representa el honor de los diputados, porque, aunque algunos no lo crean, lo tienen todos por mérito de la representación que ejercen-; otros, rompieron la campana, con la que se inicia y se cierran las sesiones y un diputado, -médico egresado de la UNAH y ahora embajador de Honduras en El Ecuador-, le dio fuego a un ejemplar de la Constitución de la República. La más ruidosa de las parlamentarias, porque no hay diferencias de sexo, ahora nos “representa”, diplomáticamente en Canadá.

Ahora, son los diputados nacionalistas -“alumnos” de los malcriados parlamentarios de Libre- lo que, con su comportamiento ruidoso e irrespetuoso, interrumpen las sesiones del parlamento. Las motivaciones son las mismas: protestan contra la junta directiva, porque no les da trámite a mociones que, consideran que, son útiles para el país. O que simplemente, son la muestra de su libertad para el ejercicio de la delegación que les ha delegado el pueblo de sus respectivos departamentos. El fin, puede ser legítimo. Los medios, en cambio, no resisten el mínimo análisis. Porque, como todos sabemos, solo los inmorales, los psicópatas, los que han perdido la confianza; o los orates, aceptan que el fin, justifique los medios. Los diputados nacionalistas no deben continuar la conducta obstruccionista en que, de repente de forma deliberado los, ha empujado el presidente de facto del Congreso. Al hacer lo mismo que los diputados de Libre en el pasado, justifican y legitiman el comportamiento del “Chele” Castro, Beatriz Valle, Bartolo Fuentes y Ramón Soto que, en un momento de ofuscamiento, mancharon su trayectoria de luchadores felices, en favor de las buenas causas.

Los diputados, tienen que exhibir una buena conducta, de cara a la observación que ahora, más que antes, hace el pueblo de sus representantes. Desde las vestiduras, la puntualidad, la atención a los debates y la participación inteligente y educada en los mismos, es un imperativo categórico de la conducta de los congresistas. Si estos, para lograr sus fines, -que, repetimos, pueden ser buenos, legítimos y oportunos-, recurren a prácticas propias de pandilleros, perderán respeto. Cosa que, en este momento, es un suicidio. Porque todos los diputados y especialmente los del PN, deben saber que hay en su contra, una embestida que se orienta a la destrucción de la representación democrática, la operación de un Congreso independiente; y de un Poder Ejecutivo, que respete de la libertad de legislar y la soberanía popular.

Por manera que, desde la condición de observadores y defensores del sistema democrático, nos permitimos pedirles; e, incluso, reclamarles a los diputados del PN, que respeten la sindéresis del cargo. Y que, honren las expectativas del pueblo que, no puede entender que, para defender sus intereses, haya que ofender la dignidad colectiva e irrespetar las buenas costumbres. Y menos, que, para luchar por la democracia, haya que brasear en el lodo de la ignominia y la inmoralidad.