Marcio Enrique Sierra Mejía
En las actuales circunstancias en que los hondureños estamos sobrellevando la lucha política, los intereses de los pobres son los que marcan la dirección partidaria para lograr obtener el triunfo electoral. Sin embargo, el triunfo de los socialistas y del Partido Libre, no ha demostrado que se cumpla dicha premisa y tal parece que más bien, el rumbo de la gobernanza castromelista controlada por la alta dirigencia de Libre, están favoreciendo el enriquecimiento de una elite económica familiar asociada a militantes de la cúpula socialista que continúan marginando a los pobres. Bajo un enfoque gubernamental que propende a la pauperización como el fin político de sostenerse en el poder de gobierno.
La infelicidad de la ciudadanía pobre mayoritaria de Honduras y que, ciertamente expresa el interés de la población trabajadora; en la actualidad, ya no es atribuible enfáticamente a la derecha. Hoy por hoy, se pone en duda la conclusión de que Libre sea el partido de los trabajadores y de los marginados o clases infelices de Honduras. Este argumento central lo sintetizo indicando que las mayorías trabajadoras pobres no les favorecen y que existen factores objetivos o estructurales que les afectan para ganar la preferencia de sus votos. No hay que creer en la estrategia publicitaria subjetiva que construye y publica el gobierno.
Los electores con mayores grados de pauperización ya no se inclinan a votar por la izquierda. Y aquellos que gozan de mayor renta y riqueza y son más educados tienden gradualmente a predisponerse hacia el Partido Libre, dando lugar a un “limbo político” que evidencia múltiples expectativas partidaristas. Y, lo cual hace pensar que, las mayorías ciudadanas repudian el castromelismo y al Partido Libre con su populista proyecto político refundacional.
La marcha cívica multitudinaria recién convocada por la derecha constituye una muestra objetiva de la infelicidad que predomina en los ciudadanos hondureños, que a lo largo del recorrido a pie que realizaron, expresaron sus contundentes reclamos ante la incapacidad del gobierno que, en vez de contener el creciente empobrecimiento, va en aumento asfixiante. La insatisfacción se colude con la infelicidad en los ciudadanos que sienten como se ha aumentado la brecha para poder comprar la canasta básica de alimentos semanalmente. Si en el pasado alcanzaba para adquirirla, en la actualidad, más del 55 por ciento de la población pobre no le alcanzan los ingresos para obtenerla. La crisis sanitaria no se resuelve y, en los hospitales, adolecen no solo de medicinas sino también de instrumentos y materiales para uso de atención clínica.
El proyecto de construir un nuevo y moderno sistema hospitalario fue una promesa populista incumplida utilizada con fines proselitistas. El sistema educativo igualmente está abandonado y tampoco el gobierno socialista ha cumplido, no solo con modernizar y construir una nueva infraestructura, sino que lamentablemente, el servicio educativo a los niños y los jóvenes adolescentes, se ha empeorado. En lo económico, caminamos de una política macroeconómica regular a una peor y mal concebida, por más que pretendan engañar a los organismos internacionales, el gobierno no tiene ni la voluntad ni la capacidad para entender los correctivos racionales que deben instaurarse para dirigir la macroeconomía del país por el sendero correcto.
En lo político, estamos muy mal. Si en los gobiernos pasados la autocracia brillaba por su presencia, en el gobierno socialista, impera una especie de “cartel familiar político” autoritario que pretende instaurar una dictadura de partido para, a través de una asamblea constituyente, imponer normativas socialistas en función del interés del núcleo partidarista que controla el poder de gobierno a través del cartel familiar constituido ilegalmente. Se percibe una sociedad política en la que predomina el abuso de poder, el intervencionismo del Poder Ejecutivo en el Poder Legislativo y Judicial, la violación del Estado de derecho, de los derechos humanos y de la corrupción mediante un nepotismo despótico y corrupto desvergonzado. Y en lo cultural quieren imponer el ateísmo.
En fin, la infelicidad existe combinada con la esperanza que de que el actual gobierno controlado por el Partido Libre y la familia castromelista, serán vencidos en las elecciones generales.