Bhagavad-Gita y Alamogordo

Por: SEGISFREDO INFANTE

Me asiste la vaga idea de haber publicado, hace tantos años, un artículo dedicado al científico estadounidense Julius Robert Oppenheimer, el coordinador intelectual del proyecto ultrasecreto encargado de fabricar la primera bomba atómica. Un hombre sobrio, discreto, hiperactivo y genial, con una capacidad extraordinaria para convocar y conducir en equipo a otros científicos geniales. He visto por lo menos dos películas sobre la vida de Oppenheimer. La más reciente: “American Prometheus” (Prometeo Americano) o simplemente “Oppenheimer”, que me ha resultado poco agradable, en tanto que el filme está recargado de imágenes y ruidos, y hay un abuso de planos temporales que confunden fácilmente a cualquier espectador desprevenido. Respecto de sus posturas anteriores y posteriores a la “Segunda Guerra Mundial”, solo quiero destacar que John F. Kennedy condecoró a Oppenheimer con el magnífico “Premio Enrico Fermi”, y que él había sido un lector apasionado de la obra “Bhagavad-Gita”, un poema milenario de los hindúes.

Ahora veamos una porción de la cronología de los hechos: Con fecha 16 de julio de 1945, sobre el desierto de Alamogordo (Nuevo México, USA), se probó la primera bomba atómica en la “Historia” de la humanidad. La bomba fue bautizada con el nombre de “Trinity”, un experimento que vino a transformar de tajo la cosmovisión de todos los hombres y mujeres, especialmente de aquellos que estuvieron en situación de observar “el amanecer más deslumbrante, más violento y más breve que hayan visto nunca ojos humanos”. Se dice que Robert Oppenheimer recordó unos pasajes del libro sagrado “Bhagavad-Gita”, que personalmente he podido constatar en una edición de 1981.

Leamos el texto hindú: “Si a un mismo tiempo apareciera la luz de un millar de soles, tal vez fuera semejante a la de este gran Espíritu”. (Págs. 114 y 115). “Te veo, con el rostro brillante como fuego encendido, infundiendo calor a todo el universo con tu esplendor, pues solo tú penetras el espacio que entre tierra y cielo existe, y todas las regiones de éste”. (Pág. 116). “!Oh Visnú! Dime quién eres, de forma tan terrible. Gloria a ti, ¡oh rey de los dioses! Aplácate. Deseo conocerte, pues eres el primer ser, porque no comprendo tu modo de obrar”. (…) El muy venerable respondió: “Soy la muerte, causa de la destrucción de todo lo humano viejo; estoy aquí para destruir la humanidad. Excepto tú, no sobrevivirá ninguno de los guerreros que en orden están en estos ejércitos”. (Pág. 118). Estos terribles pasajes hicieron meditar al señor Oppenheimer, poco después del estallido de la bomba experimental en el desierto de Alamogordo. Sobre todo al oponerse, posteriormente, a la fabricación de la bomba de hidrógeno.

“Bhagavad-Gita” y “Alamogordo” son dos nombres propios difíciles de escribir y pronunciar; pero teóricamente quedaron muy ligados al pensamiento de aquellos que calcularon los alcances destructores, antihumanos, de las primeras bombas nucleares, especialmente en el alma íntima de Oppenheimer. Nosotros nos hemos aproximado, en distintos momentos, a ciertas obras de la cultura hindú, incluyendo la creación o percepción del número “cero”, y el pensamiento humanístico de Mahatma Gandhi.

Continuando con la cronología de los hechos: El seis de agosto de 1945, los estadounidenses estallan la bomba atómica bautizada con el nombre de “Little Boy”, sobre la ciudad de Hiroshima, Japón, provocando la muerte instantánea de sesenta mil personas, más unos cien mil heridos por efectos de radiación. Dos días después, o sea el nueve de agosto, explotan otra bomba atómica (la “Fat Man”) sobre el puerto de Nagasaki, arrojando un saldo de cuarenta mil muertos al instante. El 15 de agosto, el emperador japonés Hiro Hito, anuncia por radio su capitulación incondicional. El general Douglas MacArthur y el encargado de relaciones exteriores de Japón, firman el documento que ratifica la rendición total. Es oportuno recordar que, en una de las dos ciudades japonesas extinguidas en segundos (Nagasaki) la población era católica. O, cuando menos, un emporio creciente del cristianismo católico.

Mr. Robert Oppenheimer se pronunció, en reiteradas ocasiones, contra el armamentismo nuclear, convencido, con sus propios ojos, que con tales instrumentos podría aniquilarse a la humanidad. En el más moderado de los casos proponía el control y la distensión armamentística que en lustros posteriores, después del fallecimiento de este científico en el año 1967, pusieron en práctica, vía diálogo reiterado, las superpotencias más poderosas de la nave terráquea. Se demostró que con el diálogo sostenido se podía salvaguardar a la especie del “Homo Sapiens Sapiens” y a otras especies biológicas, y resolver pacíficamente cualquier conflicto antagónico interno o externo. Aunque parezca risible la solución del diálogo civilizado, con avances, retrocesos y estancamientos, es la mejor opción frente a cualquier problema estructural o coyuntural, que ponga en peligro a una nación o al globo entero.