SON COMO SON

ENNIO MALDONADO (*).

Yo, señores, no soy de Olanchito. Lo siento, no es culpa mía, aunque me hubiera gustado serlo. Tendría yo ese desparpajo para decir las cosas, ese cantadito para decir adiós y mucho “cuy-dado” al seleccionar mis amigos. Y es que la gente de estos lados es así: abierta y fraterna. Cálida en el abrazo como el clima del valle.

Aquí no hablan español: Lo gritan. Las carcajadas de los vecinos cruzan la calle y se meten en nuestra casa. Son gente feliz a su manera. En todo están, hasta en misa. Al ganarse su confianza, se ingresa al grupo familiar y al rato, sin darnos cuenta, uno ya es primo de ellos.

Lo de “comejamo” no es cierto: Hace años que se los comieron y hoy son solo leyendas sobre este inocuo saurio.

Localistas hasta el tuétano. Para ellos no hay mejor pueblo sobre la faz de la tierra. Donde quiera que están defienden su terruño a capa y espada. Grandes conversadores, cargan una fama de intelectuales que no se las quita nadie.

Para el que entra en sus casas siempre habrá un plato en la mesa y ¡ay del que los desprecie! Nadie dirá que son humildes, tampoco soberbios. No conocen la solemnidad. Los hay “chuscones” y “visajistas”; soñadores a tiempo completo.

Orgullosos de sus tradiciones, celebran la vida y, si hay que llorar, vuelven a reír. Discutidores apasionados. Son el pueblo más letrado de Honduras y no descansarán hasta ser declarados la capital de la cultura. ¡Si alguien los ataca por el lado de las letras, de inmediato desenfundan como una magnífica espada, el luminoso nombre de Ramón Amaya Amador, ‘Cho!: y eso sólo para empezar la extensa lista de escritores en su haber. Y es que aquí todo el mundo es poeta, aunque no lo sepa.

Magníficos anfitriones, se desviven por atender al visitante. Todo aquel que prueba su agua, regresa: ténganlo por seguro.

Morir o casarse en Olanchito es todo un acontecimiento al que asiste el pueblo entero. Si la desgracia pisa nuestra casa, corren a solidarizarse con la causa y si la felicidad nos visita, la gozan como si fuera el último día de sus vidas, aunque en el fondo sean unos sentimentales. Se burlan hasta de sí mismos que es una buena forma de burlarse de los demás. Son los primeros en abrir los bailes y los últimos en marchame de la fiesta, bailan hasta de cabeza. Un prolongado ¡eeeeeeuu! bastará para saber que están bien. Eso sí: nadie se atreva a decirles que no son cívicos porque le cortan el habla.

Incansables polemistas, arrastran un estigma de liderazgo y donde quiera que se presentan, son tomados en cuenta. Están en todas partes y en cada país del mundo hay, por lo menos, un embajador de Olanchito. En todo destacan: Futbolistas, ministros, rectores universitarios, políticos, escritores, generales, artistas, científicos; y, sólo les falta un presidente.

No hay otro pueblo en Honduras que se sienta tan orgulloso de sus raíces ni que viva su historia en carne viva como Olanchito.

Los que cruzamos (mojados) el río Aguán, tenemos que aprender sus códigos y juegos de palabras, a soltarnos la risa que traíamos amarrada desde lejos y entrar a esta casa de todos, donde nos reciben con un abrazo y la broma a tiempo.

Como ven, amigos míos, la belleza de este pueblo radica en su gente, en esa manera de ser. Por esos digo que son como son.

Olanchito es un pueblo que ríe y un pueblo que ríe ya ganó la mitad de su independencia. ( Fuente: La Prensa, San Pedro Sula, Honduras)

(*) Ennio Maldonado, nació y vivió sus primeros años, en el barrio Torocagua de Tegucigalpa. Estudio en la UPN, Francisco Morazán. Reside desde hace más de 30 años en Olanchito, después de una constante función magisterial en el Instituto Francisco J. Mejia, el primero y mas importante instituto de educación secundaria del país y del departamento de Yoro..