Testamento de un viajero sin retorno

Por: Mario E. Fumero

Muchas personas no son conscientes de que, como dice la Biblia, somos pasajeros y peregrinos aquí (2 Pedro 2:11), y que en algún momento tendremos que emprender un viaje del cual no hay retorno, y al cual tristemente le llamamos “muerte”, pero por qué no le llamamos “traslado a una nueva dimensión”, ya que dice el apóstol Pablo que esta no tiene poder en nosotros (1 Corintios 15:55) porque pasamos a una vida eterna. Una de las preguntas que me hago, como cristiano es ¿por qué nos preparamos para vivir, y nunca nos preparamos para morir?

Nací en el 1941, y al escribir este testamento tengo 82 años, y he podido sobrepasar la fecha de caducidad que todos tenemos, aunque con muchos achaques y dolores, porque dice la palabra en el Salmo 90:10 que “Los días de nuestra edad son setenta años; que si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo; porque es cortado presto, y volamos” , así que, todos los que sobrepasamos los 80 años demos gracias a Dios, porque a partir de ahí he vivido de prestado, y es bueno dejar un testamento para que sepa la gente qué quiero cuando emprenda este viaje.

Cuando muera, no quiero que me den flores, o adornos florales, porque ni los voy a ver, ni los voy a disfrutar, ¿qué sentido tiene? sin embargo, ese dinero que se malgasta en algo que no voy a poder gozar, debería darse como una ofrenda para comprar o donar bloques, cementos a fin de poder seguir construyendo espacios para salvar a muchos que no tienen esperanza. Yo quiero cuando me muera, que no piensen que todo ha acabo, al contrario, es cuando en realidad la vida verdadera comienza, y nos encontraremos al final del viaje, siempre y cuando tengamos esta esperanza que yo proclamé.

Quiero dejar constancia que todos los bienes que tengo en Honduras son del Señor, y para la obra, porque como dice el refrán, nada traje y nada me llevó, y lo que tengo no es mío, sí del Señor que lo dio todo. Yo quiero cuando me muera, que me entierren en el Proyecto Victoria, porque allí estuvo mi corazón y ministerio, y es bueno estar en donde uno se sintió realizado. Yo quiero cuando me muera que los derechos de todos los libros que he escrito les queden a mis hijos Carlos, Alex y Elizabeth, y si dejan algún beneficio, que se use para la obra misionera. Que se puedan difundir los pensamientos que Dios me dio para que otros muchos puedan ser edificados porque, aunque yo me fui de aquí, la Palabra de Dios permanecerá hasta que Él venga.

Yo quiero cuando me muera, que al predicarse de Filipenses 1:21 no usemos la parte que nos gusta, como es “el vivir es Cristo”, sino la otra parte, la que a nadie le gusta “y el morir es ganancia” porque en realidad, nadie quiere la ganancia, aunque sí, todos queremos vivir, pero ¿qué sentido tiene vivir si no amamos lo que nos espera después de la partida?

Es bueno amar la vida, porque si no fuera así, y dominara el deseo de ganancia antes de tiempo, buscaríamos el suicidio, y el descuido del cuerpo, que es el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16-17), pero debemos de estar preparado para ese viaje al cual no podremos llevar maletas, ni siquiera, la ropa que tenemos puesta servirá, porque el Señor no dará una vestidura nueva, solo sé, que cuando el tiempo se acerque, seremos consciente del viaje, porque el Espíritu Santo nos se hará sentir que nuestra partida está cerca, principalmente cuando parezcan dolores y aflicción, es por ello que no debemos esperar hasta última hora para arreglar todas las cosas terrenales, aunque sabemos que la celestiales la comenzamos a arreglar desde el momento en que aceptamos al Señor Jesucristo.

No quiero que me lloren, aunque para algunos es inevitable, porque el que ama siente, y el que siente sufre, y el que sufre, llora. Solo le pido a Dios que el espacio que dejo, otros lo puedan ocupar, y que la obra que emprendimos siga adelante, hasta que el Señor venga a buscar a su iglesia, porque sabemos que cielo y tierra pasará, pero su Palabra no pasará.

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