Por: Jorge Raffo*
La inmigración desde los territorios del Imperio otomano hacia Latinoamérica se inició en 1839 aun cuando las relaciones exteriores entre los gobiernos latinoamericanos y el de la Sublime Puerta no se habían formalizado. Los primeros grupos de inmigrantes “otomanos” -que en realidad eran sirios, libaneses, palestinos y armenios- arribaron a Argentina, Chile y Honduras. En 1885 se intensifica la migración y aparecen nuevas opciones como Brasil y Perú. Empezó a hablarse de una “diáspora” cuando las cifras superaban las treinta mil personas en Argentina y Brasil; las veinte mil en Chile; las diez mil en Perú y las cuatro mil en Centroamérica, básicamente en Honduras. El caso peruano presenta una particularidad porque desde el período del virreinato se registró su presencia “como reputados albañiles y artesanos, lo que explicaría la expansión del arte mudéjar del siglo XVII” (Manrique, 2010). La migración femenina contribuyó también al esplendor de ese período. “Las dotes culinarias de estas últimas habrían influido en la gastronomía local, como bien señala la periodista Bedoya Garland” cuando describe el éxito internacional de la cocina peruana (Paz, 2010).
Una segunda particularidad es que “a diferencia de Chile o Argentina, los “turcos” en el Perú no fueron asociados a “lo oriental” en el imaginario colectivo, sino más bien a la inmigración europea. Constituían un pequeño grupo de cristianos coptos u ortodoxos que adoptaron sucesivamente el catolicismo, lo que les permitió relacionarse fácilmente con las élites locales” (Bartet, 2005, citado por Paz, 2010).
Las oleadas migratorias continuaron sin un marco jurídico propio durante casi cuarenta años hasta que en 1872 se suscribió el primer acuerdo económico entre Argentina y el Imperio otomano que incluía una clausula sobre el tránsito de sus ciudadanos. Otros países del continente seguirían después el camino de la formalización jurídica como Brasil y Chile. Los contactos del Imperio otomano con Centroamérica y el Caribe se iniciaron por Haití en 1892 cuando se propuso el nombramiento de Lyon Hinyonome como cónsul. En 1908 el Imperio otomano, a través de la embajada francesa en Puerto Príncipe, estableció relaciones con Haití preparando así el salto hacia Centroamérica (Yalcin, 2019). La siguiente nación fue Cuba -que si bien contaba con un consulado otomano desde 1873 cuando la isla era parte de España-, en 1902 el Sultán reconoció a la nueva república y designó a Quirico Gallostra como cónsul (Kadikoylu, 2019).
En 1910, la diplomacia de la Puerta Elevada se decidió por dos aproximaciones políticas paralelas. Una con Argentina con el nombramiento del emir Emín Arslán, una figura política y cultural que adquiriría notoriedad en Buenos Aires. La otra, con Honduras, a través de negociaciones que se plantearon desde París utilizando las respectivas legaciones que ambos países tenían allá. Se avanzó un primer borrador de acuerdo consular y, en 1913, se le consideró concluido más no fue firmado. Quizás los vientos de la Gran Guerra que se desataría un año después retrajeron a las Partes y los llevaron a abandonar el proyecto de convenio. Sin embargo, la amenaza de un conflicto bélico no parece un criterio decisorio ya que Chile, el mismo año, sí firmó un acuerdo consular con el Imperio otomano lo que sugiere dos hipótesis: la prudencia diplomática hondureña pudo responder a mantener su neutralidad frente a la rebelión de Trípoli de 1911 y a una conflagración ad portas como la de 1914 o bien a presiones británicas que, en la época, tenían una presencia significativa en el país e intuían que la Sublime Puerta se inclinaría por los Imperios Centrales.
Las tentativas de diálogo del Imperio otomano con Venezuela tampoco arribaron a buenos resultados. A diferencia de las de Honduras, las negociaciones -que tomaron un año- se realizaron a través de las legaciones en Berlín pero pesaba en la mente de los negociadores caraqueños las dos negativas del Sultán para establecer un consulado venezolano en Alejandría en 1885 lo que, de alguna forma, influyó en el fracaso del acercamiento.
El intento de una política exterior multidimensional y humanitaria como la que intentó llevar a cabo el Imperio otomano con Latinoamérica basada en la protección de sus migrantes tuvo altibajos, sin embargo, todo quedó interrumpido por la Primera Guerra Mundial. Una interesante página de historia diplomática.
*Embajador del Perú en Guatemala.